Obesidad y sobrepeso infantil: abordaje desde el servicio de enfermería escolar.

20 agosto 2022

AUTORES

  1. Adriana Galindo Fago. Enfermera, Centro de Salud de Broto (Huesca).
  2. Ana Carazo de la Fuente. Enfermera, Centro de Salud de Ariza (Zaragoza).
  3. César Latorre Balsa. Enfermero, Centro de Salud de Alhama de Aragón (Zaragoza).
  4. Juan López Salas. Enfermero, Centro de Salud de Alhama de Aragón (Zaragoza).
  5. Javier Loscos Zapata. Enfermero, Centro de Salud de Illueca (Zaragoza).

 

RESUMEN

La obesidad infantil se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. Es considerada una enfermedad crónica, compleja y multifactorial en la que interactúan factores individuales, genéticos, conductuales y ambientales, incluyendo estilos de vida, así como determinantes sociales y económicos. El problema posee una magnitud mundial, aunque el comportamiento epidemiológico de la obesidad infantil no es el mismo en todos los países ya que las diferencias en la estructura demográfica, cultura, economía, sistemas educativos y de salud, así como la legislación propia de cada país influyen en su prevalencia. Las repercusiones en la etapa adulta son relevantes puesto que entre el 77 y el 92% de los niños adolescentes obesos seguirán siendo obesos en la edad adulta sufriendo un incremento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, metabólicas, respiratorias, digestivas, musculoesqueléticas y reproductivas. Así mismo, se le atribuye una importante relación con la aparición de algunos tipos de cánceres y por otro lado, influye a nivel psicológico y social, favoreciendo la baja autoestima pudiendo llegar incluso a desembocar en depresiones y trastornos de la imagen corporal o del comportamiento alimentario. Debido al alcance de cifras epidémicas de obesidad infantil, la OMS considera relevante la prevención y la Educación para la Salud, ambas acciones desarrolladas por la enfermería escolar.

 

PALABRAS CLAVE

Obesidad infantil, sobrepeso infantil, prevención obesidad infantil, prevención sobrepeso infantil, enfermera escolar, educación para la salud.

 

ABSTRACT
Childhood obesity has become one of the main public health problems of the 21st century. It is considered a chronic, complex and multifactorial disease in which individual, genetic, behavioral and environmental factors interact, including lifestyles, as well as social and economic determinants. The problem has a global magnitude, although the epidemiological behavior of obesity is not the same in all countries since differences in demographic structure, culture, economy, educational and health systems, as well as the legislation of each country influence its prevalence. The repercussions in the adult stage are relevant since between 77 and 92% of obese adolescent children will continue to be obese in adulthood, suffering an increased risk of cardiovascular, metabolic, respiratory, digestive, musculoskeletal and reproductive diseases. Likewise, it is attributed an important relationship with the appearance of some types of cancer and, on the other hand, it influences at a psychological and social level, favoring low self-esteem and can even lead to depression and disorders of body image or eating behavior. Due to the scope of epidemic figures for childhood obesity, the WHO considers prevention and Health Education to be relevant, both actions carried out by school nursing.

 

KEY WORDS

Childhood obesity, childhood overweight, childhood obesity prevention, childhood overweight prevention, school nurse, health education.

 

INTRODUCCIÓN

La obesidad infantil se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. Es considerada una enfermedad crónica, compleja y multifactorial en la que interactúan factores individuales, genéticos, conductuales y ambientales, incluyendo estilos de vida, así como determinantes sociales y económicos1,2.

El problema posee una magnitud mundial aunque sería un error afirmar que el comportamiento epidemiológico de la obesidad infantil es el mismo en todos los países ya que las diferencias en la estructura demográfica, cultura, economía, sistemas educativos y de salud, así como la legislación propia de cada país influyen en su prevalencia, haciendo que esta pueda ser muy diferente, incluso en países relativamente cercanos3.

Anteriormente, los datos de prevalencia a nivel mundial reflejaban un claro aumento en países desarrollados sobre todo en ambientes urbanos, aunque los últimos datos reflejan una afectación progresiva incluso en los países más pobres, donde paradójicamente una elevada prevalencia de obesidad y sobrepeso coexiste con la desnutrición. Este aumento se debe a los cambios sufridos en los estilos de vida, concretamente en el aumento de la ingesta calórica y en la disminución de las actividades que producen un gasto energético2,3.

