AUTORES
RESUMEN
La pandemia provocada por el COVID 19, además de provocar una crisis sanitaria, ha dejado tras de sí una sociedad exhausta económica y, también, emocionalmente. Después de dos años, es evidente el impacto que esta situación extraordinaria ha tenido en la población, concretamente, entre jóvenes y adolescentes. Entre estos, se ha constatado un aumento de los cuadros de estrés, ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación, incluso suicidio. Desde los sectores de la Psicología y la Psiquiatría se piden más medios y una estrategia a nivel estatal para abordar esta situación como un problema de Salud Pública.
PALABRAS CLAVE
Suicidio, salud mental, COVID 19, jóvenes, adolescentes.
ABSTRACT
The pandemic caused by COVID 19, in addition to causing a health crisis, has left behind an economically and emotionally exhausted society. Two years later, it is evident the impact of this extraordinary situation on the population´s mental health, more specifically among young people and adolescents. This group has suffered an increasing of stress, anxiety, depression and eating disorder as well as suicide. Professionals from Psychology and Psychiatry have claimed for an increase of means and a general State-wide strategy to address this situation as a Public Health problem.
KEY WORDS
Suicide, mental health, COVID 19, youth, adolescent.
INTRODUCCIÓN
En marzo de 2020 el Gobierno del Estado español declaraba, al igual que en muchos otros países, el estado de alarma debido a la propagación de la infección por el COVID 19. Tras semanas de confinamiento, la vuelta a una nueva normalidad muestra a una sociedad extenuada por los efectos no solo físicos de esta enfermedad, si no, también, por el impacto que ésta ha tenido en la economía y en la salud mental de los ciudadanos. La situación se ha rebelado especialmente traumática para la población joven y adolescente, que acusa niveles de ansiedad, cuadros por depresión más intensos y trastornos de conducta alimentaria e intentos de suicidio más frecuentes1.
Los meses de confinamiento -en sus diversos grados de restricción- han tenido, en la mayoría de casos, un impacto negativo en la salud física, pero también en la salud mental de la población. Los más jóvenes han vivido situaciones de estrés derivadas de la enfermedad o a la muerte de allegados o familiares cercanos, de la pérdida de empleo de sus progenitores o la propia, y también por la imposibilidad de salir a la calle y de relacionarse con sus iguales. Las familias han vivido un miedo real a la muerte2 y han tenido que gestionar la incertidumbre laboral, o sobrecarga de tareas debido al teletrabajo. En algunos casos, además, se han producido situaciones de abuso y de maltrato hacia los hijos1, 2, o de violencia de género2, circunstancias que hacen mella de manera profunda en la dimensión psico-emocional de niños y adolescentes.
El desconfinamiento o desescalada ha permitido que este sector de la sociedad tan vulnerable1 haya podido retomar sus relaciones sociales, pero de manera interrumpida, con continuos cambios en la normativa para prevenir los contagios, de manera que las relaciones interpersonales tampoco han podido desarrollarse como en la situación pre-COVID.
El aislamiento, sumado al abuso en la utilización de las redes sociales como alternativa al contacto presencial, ha dado lugar a pérdida de habilidades sociales y a diversas conductas disruptivas, como adicción, irritabilidad o confrontación directa hacia los progenitores2. La adicción al móvil y otro tipo de herramientas tecnológicas está vinculada también a cuadros de “ansiedad social, depresión y problemas de atención1”. Según algunos autores, es probable que, asociado a este uso excesivo de las nuevas tecnologías de la comunicación, algunos adolescentes hayan sufrido ciberacoso de manera persistente2.
Además, desde la Asociación Española de Pediatría1 y, tomando como referencia los efectos de otros eventos históricos de gran envergadura, advierten que a medio plazo es probable que aumente el consumo de drogas entre los menores de edad.
OBJETIVO
Destacar la relación que hay entre la pandemia por COVID 19 y el empeoramiento de la salud mental en la población joven, concretamente con respecto al suicidio, y apuntar de manera genérica algunas propuestas para mejorar la situación.
METODOLOGÍA
Se han consultado diversos artículos cuya búsqueda se ha realizado a través de las plataformas PubMed, Scielo, Google Academy y páginas web de varias instituciones oficiales, como la del Ministerio de Sanidad, la Asociación Española de Pediatría o la Fundación Española para la Prevención del Suicidio.
