Esquizofrenia y soledad agravada por la pandemia covid-19. Trabajo Monográfico.

3 octubre 2022

AUTORES

  1. Esther Tapia Burillo. Graduada en Enfermería, Enfermera Polivalente en SALUD ARAGÓN, Sector Teruel.
  2. Mª Pilar Gimeno Uruen. Graduada en Enfermería, Experto Universitario en Enfermería en Gerontología y Cuidados Geriátricos; Enfermera Polivalente en SALUD ARAGÓN, Sectores II y III, Zaragoza.

 

RESUMEN

Recientemente se ha publicado un estudio en España el cual ha identificado, por primera vez, el vínculo entre la soledad y la esquizofrenia, a través de estudios genéticos. Dicho estudio deja patente que existe un riesgo genético compartido entre la soledad, el aislamiento y la esquizofrenia con mayor afectación en el caso de las mujeres. La experiencia subjetiva del aislamiento social, agravado por la pandemia, puede tener consecuencias negativas en las mujeres, incluido el riesgo de desarrollar psicosis, tal y como deja de manifiesto el mencionado estudio.

Este riesgo genético compartido entre esquizofrenia y soledad puede ayudar a entender las relaciones genéticas entre la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos complejos como el trastorno bipolar, la depresión mayor o el trastorno obsesivo – compulsivo.

Gracias a estos últimos hallazgos, cabe la posibilidad de desarrollar intervenciones frente la soledad y el aislamiento para la prevención y mejora de la evolución clínica de trastornos de la esquizofrenia, principalmente después de las condiciones de aislamiento social a la que nos hemos visto obligados por la pandemia y el confinamiento.

 

PALABRAS CLAVE

Esquizofrenia, soledad, infección por coronavirus, pandemia.

 

ABSTRACT

A study has recently been published in Spain which has identified, for the first time, the link between loneliness and schizophrenia through genetic studies. This study shows that there is a shared genetic risk between loneliness, isolation and schizophrenia, with women being more affected. The subjective experience of social isolation, exacerbated by the pandemic, can have negative consequences for women, including the risk of developing psychosis, as the study shows.

This shared genetic risk between schizophrenia and loneliness may help to understand the genetic links between schizophrenia and other complex psychiatric disorders such as bipolar disorder, major depression or obsessive-compulsive disorder.

Thanks to these latest findings, it may be possible to develop interventions against loneliness and isolation for the prevention and improvement of the clinical course of schizophrenia disorders, especially after the conditions of social isolation to which we have been forced by the pandemic and confinement.

 

KEY WORDS

Schizophrenia, loneliness, coronavirus infections, pandemic.

 

DESARROLLO DEL TEMA

La esquizofrenia, de etiología no bien definida, es un trastorno psicótico grave, y que produce severas anomalías en las conexiones entre diferentes áreas del Sistema Nervioso1,2,3.

Se caracteriza por una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones (una afectividad inadecuada o embotada), el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta. Normalmente permanece la lucidez de la conciencia y la capacidad intelectual, aunque con el transcurso del tiempo pueden desarrollarse ciertas deficiencias intelectuales. No solo afecta al pensamiento y emociones de las personas, sino que la capacidad para proyectar su futuro o relacionarse con otras personas también se ve mermada1,4,5.

Por lo general son personas pacíficas y tranquilas, con una gran probabilidad de huir de situaciones conflictivas, dando importancia a la soledad. Pueden darse casos de agresividad relacionada con etapas de descompensación de la enfermedad; cabe destacar que no son frecuentes, sólo un 5% presenta dichas conductas estando en tratamiento, siendo en torno al 50 % agresividad de carácter verbal4,6.

Las causas de la enfermedad son inciertas, al no conocerse totalmente las causas de la enfermedad, no se puede construir una definición concreta en función del origen. A pesar de esta incertidumbre, son muchos los estudios relacionados con las posibles teorías causales realizados a lo largo del siglo XX, siendo sus objetivos diferentes a lo largo de los años. Algunos autores consideran que la esquizofrenia tiene su origen en una disfunción parenteral o de la dinámica familiar, teniendo siempre en cuenta la repercusión psicológica de los padres y familiares del paciente1,3,7.

Últimos estudios abren nuevas vías de investigación frente a la soledad y el aislamiento, los cuales podrían ser claves para entender la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos. Y es que la pandemia del SARS-COV-2 está generando o agravando trastornos de salud mental, ante el duelo, la soledad, el aislamiento y el miedo al que nos hemos visto obligados en estos días8,9.

Los pacientes afectados anteriormente con enfermedades mentales se han visto perjudicados de forma drástica al verse sometidos a la pérdida de la atención personalizada y en ocasiones al ingreso hospitalario8.

La soledad y el aislamiento, agravadas por la situación de encierro social al que nos hemos visto sometidos ante la pandemia por COVID-19, con una mayor consecuencia negativa en mujeres que en hombres. El aislamiento no siempre se puede correlacionar con el sentimiento de soledad, pero ambos son factores de riesgo para la aparición de trastornos mentales9.