La obesidad infantil tiene importantes repercusiones en la etapa adulta puesto que entre el 77 y el 92% de los niños adolescentes obesos seguirán siendo obesos en la edad adulta. Así mismo, el impacto sobre la economía queda reflejado puesto que las personas severamente obesas mueren 8 a 10 años antes que las que tienen un peso adecuado; además se dice que cada 15 kilogramos extras aumentan el riesgo de muerte temprana aproximadamente en un 31%. Se calcula que los gastos médicos derivados giran en torno a 2 billones de dólares anuales, que equivalen al 2,8% del Producto Interior Bruto (PIB) global; en términos relativos, la obesidad incrementa los costos de atención sanitaria en un 36% y un 77% en medicamentos3,4.

Según los datos del último informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2021, haciendo referencia a la obesidad y el sobrepeso mundial, queda reflejado que en el año 2016 había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad. Esta cifra ha aumentado de forma espectacular del 4% en 1975 a más del 18% en 2016; Este aumento ha sido similar en ambos sexos: un 18% de niñas y un 19% de niños con sobrepeso en 20165.

Otro de los estudios que aporta datos similares es el informe “The heavy burden of obesity” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2019) en el cual se presentan los datos de prevalencia de sobrepeso y obesidad de 52 países, ordenados en rankings de mayor a menor prevalencia. Entre esos países se encuentra incluido España que, para el sobrepeso y la obesidad de población de 5 a 19 años, ocupa el puesto 12º con una prevalencia del 23,8% y, si sólo se consideran países de la Unión Europea, España pasa a ocupar la 4ª posición6.

La obesidad ha alcanzado cifras epidémicas por lo que la OMS ya la trata como «la epidemia del siglo XXI». Constituye en sí misma un grave problema de salud ya que incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, metabólicas, respiratorias, digestivas, musculoesqueléticas y reproductivas. Así mismo, se le atribuye una importante relación con la aparición de algunos tipos de cánceres como el de mama y endometrio en mujeres post-menopáusicas, el de colon, el de próstata, el de recto y el de vesícula y vías biliares. Por otro lado, la obesidad influye a nivel psicológico y social, favorece la baja autoestima pudiendo llegar incluso a desembocar en depresiones y trastornos de la imagen corporal o del comportamiento alimenticio7,8.

Dado el efecto negativo que supone la obesidad para la salud, los gobiernos de muchos países han desarrollado programas dirigidos a sensibilizar a la población en general y sobre todo a los niños y jóvenes, para que adopten hábitos de vida saludables a través de una alimentación sana y de una práctica regular de actividad física. Concretamente, en España se puso en marcha en el año 2005 la estrategia NAOS (Nutrición, Actividad física y prevención de la obesidad)7.

Con todos estos datos y destacando la función docente de la enfermera escolar, este trabajo persigue realizar una revisión del tema en la actualidad y justificar la necesidad de la enfermera escolar como promotora de salud y propone un proyecto de Educación para la Salud (EpS) relacionado con la obesidad en los centros escolares.

 

OBJETIVOS

  • Conocer la prevalencia de obesidad y sobrepeso infantil en España en los últimos 10 años.
  • Definir la obesidad, sus causas y consecuencias en la población infantil.
  • Reflejar la importancia de la figura de la enfermera escolar en el abordaje de esta enfermedad y en el desarrollo de proyectos de Educación para la Salud.
  • Diseñar un plan de intervención de enfermería escolar para la prevención de sobrepeso y obesidad infantil en escolares de 6 a 9 años.

 

METODOLOGÍA

Se realiza una revisión bibliográfica de la literatura publicada en distintas bases de datos científicas nacionales e internacionales: Pubmed, Dialnet, Cuiden, Scielo y Google Académico. Para la estrategia de búsqueda he utilizado los descriptores recogidos en el tesauro de la National Library of Medicine de Estados Unidos (Medical Subject Headings – MeSH) y de la Biblioteca Virtual de Salud (Descriptores en Ciencias de la Salud – DeCS).

En la tabla 1 (anexos) se han representado las distintas combinaciones utilizadas aplicando el operador booleano «AND» así como los resultados obtenidos, los límites temporales escogidos en cada caso y los idiomas. Finalmente han sido utilizados un total de 30 artículos los cuales fueron seleccionados tras su lectura y análisis, además de descartar aquellos cuyo acceso no era libre, no tuvieran información relevante o no se relacionan con el objetivo del trabajo.

Para completar la información con datos y estadísticas oficiales han sido consultadas páginas web con base científica como la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), la Asociación Nacional e Internacional de Enfermería escolar (AMECE) y la Sociedad Científica Española de Enfermería Escolar (SCE3).

 

RESULTADOS

La obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel global, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace referencia a la misma como la «epidemia del siglo XXI» y aprueba términos como «globesidad» para hacer referencia a este problema que desde el año 1980 ha visto más que duplicadas sus cifras en todo el mundo8.

