Formación y cuidado del cuidador en Castilla y León. Monográfico

27 mayo 2023

AUTORES

  1. Susana Domingo Esteban. Fisioterapeuta. Sanidad Castilla y León.
  2. Mª Jesús Gállego Murillo. Fisioterapeuta. Servicio Aragonés de Salud.
  3. Elena Blanco Ruiz de Loizaga. Fisioterapeuta. Servicio Aragonés de Salud.
  4. Mª Mar Cabrillo Cotero. Matrona. Servicio Madrileño de Salud.
  5. Marcos Nadal Zuferri. Fisioterapeuta. Servicio Aragonés de Salud.
  6. Mª Pilar Palomares Peña. Fisioterapeuta. Servicio Aragonés de Salud.

 

RESUMEN

La población española, cada vez más envejecida, arrastra un problema social con las personas mayores y los discapacitados. Todos ellos necesitan cuidados en su domicilio que, en la mayoría de las ocasiones, son prestados por los familiares. Estos cuidados no formales suelen ser realizados, principalmente, por parte de mujeres a los hombres de su misma familia, creando una desigualdad social de género importante. Sin embargo, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, esto resulta más complicado. Todo ello se podría corregir con unos servicios sociales y sanitarios apropiados. Estos servicios abogan, cada vez más, por los cuidados dentro del propio entorno. Es básico apostar por la formación del cuidador y los servicios de apoyo al mismo para evitar su sobrecarga, ya que sufren frecuentemente de síndrome de burnout.

PALABRAS CLAVE

Cuidadores, servicio social, dependencia, autonomía personal.

ABSTRACT

Spain’s increasingly aging population has a social problem with the elderly and the disabled. All of them need care at home, which, in most cases, is provided by family members. This informal care is often provided by women to men in the same family, creating a significant social gender inequality. However, with the incorporation of women into the world of work, this has become more complicated. This could be addressed with appropriate social and health services. These services are increasingly advocating care in one’s own environment. It is essential to support caregiver training and support services to prevent caregiver overload, as caregivers often suffer from burnout.

KEY WORDS

Caregivers, social work, dependency, personal autonomy.

INTRODUCCIÓN

El envejecimiento poblacional conlleva un incremento en el número de adultos mayores dependientes que requieren cuidados. Esto aumenta, a su vez, el porcentaje de cuidadores no formales con pocos conocimientos sobre los cuidados geriátricos básicos1. Al igual que las personas mayores, los individuos con discapacidad también requieren de cuidados.

Se entiende por cuidados no formales: la atención prestada a personas en situación de dependencia en su domicilio, por personas de la familia o de su entorno, no vinculadas a un servicio de atención profesionalizada2.

Es importante conocer la distribución que existe entre el cuidado formal e informal en España. Los varones tienen el doble de probabilidades de recibir sólo cuidado informal, mientras que las mujeres tienen tres veces más probabilidades de recibir cuidado formal e informal combinado. Ser varón, con pocos recursos socioeconómicos y viviendo en hogares de tamaño considerable, incrementa la probabilidad de recibir cuidado informal3. Por otra parte, las mujeres con bajo nivel educativo, desempleadas y de clase social media-baja conforman el gran colectivo de cuidadoras en nuestro país4. Hoy en día, al aumentar el número de dependientes y con la inclusión de la mujer en el mundo laboral, esta situación planteada se ha hecho más complicada5.

Como estamos viendo, la familia se ha convertido en la principal prestadora de cuidados en el entorno, ya que los servicios sociales y sanitarios participan de minoritariamente en el cuidado continuado de estas personas. La atención informal a la salud plantea dos cuestiones relacionadas con la equidad: una relacionado con la desigualdad de género (las cargas del cuidado son diferentes entre hombres y mujeres), y otra con la desigualdad de clase social4 (desigualdad en la capacidad de elección y de acceso a recursos y servicios de ayuda según el nivel educativo y socioeconómico). El cuidador asume una repercusión importante en su salud, relaciones sociales y repercusiones económicas3. De esta forma, el perfil más común del cuidador informal es el de mujer, de mediana edad, sin trabajo remunerado, con bajo nivel de estudios y familiar de primer grado de la persona dependiente.

Las reformas de los servicios sanitarios enfatizan la atención a la salud en el propio entorno: alta precoz hospitalaria, programas de cirugía ambulatoria, reformas de la atención psiquiátrica4. El sistema de cuidado que proporciona la familia es crucial, pues contribuye a rellenar las lagunas y carencias de los servicios sociosanitarios6. La familia se encuentra con la tarea de realizar cuidados especiales de los que apenas tiene conocimiento y sobre los que no ha sido formada. El cuidador dedica su tiempo y su vida a otra persona, pero ¿quién cuida al cuidador? ¿cómo puede realizar mejor su trabajo?