RESULTADOS
COVID 19 Y SUICIDIO:
Algunos autores vinculan los procesos y experiencias vividos durante la pandemia por COVID 19 con el suicidio. Las principales causas del suicidio pueden ser la pérdida de algún familiar o ser querido3, la falta de expectativas laborales, el desempleo y la precariedad económica3, y los conflictos intrafamiliares3. Todas ellas son situaciones que coinciden con la realidad que ha dejado tras de sí la pandemia, sumado a una sensación de incertidumbre por el futuro a medio largo plazo y a una sensación de sinsentido vital y de falta de expectativas4, sobre todo entre jóvenes y adolescentes.
DATOS EN ESPAÑA:
La presencia de trastornos mentales y el bullying también son factores desencadenantes de ideas suicidas, según la Fundación Española para la Prevención del Suicidio5. En España, tal y como afirma dicha entidad, el suicidio “es la principal causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años, después de los tumores, y la primera causa en varones de esa edad”5. En el Estado español “se producen más de 10 suicidios al día, siendo la primera causa de muerte no natural”5. En cuanto a distinción por sexos, “las mujeres lo intentan 3 veces más que los hombres, mientras que los hombres lo consiguen tres veces más que las mujeres”5.
Aunque algunos autores afirman que el suicidio está relacionado en un 90% de los casos con enfermedad mental5, ya hemos visto que otros señalan que las razones por las que una persona se quita la vida responden a una multitud de factores2, 4, 6 que tienen que ver con las dimensiones psicosociales, familiares y laborales y, especialmente en los jóvenes y adolescentes, con un desequilibrio de su salud mental debido a la situación de “estrés crónico”2 vivido durante la pandemia.
CONCLUSIONES
Aunque se ha comentado que la etiología del suicidio obedece a una diversidad de causas, algunos autores afirman que la pandemia por COVID 19 ha tenido un impacto incuestionable en la salud mental de la población más joven, llevándole en muchos casos a quitarse la vida4. Y a pesar de que algunos estudios reflejan que las cifras de suicidio en jóvenes y adolescentes se incrementan en épocas de recesión económica8, habrá que esperar un tiempo para poder concretar cuál ha sido la influencia de la pandemia y la precariedad que ésta ha traído en la salud mental de la población2. No obstante, ya hay sectores que han dado la voz de alarma1 y que piden medidas urgentes para tratar de reducir el impacto de esta situación extraordinaria sobre la dimensión psicoemocional de los colectivos más vulnerables de la sociedad (entre los que se encuentran la población joven y los desempleados8).
Sin ánimo de concretar un plan de actuación exhaustivo, nos gustaría señalar, no obstante, algunas líneas generales a seguir. Las soluciones apuntan no solo a medidas individuales propuestas desde la Salud Mental, si no que, debido a la complejidad de las causas del suicidio y de la multiplicidad de factores que influyen en el equilibrio y el bienestar emocionales de la población, se hace necesario un enfoque que ponga a la Salud Pública como marco general de intervención9.
Con respecto al suicidio, las medidas que viene aplicando el Estado español vienen siendo más bien asistenciales9 , fundamentalmente de seguimiento y cuidados de los pacientes de alto riesgo en caso de trastorno mental9. De hecho, España carece de una estrategia nacional de prevención del suicidio5, 9, algo que reclaman desde sectores de la Psicología y la Psiquiatría, que señalan también la importancia de que dicha planificación incluya la coordinación entre distintos sectores de la sociedad y “sinergias transversales”9.
Reforzar la prevención, abarcar todo el proceso de atención al paciente, realizar una intervención con una mirada que supere la mera Psiquiatría9, son algunas de las propuestas a implementar. A éstas, se añade invertir en educación y sensibilización y eliminar el estigma social que rodea la enfermedad mental, involucrando a distintos sectores sociales -Educación, medios de comunicación- 9 .
Para reducir los efectos psicoemocionales negativos de la pandemia en los sectores más jóvenes de la población, la Asociación Española de Pediatría1 propone una serie de medidas como mejorar los sistemas de coordinación de la Atención Primaria y de la Psiquiatría, y facilitar el acceso a los mismos; clases totalmente presenciales en todos los rangos de edad y la implantación de programas de promoción de la salud mental. La aprobación de una ley de prevención del suicidio, institucionalizar las ramas de Psiquiatría y Psicología infantil en el Estado español y aumentar las plazas de estos especialistas en el sistema de Salud de las comunidades autónomas serían otras de las recomendaciones hechas por dicha entidad.
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