Concretamente, la obesidad infantil supone uno de los problemas de salud pública más graves de nuestro siglo, siendo la enfermedad crónica más prevalente en la infancia y adolescencia asociada a numerosas complicaciones en la edad adulta en los países occidentales8,9.

Debido a esto, la Región Europea de la OMS impulsó, tras la Conferencia Ministerial Europea contra la Obesidad en 2006, la WHO European Childhood Obesity Surveillance Initiative (COSI Euro OMS), que consiste en el desarrollo de un sistema armonizado de vigilancia de la obesidad infantil que asegura su comparabilidad en el tiempo y entre países, favoreciendo el conocimiento del problema así como la evaluación de las políticas y medidas llevadas a cabo9,10.

Los Gobiernos de los diferentes países han invertido en el desarrollo de programas dirigidos a sensibilizar a la población en general y sobre todo a los niños y jóvenes para que adopten hábitos de vida saludables a través de una alimentación sana y de la práctica regular de actividad física. En el año 2005, se puso en marcha en España la estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad) con la que se pretende influir y actuar sobre el entorno familiar, comunitario y escolar de los niños y adolescentes, sobre el mundo empresarial y sobre el sistema sanitario9,10.

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), a través del Observatorio de la Nutrición y de Estudio de la Obesidad, desarrolla la vigilancia de la obesidad infantil en nuestro territorio, dentro del marco de la estrategia NAOS y cumpliendo con los Objetivos de Desarrollo 2030. De esta manera, España participa en la iniciativa COSI a través del «Estudio ALADINO de Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad» que la AESAN desarrolla periódicamente desde el año 201110.

Los datos recogidos en el Estudio ALADINO 2019 expresan y permiten evaluar la evolución de la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil en España en los últimos 4 años desde la última publicación del año 2015. Se trata de un estudio descriptivo transversal de las medidas antropométricas de escolares de 6 a 9 años residentes en España obtenidas por medición directa y de factores asociados obtenidos mediante cuestionarios; El tamaño muestral es de 16.665 escolares pertenecientes a 276 Centros de Educación Primaria (tabla 2 Anexos)10.

Los principales resultados de prevalencia de sobrepeso y obesidad en función del sexo y la edad respetando los estándares de situación ponderal de la OMS, muestran que la prevalencia de sobrepeso es del 23,3% y la prevalencia de obesidad del 17,3% en la población infantil española de 6 a 9 años y que dentro de la obesidad, un 4,2% de los escolares estudiados presentan obesidad severa. Respecto a las diferencias por sexo (Gráficos 1 y 2, Anexos), el porcentaje de niñas con sobrepeso es significativamente mayor que el de niños (24,7% vs 21,9%) mientras que el porcentaje de obesidad es significativamente superior en niños (19,4% vs 15,0%), así como el de obesidad severa (6,0% vs 2,4%). Según los grupos de edad (Gráfico 2), el porcentaje de niños con sobrepeso aumenta en el grupo de 9 años respecto a los grupos de edad menores, mientras que el de obesidad aumenta en los niños con 7 años, estabilizándose a partir de esa edad. En las niñas la prevalencia de sobrepeso no cambia con la edad, mientras que la obesidad aumenta hasta los 8 años10.

Gracias a que el Estudio ALADINO permite evaluar la evolución en el tiempo de los datos, podemos observar como entre 2011 y 2019, la prevalencia de exceso de peso (sobrepeso + obesidad) ha disminuido un 3,9% y la de sobrepeso un 2,9%, en ambos casos de forma significativa. Por otro lado, la población infantil con normopeso ha aumentado significativamente un 3,7% y la prevalencia de obesidad en 2019 es ligeramente inferior. En el período 2015-2019 se aprecia una estabilización de todas las situaciones ponderales evaluadas sin cambios estadísticamente significativos entre ellos (Gráfico 3, Anexos) 10.

 

Existen múltiples definiciones de obesidad, hasta el día de hoy una de las más aceptadas es la propuesta por la OMS que la entiende como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud; En esta definición clásica se asocia la aplicación del Índice de Masa Corporal (IMC) o Índice de Quetelet, que asocia el peso (expresado en kilogramos) dividido entre la talla (expresada en metros) al cuadrado. Este método indirecto para identificar la obesidad en la edad infantojuvenil no es el más completo puesto que posee una alta sensibilidad (95-100%) pero una muy pobre especificidad (36-66%) ya que no discrimina entre tejido graso y no graso, la proporción de hidratación y la proporción de masa magra. Tampoco es ideal para caracterizar el cambio de peso en una población obesa pero pese a ello continúa siendo el más frecuentemente utilizado debido a su fácil aplicación y bajo coste12,13.