Tal y como plasman estos nuevos estudios, los factores que pueden influir en el desarrollo de esa enfermedad, son:

Genéticos: Para demostrar que esta enfermedad se transmite genéticamente, los estudios se basan en los familiares de primer grado así, siendo la probabilidad de padecer la enfermedad en un 35% cuando los dos progenitores la padecen y de un 15 % cuando la padece uno de los dos. Un resultado a destacar es que en gemelos idénticos (homocigóticos) se ha demostrado que si uno de los gemelos padece esquizofrenia el otro tiene el 50% de posibilidades de padecerla. En cambio, los gemelos dicigóticos presentan un riesgo del 15%7.

 

Biológicos:

Neurotransmisores: Una explicación fisiopatológica se basa en una hiperactividad del sistema de la dopamina debida tanto a la efectividad de los medicamentos antipsicóticos bloqueadores de los receptores postsinápticos, como a la exacerbación de los síntomas al administrar drogas que aumentan la transmisión dopaminérgica (anfetaminas), existen estudios postmorten que demuestran un aumento en la concentración de receptores dopaminérgicos tipo 2 (D2) en cerebros de pacientes esquizofrénicos. Pueden influir otros neurotransmisores, como la noradrenalina, la serotonina, el GABA y el glutamato10.

Factores neuroanatómicos y neuroquímicos: Diversos estudios indican que los pacientes con esquizofrenia presentan una serie de diferencias con respecto a los individuos sanos, entre los que se incluyen: menos tejido cerebral; menos líquido cefalorraquídeo; aumento de los ventrículos laterales; reducción del volumen de las estructuras temporales mediales1,7,10.

Anomalías neurobiológicas: Incluso antes de detectar clínicamente los síntomas de la enfermedad ya hay evidencia de anomalías neurobiológicas tanto estructurales como funcionales y cognitivas como es el déficit de atención. Estas anomalías, pueden hacer al individuo vulnerable a diversos factores estresantes, los cuales actuarían como desencadenantes del desequilibrio patológico1.

Psiconeuroinmunología: Se ha encontrado un descenso en la producción de interleukina – 2 de las células T, número reducido de linfocitos y anticuerpos anticerebrales. Esto apoya la teoría de una etiología viral de la esquizofrenia10.

Hay que tener en cuenta que en cada individuo intervienen unos u otros factores en una proporción desigual, la “vulnerabilidad al estrés” se considera como un importante desencadenante, enmarcándose dentro del modelo “biopsicosocial” de la enfermedad1.

Se trata de una enfermedad compleja en la que están presentes multitud de síntomas, divididos en: positivos o psicóticos (delirios y alucinaciones), negativos (deterioro emocional, deterioro motivacional, desorganización y empobrecimiento del discurso o alogia). Además, deben tenerse en cuenta los emocionales o afectivos y los cognitivos, ninguno de estos síntomas es patognomónico. La evaluación de los síntomas se basa en la entrevista con el paciente y con los familiares ya que no existen exploraciones objetivas; entrevista la cual se ha visto afectada ante la pandemia, ocasionando pérdida de contacto con los pacientes o familiares2,3,8,11.

Por lo tanto, la esquizofrenia es una enfermedad crónica caracterizada por tres fases sin límites claros y absolutos entre ellas. La mayor parte de los pacientes alternan episodios psicóticos agudos con fases estables de remisión total o parcial. Aparece un primer episodio que puede ser brusco o insidioso, los pacientes presentan síntomas psicóticos graves, como delirios y/o alucinaciones, un pensamiento gravemente desorganizado y no son capaces de cuidar de sí mismos de forma apropiada. Con frecuencia, los síntomas negativos son más intensos. Durante la fase de estabilización se reduce la intensidad de los síntomas psicóticos agudos. La duración de la fase puede ser de 6 meses o más después del inicio de un episodio agudo. Pero la mayor parte de sujetos presentan algún tipo de fase prodrómica con un desarrollo lento y gradual de signos y síntomas apareciendo así la fase activa que define el trastorno como esquizofrenia2,8.

Se observa que un curso variable: en algunos pacientes no se presentan nuevos episodios, en la mayoría se producen exacerbaciones y remisiones, y en una pequeña parte persiste un estado psicótico grave de forma crónica. La remisión completa, es decir, el restablecimiento de la función previa a la aparición del trastorno no es frecuente en esta enfermedad2. En cuanto a evolución puede ser continua o episódica, con déficit progresivo o estable, o bien puede haber uno o más episodios, con remisión completa o incompleta2.

Los neurolépticos, también llamados antipsicóticos, son eficaces para reducir la intensidad y frecuencia de los síntomas psicóticos, aunque no curan la esquizofrenia. Así pues, en la actualidad disponemos de dos grandes grupos de antipsicóticos: atípicos (son antagonistas de la dopamina y la serotonina), como Risperidona, Olanzapina o Quetiapina, con un perfil de efectos secundarios más tolerable, destacando principalmente la ausencia de efectos extrapiramidales y como segunda elección tenemos a los de primera generación o convencionales (son antagonistas de la dopamina), en el que se encuentra la Clorpromazina la cual hizo su aparición en 19522,7,8.

