El cuidado, un instrumento para combatir la pandemia del invisible.

11 abril 2020

AUTORES

Concha Germán Bes. Doctora en Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza. Coordinadora del Grupo de Investigación en Cuidados Aurora Más.

Fabiola Hueso Navarro. Doctora en Ciencias de la Salud por la Universidad de Zaragoza. Grupo de Investigación en Cuidados Aurora Más.

CARTA EL EQUIPO EDITORIAL

 

En estos tiempos difíciles donde se habla de lucha sin cuartel contra un enemigo invisible, los estados de todos los países afectados por Covid-19 han tenido que recurrir a su mejor ejército, que, sin apenas escudos ni corazas en los que parapetarse, se enfrenta cada día al “enemigo” desconocido. Sus fusiles son unos pocos fármacos, que, sin, o con apenas evidencia científica, se están dando para intentar frenar su voracidad. Este ejército especialista en este tipo de “guerra”, no es otro que el personal sanitario, profesionales de enfermería, de medicina, técnicos auxiliares y demás trabajadores y trabajadoras del sector se afanan en dar lo mejor de sí mismos, en una lucha cuerpo a cuerpo con el enemigo invisible.

 

En medio de la desolación y el sufrimiento, en la más inmensa soledad del ser humano, junto a cada enfermo que sufre hay una mano enguantada y unos ojos que miran y sonríen, tras unas gafas, una pantalla, y unas palabras que reconfortan. Al enemigo invisible hay que combatirlo, frente a todos sus efectos, con algo también invisible, los Cuidados.

 

Hasta hace un mes, los Cuidados invisibles eran infravalorados o ignorados, porque con las actuales herramientas de evaluación pasan desapercibidos, son invisibles ante las estadísticas en las que luego se apoyan los presupuestos y la organización del sistema sanitario. Esto llevó a infravalorarlos-desestimarlos haciendo importantes recortes que han dejado a nuestra Sanidad bajo mínimos.

 

Hoy en cambio, esta profesión “invisible” para la sociedad se ha convertido en la única compañía del que sufre la enfermedad y del que muere en soledad en el hospital. Periodistas como Carles, Francino, Ana Pastor, Iñaki Gabilondo… hablaron de que hoy vale más una enfermera, que un Cristiano Ronaldo. En esta situación desoladora y caótica, se ha mostrado una Enfermera profesional bien formada, con capacidad para realizar técnicas sofisticadas en una unidad de Cuidados Intensivos; a la vez que también una enfermera en atención primaria, en urgencias o en los pabellones del IFEMA.

 

Hoy se visibiliza la labor de las enfermeras, y también se reconoce la de los celadores que movilizan, las limpiadoras que persiguen al virus por donde se va depositando, todo el personal sanitario haciendo su trabajo riguroso a la vez que ofreciendo palabras amables a aquellas personas encamadas, tanto en el hospital como en las Residencias de Mayores. También debemos reconocer a las familias que en sus domicilios sufren la angustia de cuidar a sus seres queridos que se han infectado, o a aquellos que les ha tocado vivir esta situación con una persona dependiente o moribunda con la que llevan muchísimo tiempo aislados y temen poder infectarse y dejarlos abandonados. Y el cuidado que realizan inmigrantes, que están solas en los domicilios, cuidando de personas a las que hace poco tiempo apenas conocían, pero a las que ahora dedican todo su cariño. Tal vez con la esperanza de que los hilos invisibles que tejen la vida hagan llegar este cariño a sus seres queridos en la otra orilla del océano. ¿Y a los inmigrantes sin papeles?

 

Hoy se reconoce a los sanitarios, su dedicación, su generosidad y valentía. Porque son quienes acompañan en la soledad del aislamiento y reconfortan ante la angustia y el miedo, e intentan suplir la ausencia de los seres queridos hasta el último momento. Porque cuidar, ahora y siempre, ha sido y es, “acompañar,” “estar pendiente de los signos y síntomas” “llevar a cabo intervenciones por si hay que llamar al médico o médica; pero sobre todo “estar con” la persona enferma y lograr que no se sienta sola. Cuidar es tener esa capacidad de ver más allá de la piel, es vislumbrar las emociones, los miedos, las preocupaciones de esa persona que sufre en silencio y saber calmarlas con unas palabras, recordar un canto, con una sonrisa, con un gesto… cuidar a veces es saber no decir nada y enviar un abrazo con la mirada.

 

¡Qué irónica es la vida!, tanta lucha por intentar poner en valor nuestro trabajo. Tantos años intentando demostrar que los cuidados son parte esencial de la asistencia, preocupadas por si la tecnología podría alguna vez sustituir nuestra labor… y resulta que ahora, ante esta gran incertidumbre y angustia que estamos viviendo, el “cuidado” visible e invisible es lo que más necesitamos, siempre y cuando tengamos unos minutos para estar con cada paciente y pueda oírnos, sentirnos y mirarnos.