Debido a las desventajas del método IMC, es importante destacar otros que sí pueden determinar el tejido graso como la ecuación de Deurenberg: % grasa corporal = 1.,2 (IMC) + 0,23 (edad) – 10,8 (sexo) – 5,4, donde sexo = 1 para varones, y sexo= 0 para mujeres; Aunque recientemente se ha descubierto una opción más específica para diagnosticar la obesidad mediante la bioimpedancia eléctrica, la cual calcula la resistencia corporal al movimiento de una corriente eléctrica alterna de baja intensidad; Con este método se valora el porcentaje de tejido graso, tejido magro y el líquido corporal de cada individuo; Respecto al tejido graso, éste actúa como un mal conductor de la corriente eléctrica, por lo que se puede considerar que el tejido graso presenta alta impedancia eléctrica. Entre sus ventajas cabe destacar que es un método fácil de realizar y permite un diagnóstico más certero de obesidad y su tratamiento; El inconveniente es que solamente puede aplicarse en personas adultas normalmente y que no presenten alteraciones hídricas ni electrolíticas14.

Por otro lado, los indicadores antropométricos de la obesidad pueden ser una herramienta útil para la detección temprana y un mejor control. La circunferencia de la cintura (CC) y el índice de conicidad (índice C) identifican la grasa localizada en la región central del cuerpo. El índice cintura-talla (ICT), al ajustar el perímetro de cintura a la estatura, se está postulando como una herramienta de utilidad para predecir adiposidad relativa entre los 6 y 14 años, diagnosticar obesidad visceral y detectar alteraciones metabólicas en la población pediátrica en general15.

Debido a que la composición corporal de la población pediátrica varía según factores como la edad, el sexo, las etapas puberales o la etnicidad, se han tenido que realizar modificaciones para que el IMC siga siendo útil, como las nuevas tablas diagnósticas de la OMS donde la tabla con percentiles de peso para la talla ha sido reemplazada por otra con los percentiles de IMC/Edad. Concretamente, varios grupos de investigación han desarrollado tablas que tienen en cuenta los diferentes grupos de edades (tablas para niños desde el nacimiento hasta los 2 años, desde los 2 años hasta los 5 años y desde los 5 años hasta los 19 años) y para cada sexo, persiguiendo de esta manera la obtención de resultados diagnósticos más fiables y aplicables a cualquier población con el IMC. Tras estas modificaciones, la OMS redefinió el concepto de sobrepeso para los niños y niñas de 5 a 19 años como el IMC para la edad con más de una desviación típica por encima de la mediana establecida en los patrones de crecimiento infantil de la OMS, y la obesidad como mayor que dos desviaciones típicas por encima de la mediana establecida en los patrones de crecimiento infantil de la OMS16,17.

En relación a la etiología de la obesidad infantil no puede afirmarse que exista un único factor causal, concreto, directo y claramente identificable, ya que su origen es multifactorial y, por lo tanto, su abordaje tendrá que tener presente al conjunto de los factores implicados. Numerosos estudios de los últimos años han encontrado grandes grupos de factores o determinantes de la obesidad infantil lo que ha originado varios modelos que intentan explicar los posibles orígenes de la obesidad. Uno de ellos, el modelo ecosocial desarrollado por Urie Bronfenbrenner trabaja sobre la relación de factores contextuales, ubicando al niño en el centro de una serie de círculos concéntricos que representan los diversos niveles de influencia; ese centro es la unidad fundamental de investigación o análisis (Figura 1, Anexos)18.

En el primer plano se indaga por los factores próximos a la obesidad, como la alimentación y la actividad física del niño. El siguiente plano correspondiente al Microsistema, hace referencia al hogar y el papel fundamental de la familia en la formación de los niños puesto que son ellos los encargados de establecer las pautas de crianza, los hábitos de alimentación y la predisposición a consumir un determinado tipo de alimentos. Tras éste, encontramos el Mesosistema que incluye el barrio y el entorno escolar, los cuales van a influir mediante la cultura y las normas locales a las que el niño intentará adaptarse. Por último, el macrosistema es considerado el nivel de influencia más distal y abarca las dimensiones anteriores18.

