AUTORES
- Andrea Oliveras Nogues. Enfermera urgencias HNSG.
- Maria Marzo Moles. Enfermera unidad quirúrgica HUMS.
- Clara Prieto Gimenez. Enfermera urgencias HRV.
- Sandra Valero Barrios. Enfermera urgencias HRV.
- Pilar Marzo Moles. Enfermera unidad quirúrgica HUMS.
- Aitana Morant Pablo. Matrona CS, Barrio Jesús.
RESUMEN
El signo principal lo constituye la expulsión de sangre por los orificios nasales anteriores.
las hemorragias nasales (epistaxis) son frecuentes por la cantidad de arterias y venas que la nariz posee, por los continuos traumatismos que las fosas sufren (contacto digital directo, alérgenos, sustancias irritantes, contacto continuo con el aire que inspiramos, oxigenoterapia y el CPAP entre otros), la frecuencia de las enfermedades que la predisponen (hipertensión arterial, antiagregación plaquetaria y anticoagulación). Generalmente los sangrados nasales son de pequeña intensidad y ocurren de forma aislada, pero en ocasiones, el volumen del sangrado, su continuidad o la repetición de los cuadros obligan a la consulta con un otorrinolaringólogo.
PALABRAS CLAVE
Epistaxis, anatomía de la nariz, cuidados enfermería.
ABSTRACT
The main sign is the expulsion of blood through the anterior nostrils.
Nosebleeds (epistaxis) are frequent due to the number of arteries and veins that the nose has, due to the continuous trauma that the nostrils suffer (direct digital contact, allergens, irritating substances, continuous contact with the air we inspire, oxygen therapy and CPAP among others), the frequency of predisposing diseases (arterial hypertension, antiplatelet therapy, and anticoagulation). Generally, nosebleeds are of low intensity and occur in isolation, but sometimes, the volume of bleeding, its continuity or the repetition of the symptoms make it necessary to consult an otolaryngologist.
KEY WORDS
Epistaxis, anatomy of the nose, nursing care.
DESARROLLO DEL TEMA
El signo principal lo constituye la expulsión de sangre por los orificios nasales anteriores.
las hemorragias nasales (epistaxis) son frecuentes por la cantidad de arterias y venas que la nariz posee, por los continuos traumatismos que las fosas sufren (contacto digital directo, alérgenos, sustancias irritantes, contacto continuo con el aire que inspiramos, oxigenoterapia y el CPAP entre otros), la frecuencia de las enfermedades que la predisponen (hipertensión arterial, antiagregación plaquetaria y anticoagulación). Generalmente los sangrados nasales son de pequeña intensidad y ocurren de forma aislada, pero en ocasiones, el volumen del sangrado, su continuidad o la repetición de los cuadros obligan a la consulta con un otorrinolaringólogo1.
Para poder entender bien la epistaxis deberemos conocer un poco sobre la anatomía de la nariz.
Las cavidades nasales son estrechos espacios situados en el centro del esqueleto facial, extendiéndose en dirección sagital desde las narinas (apertura piriforme) hasta las coanas. Un tabique nasal medio separa ambas cavidades. En cada cavidad se proyectan desde la pared lateral tres cornetes nasales, cada uno de los cuales delimita un túnel: meatos nasales superior, medio e inferior. El suelo de cada fosa nasal está formado por la apófisis palatina del maxilar, y el techo, por la lámina cribosa del hueso etmoides, que es atravesada por los orificios para los nervios olfatorios. Las cavidades comunican con cuatro senos paranasales, que están tapizados por mucosa ciliada y rellenos de aire. Son los senos maxilares (conocido por su epónimo clínico de Highmore), frontal, esfenoidal y etmoidales. Éstos drenan en la parte externa de las fosas nasales, así como el conducto lacrimonasal2,3. Las fosas nasales están irrigadas por un doble sistema vascular terminal proveniente de las arterias carótidas interna y externa. El sistema carotídeo interno a través de la arteria oftálmica que penetra por la hendidura esfenoidal da origen a las arterias etmoidales anteriores y posteriores que penetrando al etmoides irrigan, principalmente la zona alta del tabique nasal y la pared lateral de la fosa nasal respectiva.