OBJETIVOS

OBJETIVOS del estudio:

  1. Analizar las distintas formas de atención a las personas dependientes.
  2. Describir las estrategias de cuidado del cuidador.
  3. Exponer los distintos métodos de formación del cuidador no formal.

 

MATERIAL Y MÉTODO

FUENTES PRIMARIAS:

Se consultan datos en fuentes primarias como INCLASNS, INE, SAAD y la Ley de Dependencia. Según los datos del año 20187, el porcentaje de dependencia para menores de 15 años y mayores de 65 años en España es del 54,19%. En Castilla y León, este porcentaje se eleva hasta el 60,82%. El Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia8 establece que Castilla y León (CyL) presenta 140.679 solicitudes de prestación de dependencia a fecha 30 de abril del 2021, lo que representa un 7,62% del total nacional y un 5,87% de la población de la Comunidad. El perfil del solicitante, o persona beneficiaria, es el de mujer mayor de 65 años.

En el art. 3 del Título Preliminar de la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia2, se establece como principio la permanencia de las personas en situación de dependencia, siempre que sea posible, en el entorno en el que desarrollan su vida. En el Capítulo II, se expone la Formación en materia de dependencia, y dentro de ella la formación y cualificación de profesionales y cuidadores. En la Ley de Dependencia se fomenta la alternancia entre cuidado informal y formal consiguiendo complementarse entre ambos.

FUENTES SECUNDARIAS:

Para contextualizar el tema, se hace una búsqueda bibliográfica en Google Scholar, Pubmed y Scopus. Se consultan además diferentes blogs y páginas web destinadas al cuidado de personas dependientes. Se obtiene información sobre las consecuencias del cuidado y la posible formación del cuidador para cuidarse a sí mismo y, por tanto, desempeñar mejor su trabajo.

El «trabajo» de cuidar incluye atención personal e instrumental, vigilancia y acompañamiento, cuidados sanitarios, y la gestión y relación con los servicios sanitarios. Cuidar también implica dar apoyo emocional y social. En definitiva, cuidar significa «encargarse de» las personas a las que se cuida4.

RESULTADOS

Cuantos menos cuidados en el entorno haya, mayor calidad de los servicios de prestación será necesaria. Por ello, la formación y el cuidado del cuidador son muy importantes a la hora de mantener a la persona en su ámbito habitual. Para evitar la sobrecarga y el estrés al que el cuidador está sometido, existen numerosos cursos de formación que ayudan a mejorar la realización de su trabajo y a entender muchos de los cambios que ocurren diariamente en la persona dependiente.

FORMACIÓN:

La mayoría de los cuidadores no están formados ni adiestrados para el cuidado de otra persona. Tanto la Administración como empresas privadas ofrecen cursos de atención sociosanitaria para la atención a personas mayores. Normalmente tienen una duración de 10 horas, y se repiten de forma temporal. Sin embargo, no se da continuidad al contenido de los cursos, por lo que no aporta nada llevar a cabo más de uno. Además, en ellos no van incluidos los cuidados a personas con discapacidad.

La formación es imprescindible en los ámbitos del cuidado, no sólo para tener mejores estrategias de afrontamiento y entender mejor las situaciones, sino también para mejorar la calidad de vida de los cuidadores y de las personas atendidas9. Esto conlleva beneficios para los cuidadores (permite aplicar mejor las estrategias de movilización para aliviar la sobrecarga del trabajo, facilita el conocimiento de las necesidades que necesitan ser cubiertas y cómo cubrirlas) y beneficios para la familia (da seguridad que el cuidador tenga formación y experiencia relacionada con los cuidados y que sabe actuar ante situaciones difíciles). Debido a la creciente demanda de cuidadores con formación, es prioritario facilitar información para formarse como cuidador y así, aumentar la calidad de los servicios dados, siempre teniendo como objetivo la mejora de calidad de vida de la persona atendida9.

En la formación sociosanitaria para cuidadores (generalmente de mayores) hay distinción entre dos tipos de títulos: universitarios (o superiores) y no universitarios. En el ámbito de los cuidadores de mayores es necesaria una formación continua, por la cantidad de cambios y novedades que surgen en un periodo breve de tiempo. Existe también formación como cuidadores de mayores mediante cursos o certificados de profesionalidad relacionados (técnico sociosanitario en instituciones o a domicilio o de atención sociosanitaria de personas dependientes, cursos de auxiliar de geriatría, de ayuda a domicilio o de atención al mayor).

La formación oficial es una formación reglada mediante un proceso de evaluación y que tiene el reconocimiento del Estado. Dentro de la formación oficial se distingue entre los cursos de formación profesional y los de certificados de profesionalidad. Para la formación de adultos mediante certificados de profesionalidad, los Centros de Educación de Personas Adultas o el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) ofrecen cursos como el de Atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones, Atención geriátrica, Cuidados del anciano o Atención Sociosanitaria a Personas en el Domicilio9.