 

Todos los días recibimos aplausos de la población, el mundo parece reconocer nuestro trabajo. Mientras, nosotras acudimos cada día a nuestro puesto, sin saber con lo que nos vamos a encontrar. Sin saber si serán suficientes los equipos de protección individual, sin saber con cuántas altas o defunciones, sin saber si habrá algún compañero/a más contagiado…sin saber si llegaremos contagiados nosotros a casa….Sólo tenemos una certeza, que nuestra misión es proporcionar seguridad, confort, escucha, tacto y recomendaciones de autocuidado.

 

No sabemos cómo va a acabar esta situación, pero lo que sí es seguro es que tendrá que haber un antes y un después. El mundo no puede obviar el Cuidado, no nos referimos sólo al que realizamos a nivel profesional, todas y todos deberemos Cuidar de nosotras mismas, de los otros y de la Tierra. Probablemente haya sido el propio planeta el que haya decidido pasar una temporada en cuidados intensivos con reciclaje del aire sin fábricas, coches o aviones, con menos trabajo depurativo en sus aguas, con más quietud en sus bosques… Incluso hasta nuestras propias relaciones, paradójicamente estando sin salir de casa hayamos conocido y cuidado más a las personas que viven en nuestro entorno con ese compartir aplausos por una misma causa.

 

La vida no es posible sin Cuidados. Todo el mundo debe reflexionar: ¿Por qué está pasando esta catástrofe que afecta a lo más íntimo del ser humano? Posiblemente porque habíamos llegado al punto en el que habíamos abusado tanto de toda la vida de la Tierra. No son pocos los expertos que desde hace tiempo vaticinaban que algo así podría ocurrir. Personas tan relevantes como el actual papa Francisco en su encíclica “Sobre el cuidado en la casa Común”, Leonardo Boff, Zygmunt Bauman y más, proclaman el cuidado, el amor y el respeto al otro como única solución para prevenir el desastre a la que nos ha llevado a esta “Sociedad Líquida” en palabras de Bauman. Boff en su libro “El Cuidado Esencial: Ética de lo Humano, Compasión por la Tierra” (Trotta, 2002), dice que el cuidado es un proceso en el que intervienen factores, como el medio ambiente, la cultura, la economía, la política y la religión, entre otros. El Cuidado es una actitud. El cuidado de las personas, de las sociedades y de la naturaleza será la actitud más adecuada e imprescindible para la humanidad y la propia Tierra.

 

Hay una cosa más que pensar y es que el cuidado invisible es una respuesta profesional a un estado emocional de la persona enferma, ese temor, miedo o pánico que se instala en nosotras cuando algo no va bien. En la situación de enfermedad se produce una reacción lógica que pone en activo a nuestro sistema de alarma; hace que no respiremos bien, sino de forma acelerada, con lo que no oxigenamos bien; hace que queramos hacer algo, a veces huir; y/o negar en lugar de pedir ayuda, y que desencadena unas segregación de hormonas que acuden a apoyar la conducta de defensa. En resumen, que nuestro sistema inmunológico no sabe qué hacer y a qué atender y se complica el cuadro clínico. Ante la respuesta de la persona enferma hay varias respuestas profesionales: 1, pasar de ello; 2, sedarle; 3, sentarse frente a frente y calmarle con “high touch” (técnicas de alto toque), darle confianza y evitar el caos del sistema de alarma. Con esta tercera opción se podrá tratar correctamente contando siempre con el propio sujeto. Calmar puede llevar unos minutos. ¿Cuántos? ¿3, 5, 10? Y ¿Cada cuanto? Depende del lugar, la persona y el estado de salud. Varias veces al día. Si todo el equipo actúa con sensibilidad cuidadora, seguro que la persona enferma se sentirá acompañada y mucho mas tranquila.

 

El cuidado invisible es uno de los cuidados imprescindibles en todas las etapas de la vida y más cuando ésta, está o la sentimos amenazada.

 

Por tanto, todas y todos deberemos cambiar nuestra actitud ante la vida. Por razones éticas y científicas, independientemente de la religión, la idea política o el estatus social. Todo el mundo ruega porque en estos momentos difíciles las personas enfermas reciban buen trato. Desde los planes de Humanización se nos invita a dar un trato más humano.

 

Nosotras, las enfermeras profesionales, hacemos lo que hemos hecho siempre: cuidar holísticamente. A todas las personas del mundo de la política, la empresa y la banca, a gente de cualquier etnia, género, clase social o condición os pedimos que reviséis vuestra actitud ante la vida de todos los seres vivos del planta. El cuidado es lo que nos hace personas humanas, si dejamos de cuidar dejaremos de serlo.

Publique con nosotros

Indexación de la revista

ID:3540

Últimos artículos