La arteria etmoidal posterior penetra a 3 a 7 mm por delante del nervio óptico, desciende desde la lámina cribosa irrigando el cornete superior y zona alta del tabique. La arteria etmoidal anterior, de mayor calibre, penetra desde la órbita a las celdillas etmoidales por el agujero etmoidal anterior y va irrigar el tercio anterior del tabique y de la pared lateral de la nariz, anastomosa con ramas anteriores de la arteria esfenopalatina en la zona anterior del septum o tabique nasal formando a este nivel lo que se conoce como plexo de Kiesselbach o área de Little y que corresponde a la zona donde se produce la mayoría de las epistaxis. El sistema carotídeo externo a través de la arteria facial, avanza desde la región cervical, bordea la rama mandibular llegando a los bordes narinarios con la rama labial superior, e irriga el piso y tabique anterior.
El principal aporte sanguíneo de la carótida externa está dado por la arteria maxilar interna, la que a través de la arteria esfenopalatina irriga la porción posterior de la nariz a través de las arterias nasales.
La irrigación de las fosas nasales es de tipo terminal, en la que en el adulto el 70% de la sangre proviene del sistema carotídeo externo a través de la arteria maxilar interna.
De acuerdo a la ubicación anatómica tenemos:
1. Epistaxis anterior. Corresponde al 90% de todas las epistaxis, generalmente por compromiso del plexo de Kiesselbach; la mayoría de leve a moderada cuantía y son más frecuentes en niños y jóvenes, fáciles de solucionar.
2. Epistaxis posterior. Aquí la arteria esfenopalatina es la principal responsable, la sangre proviene de la parte posterior de las fosas nasales siendo difícil visualizar el sitio de la hemorragia, generalmente es de moderada a gran cuantía, es poco frecuente (10%), la mayoría de las veces se presenta en pacientes adultos y es de más difícil solución1,3.
Existen una gran variedad de causas para la aparición de la epistaxis, pero entre las más comunes destacan:
- Traumatismos nasales.
- Desviaciones y malformaciones en el tabique nasal.
- Exposición a sustancias y humos de alta concentración química.
- Heridas en el interior de las fosas nasales.
- Sequedad de la mucosa de la nariz.
- Uso de medicamentos anticoagulantes o antiagregantes.
- Cambios bruscos de altura.
- Hipertensión arterial mal controlada.
- Rinitis severa de origen alérgico o infeccioso.
Asi pues las medidas a seguir serán las siguientes:
- Tranquilizar al paciente, explicándole el procedimiento a seguir (si fuera necesario se le administrará un ansiolítico).
- Colocar al paciente sentado, ligeramente inclinado hacia delante y con la boca abierta, procurando que la mayor parte del sangrado sea expulsado por la nariz, con la finalidad de ingerir la menor cantidad de sangre y así hacernos una idea de la cuantía de la hemorragia.
- Cubrir al paciente con una sábana y colocar la batea debajo de la barbilla.
- Con ayuda de una gasa o pañuelo, hacer sonar fuertemente cada orificio nasal independientemente para facilitar el vaciado de contenido mucoso y/o coágulos de sangre.
- Tomar la presión arterial del paciente y administrar tratamiento si procede.
- Aplicar compresas de hielo en el cuello, en la nuca y en el dorso de la nariz, junto con la masticación concomitante de hielo una vez realizado el tratamiento.
- Una vez retirado el taponamiento se aconseja la aplicación de pomada reepitelizante de forma tópica sobre la mucosa nasal durante unos diez días3.
- Se deberán de dar unas pautas a seguir para evitar la repetición de los sangrados en días posteriores, estas recomendaciones serán:
- Evitar las fuentes de calor.
- No tocarse ni sonarse la nariz.
- No realizar esfuerzos físicos.
- Abandonar la ingesta de aspirina si la tomase.
- Tratar la alergia si es una posible causa de los sangrados.
- Control de tensión arterial4.
BIBLIOGRAFÍA
- Goddard JC, Reiter ER: Impatient management of epistaxis: outcomes and cost. Otolaryngol Head Neck Surg 2005; 132: 707-12.
- Boettiger O. Otorrinolaringología. II Parte: Nariz, cavidades perinasales, boca, faringe, laringe. Santiago de Chile, Saval, 2000 pp 45-56.
- Manual de otorrinolaringología. Barcelona: Salvat Editores, SA, 1982; 286-289.