La formación propia es una formación no reglada, es decir, diseñada por la propia institución, y es dicha institución la que pone los requisitos y lo avala con su prestigio, no el Estado (Cáritas o Cruz Roja, Universidad UNIR, asociaciones…). Para los cuidadores no formales la formación se fomenta desde asociaciones u ONGs principalmente, aunque hay también muchas empresas que ofrecen este tipo de cursos y suele ser formación para cuidadores de mayores de menos horas, oscilando entre las 2 y las 60 horas y varían mucho en el precio.

En la propuesta de actualización del Catálogo de Servicios Sociales del 2018 (Código: 12.8) aparece el Servicio de formación de cuidadores y cuidadoras no profesionales de personas con dependencia. Es una formación destinada a la mejora de las capacidades de cuidadores y cuidadoras no profesionales de personas con dependencia con la finalidad de garantizar una adecuada atención a éstas, y prevenir el estrés y sus efectos. Está orientado a cuidadores de personas en situación de dependencia que reciben alguna prestación del sistema de servicios sociales (preferentemente quienes reciben la prestación económica de cuidados en el entorno familiar, pudiendo participar también los cuidadores y cuidadoras de personas dependientes usuarios del servicio de ayuda a domicilio, teleasistencia, centros de día o servicios de promoción de autonomía personal). Se trata de una formación Inicial de 15 horas con formación específica de 10 horas10.

El hecho de que los cuidadores no reciben un salario por sus cuidados no significa que los presten gratuitamente, pues un 62 % señalan que su salud se ha deteriorado, un 50 % considera que su vida laboral también se ve afectada y 7 de cada 10 afirman que su ocio, tiempo libre o vida familiar se han resentido11, siendo especialmente estresante el cuidado de personas con demencia.

CUIDADO:

Según Flores et al.11 un 66,17% de los cuidadores suelen ser profesionales y un 33,83% son familiares. Se ha evaluado la carga o estrés experimentado, la salud física y psicológica y la calidad de vida general, laboral, familiar y social, encontrándose diferencias entre ambos grupos de cuidadores. Los familiares presentan mayores niveles de sobrecarga (“síndrome del cuidador” o “sobrecarga del cuidador”13) y tienen una peor salud física y psicológica como consecuencia de la atención prestada al dependiente que los cuidadores profesionales. Se plantea, por tanto, la necesidad de poner en marcha intervenciones de mejora de la salud de los cuidadores.

Si cuidamos de los cuidadores, el usuario estará mejor atendido. La sobrecarga que genera el cuidado continuado hace preciso que el cuidador reciba soporte de los profesionales del ámbito sanitario y/o social14. Algunas de las estrategias preventivas desarrolladas son13:

  • Conocer que el sentimiento de agotamiento es normal y que, a través de la solicitud de ayuda institucional, se le puede ofrecer apoyo para aliviar la carga.
  • Solicitar información sobre la patología de la persona dependiente resulta útil para conocer cómo enfrentarse a los problemas que se derivan de la misma.
  • Establecer objetivos reales.
  • Delegar tareas a otros familiares o personal contratado.
  • La automotivación y auto refuerzo son imprescindibles.
  • Respetar los propios descansos y la alimentación y realizar actividad física.
  • Evitar el aislamiento. Mantener contacto con amigos y familiares.
  • Saber poner límite a las demandas del enfermo. Aprender a decir “no” sin sentirse culpable
  • Expresar abiertamente sus miedos y frustraciones. Ayudará a la persona a sentirse aliviada y comprendida.
  • Promocionar la autonomía del paciente.
  • Solicitar residencias de respiro temporal o usar centros de día.

 

La Ley de Conciliación de la Vida Laboral y Familiar (1999), el Plan Integral de Apoyo a la Familia (2001) y la Ley de Dependencia (2006) contemplan medidas de diverso tipo de apoyo a familiares que cuidan. En España el desarrollo de estos apoyos difiere de unas autonomías a otras15.

Los servicios de apoyo al cuidador son fundamentalmente de tres tipos: de ayuda y atención domiciliaria, de respiro y ayudas económicas. La atención en el domicilio de las personas dependientes y sus cuidadores/as constituye uno de los retos más importantes para potenciar el apoyo informal. Los servicios de respiro (escasamente desarrollados) resultan tanto más importantes cuanto más exigente sea la situación de cuidados, tanto en términos de tiempo como de sobrecarga. En cuanto a las prestaciones económicas, se han puesto en marcha diversas fórmulas para compensar los gastos que supone el cuidado, aunque el pago directo a la cuidadora por el trabajo que realiza es una medida que suscita controversia4. Los costes económicos estimados de los cuidados informales prestados en España a personas con limitaciones en su autonomía oscilan entre los 11.301,8 millones de euros y los 23.753,7 millones de euros16. Los datos más actualizados muestran que cuidar a una persona con dependencia leve costó 15.408 €/año por cada cuidador, mientras que cuidar a una persona con dependencia severa costó 29.151 €/año17. Hay un desplazamiento de cuidados hacia el sistema informal, en un marco de contención del gasto sanitario y escaso desarrollo de otros servicios de atención social4.