Ante la situación de una mala respuesta al tratamiento con fármacos antipsicóticos y con la presencia de síntomas psicóticos graves el TEC es administrado de forma conjunta a antipsicóticos.

Son varios los pacientes que no consiguen llevar un estricto control farmacológico, es por ello que la alternativa al incumplimiento del tratamiento consiste en cambiar el tratamiento del paciente para instaurar un antipsicótico atípico inyectable de larga duración, es decir de liberación prolongada (Retard). Con esta medicación se consigue garantizar el cumplimiento y el conocimiento inmediato de la falta de cumplimiento. Otra ventaja sería el menor riesgo de recaída debido a la administración de medicación continuada (2).

 

No menos importantes estaría el tratamiento psicosocial, son procedimientos o programas de actuación psicológica y sobre factores sociales que pueden realizarse tanto en el hospital como en entornos comunitarios y pueden complementar los efectos del tratamiento farmacológico1. Las sesiones de psicoterapia individual y de grupo ayudan al paciente a mantener el contacto social con otras personas que pueden ser importantes para él, estos serían1,7:

Psicoterapia de apoyo y familiar: Hace referencia al énfasis en la comunicación empática con el paciente, el consejo para la resolución de los problemas de la vida cotidiana, el proporcionar información asequible acerca de la enfermedad, el análisis de los factores de riesgo para recaídas, en la que las relaciones sanitario-paciente puede considerarse un eslabón crucial en la articulación de las estrategias de tratamiento1.

La familiar Centrada en las relaciones entre los miembros de la familia. En ella se trabaja la emoción expresada, para evitar la aparición de recaídasy reducir los efectos negativos de la enfermedad1,7.

Entrenamiento en habilidades sociales y de rehabilitación: Estas se pierden en el transcurso de la enfermedad y se hace necesario un entrenamiento nuevamente de ellas, intentando reforzar sus capacidades y su educación de nuevo. Dificultad a la que se han visto ante el aislamiento el cual ha restringido en su totalidad el apoyo de amigos o allegados1.

Terapia de mejora cognitiva (TMC): Es una terapia innovadora, permite al paciente desarrollar y practicar habilidades sociales. Pensada para prevenir o mejorar los déficits sociales y neurocognitivos7.

Por último , ante esta situación y de forma inmediata , la Confederación Salud Mental lanzó una campaña a través de las redes sociales en la cual se recogían recomendaciones de profesionales de la salud mental y física ante la situación del confinamiento , junto a las recomendaciones y normativas para las personas con problemas de salud mental las cuales poseen menos habilidades y herramientas que la población sana para hacer frente de forma exitosa la cuarentena ,cuando podían salir de casa , documento que debían llevar consigo y cómo llevar la situación de encierro y aislamiento12.

 

EPIDEMIOLOGÍA:

Hasta antes de la pandemia, la esquizofrenia afecta a la población mundial entre el 0’5y 1%. Por su parte, los datos que aporta la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esquizofrenia esclarece que en todo el mundo hay más de 24 millones de personas afectadas por este trastorno mental. En lo referente a la incidencia, para hombres es de 0,84 cada 10.000 y de 0’79 cada 10.000 para las mujeres, mientras que la prevalencia es de 3 cada 1000 habitantes por año para los hombres y 2,86 cada 1000 habitantes para las mujeres. La edad de inicio de la enfermedad se encuentra entre el final de la adolescencia e inicio de la vida adulta, siendo en los hombres entre los 15-25 años frente a los 25-35 años en mujeres. Importante diferenciar entre la edad de inicio y la edad de diagnóstico porque suelen pasar meses o incluso años antes de consultar con el especialista médico2,3,5,15.

Ahora bien, tras los nuevos estudios en los que se relaciona la esquizofrenia a la soledad, cabe destacar que se ha visto un cambio en la incidencia, siendo mayor en mujeres que en hombres9.

En los últimos informes de la OMS, a nivel mundial se ha visto un aumento de padecer secuelas mentales en personas que han superado el COVID -19, con un aumento entre un 8% y un 10% de pensamientos suicidas, especialmente en jóvenes y adultos con cifras entre 12,5% y un 14 %, además de un claro aumento de niveles de ansiedad y estrés desde el inicio de la pandemia, siendo de un 43.7% por ansiedad y un 35.5% de depresión. Según el último informe del (CIS), el Centro de Investigaciones Sociológicas, se observa un mayor número de problemas relacionados con el estado de ánimo en mujeres, mientras que los varones los tienen en mayor medida de ansiedad y post-traumáticos12,13.

 

CONCLUSIÓN

La pandemia COVID-19 se ha asociado a un aumento de problemas psicológicos, como ansiedad, depresión y estrés, de forma general en toda la población; y con un mayor incremento en aquellas personas que, previamente, ya padecían alguna de las patologías mencionadas.

Aumento significativo en mujeres respecto a hombres, con una pérdida de contacto y de continuidad de tratamiento por parte del personal sanitario, perdiéndose la atención especializada, ante el aislamiento. Esto ha provocado mayor incomunicación y pérdida de la realidad por parte de estos pacientes.

 

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