La enfermera puede ayudar a las cuidadoras mediante educación sanitaria sobre cómo cuidar de sí misma y cómo cuidar de la persona dependiente, o a través de la consulta por teléfono o la atención domiciliaria5. La intervención educativa es efectiva para mejorar el nivel de conocimientos de los cuidadores no formales sobre cuidados geriátricos básicos en el adulto mayor1. Las herramientas propuestas para disminuir la carga del cuidador y el mantenimiento de la estabilidad del estado emocional han sido fundamentalmente las estrategias de afrontamiento y el apoyo social6. El método más utilizado para evaluar la sobrecarga del cuidador es el cuestionario de Zarit5, que mide el grado en que los cuidadores perciben cómo sus responsabilidades tienen efectos adversos sobre su salud, vida personal y social, finanzas y bienestar emocional6.

La Family Caregiver Alliance publicó las conclusiones de varios encuentros científicos sobre la evaluación de los cuidadores y recomienda que esta se haga desde la perspectiva de la familia, como unión formada por la persona cuidada, la cuidadora y los demás miembros de la unidad familiar. Dicha evaluación debería desembocar en un plan de intervención multidimensional elaborado conjuntamente con el cuidador, cuyos objetivos habrían de ser concretos, evaluables y actualizables18.

Los síntomas del burnout (BO) en cuidadores son comunes, sobre todo en aquellas personas que reprimen los sentimientos del aumento de presión al que tienen que hacer frente. Esta situación se agrava si además se convive con la persona mayor a la que se cuida y se tienen más de 40 años de edad19.

El BO incluye síntomas físicos (problemas de sueño o sensación de cansancio continuado, cambios en el apetito: comer mucho o demasiado poco, palpitaciones, temblor de manos o molestias digestivas), emocionales (tristeza o culpabilidad, irritabilidad, pérdidas de memoria, problemas para concentrarse), y sociales (aislamiento, soledad, apatía).

Se puede mejorar la calidad de vida del cuidador con medidas como19 (relacionadas con las mencionadas anteriormente):

  • Aprende: formarse en aquello que se debe atender para hacerlo de la forma más eficiente posible y con las herramientas necesarias.
  • Planifica: buena gestión del tiempo. Planificar las actividades diarias y semanales, incorporando en ellas tiempo para uno mismo.
  • Apóyate y exprésate: exteriorizar lo que se lleva por dentro y dejarse ayudar por otros (amigos, profesionales).
  • Tiempo para ti: darse paz, calma y poder no pensar en esta situación. Si la cabeza está constantemente pensando en el mismo tema, al final se verá saturada y no será efectiva. Es importante reservarse, al menos, una hora al día y un descanso semanal sin contacto directo con la persona dependiente.

 

La sobrecarga del cuidador no formal puede verse disminuida por apoyo del cuidador formal, de centros de día o los programas de respiro como el de ayuda a domicilio (SAD). Este SAD está asociado a un mayor bienestar físico y psíquico de las personas dependientes y de sus cuidadores. Se trata de un recurso de proximidad alentado por las políticas europeas de “envejecer en casa”, a la vez que permite un ahorro al sistema de protección social dado que se trata de un servicio formal de menor coste frente a la hospitalización y la institucionalización de la persona dependiente20.

Existe una propuesta de intervención por parte de Fuentes y Moro18 denominada “El cuidador también tiene vida” con la que, a través de 13 sesiones, se pretende capacitar a los cuidadores de enfermos con demencia para asumir esta tarea en mejores condiciones físicas y psicológicas y conseguir una mejora en su calidad de vida que, a su vez, tendrá efectos positivos sobre la persona a la que cuida.

CONCLUSIONES

Las Administraciones Públicas deben establecer una normativa clara y completa acerca de los cuidadores no formales, velando por su calidad de vida y teniendo en cuenta sus repercusiones económicas, sociales, laborales y de salud. Debería facilitarse el cuidado de la persona dependiente por su familia, y dentro de su entorno, disminuyendo así los factores estresantes que suponen el abandono de la vivienda y la convivencia con desconocidos. El cuidador debe recibir una formación específica y básica para el cuidado de la persona dependiente, así como información sobre la prevención y cuidado de sí mismo. Esto beneficiaría tanto al cuidador como a la persona atendida por él, ya que facilita y mejora la tarea que se debe llevar a cabo.

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