 

Pese al gran número de factores, existe un consenso generalizado en afirmar que los tres siguientes son los más influyentes en la obesidad infantil19:

  • Cambios en la ingesta dietética: actualmente existe una tendencia progresiva a la adopción de una dieta occidental, caracterizada por el consumo excesivo de calorías, bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados, e insuficiente de frutas, verduras, cereales integrales y otros alimentos ricos en fibra.
  • Disminución de la actividad física y aumento del sedentarismo: a lo largo de los últimos años, los avances tecnológicos han provocado que nuestra actividad física disminuya notablemente. La tecnología nos ha facilitado muchas tareas de nuestro día a día reduciendo nuestra actividad, y nuestro ocio, especialmente el de los más pequeños, ha cambiado mucho en los últimos años20,21.

Anteriormente, las complicaciones derivadas de la obesidad se consideran inusuales en la infancia, sin embargo, cada vez se detectan más niños con patologías de adulto en las consultas de pediatría y cada vez más expertos afirman que las enfermedades relacionadas con el estilo de vida ya no son exclusivas de la medicina para adultos. La mayoría de estos problemas tienen un impacto considerable en la calidad y expectativa de vida de la población infantil22. Las consecuencias a corto plazo son:

  • Trastornos ortopédicos: desde dolores articulares generalizados hasta patologías más concretas como la enfermedad de Blount (tibia vara o arqueada), la epifisiolisis de la cabeza femoral, el genu valgo y los pies planos.
  • Trastornos gastrointestinales: reflujo gastroesofágico, estreñimiento, depósitos de grasa en el hígado, pancreatitis o colelitiasis.
  • Trastornos del sueño: síndrome de apnea obstructiva del sueño que puede conducir a hipertrofia del ventrículo derecho e hipertensión pulmonar, disfunción neurocognitiva que desemboca en dificultad de atención y disminución del rendimiento académico.
  • Problemas respiratorios: asma e intolerancia al ejercicio.
  • Alteraciones metabólicas: dislipemias, alteraciones del metabolismo de la glucosa, hipertensión arterial.
  • Trastornos endocrinos: diabetes tipo 2, pubertad precoz, síndrome del ovario poliquístico, hipogonadismo en chicos.
  • Afecciones dermatológicas: acantosis nigricans y zonas de muchos pliegues.
  • Problemas renales: glomerulosclerosis.
  • Déficits nutricionales: ferropenia y déficit de vitamina D.
  • Problemas psicológicos: baja autoestima con sentimientos de inferioridad y rechazo, depresión, ansiedad e inseguridad.
  • Problemas sociales: discriminación social, burlas, bullying, bajo rendimiento escolar, fracaso y absentismo escolar23.

 

Además, se han podido observar consecuencias a medio y largo plazo entre las cuales encontramos:

  • Obesidad en la edad adulta o “tracking”: La probabilidad de que la obesidad persista en la edad adulta oscila entre 20-50% antes de la pubertad y entre 40-70% después de esta24.
  • Modificaciones epigenéticas: recientes investigaciones han descubierto que ciertos aspectos ambientales como los productos ultraprocesados, la presencia de una microbiota específica o determinados disruptores endocrinos (productos químicos) pueden modificar la expresión de genes que controlan muchas vías metabólicas que están comprometidas con el origen de la obesidad. Las exposiciones ambientales transitorias experimentadas en etapas tempranas de la vida pueden tener efectos permanentes, que se manifiestan en etapas posteriores aumentando el riesgo de padecer enfermedades crónicas. El epigenoma está determinado por hábitos de vida y factores ambientales sobre los que se puede actuar. El ejercicio físico, junto con la alimentación, son dos de los factores con gran impacto sobre el epigenoma relacionado con el desarrollo de la obesidad. Un estilo de vida saludable “enciende” genes protectores y “apaga” genes productores de enfermedad25.
  • Cáncer: la obesidad infantil y juvenil aumenta el riesgo de padecer hasta 13 tipos distintos de cáncer (mama, colorrectal, riñón, endometrio, tiroides, páncreas, hígado, mieloma, gástrico, meningioma, ovario, esófago y vesícula). Esto se debe a que se intensifican los mecanismos celulares que promueven la aparición y desarrollo del cáncer: modificaciones epigenéticas, alteraciones del sistema inmune, hormonal y metabólico, modificaciones de la flora microbiana y aumento del reflujo gastroesofágico26.
  • Enfermedades crónicas no transmisibles: la diabetes tipo 2 (casi el 60% de los casos nuevos de diabetes se deben al sobrepeso), hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares (el 18% de todos los casos se deben a un exceso de peso) o hiperlipemias. Estos factores de riesgo están asociados con las principales causas de muertes en nuestro país: cardiopatías isquémicas y accidentes cardiovasculares.
  • Muertes prematuras: la causa de este fenómeno es el resultado de las complicaciones para la salud que vienen asociadas a las comorbilidades derivadas de la obesidad. Según un estudio realizado por la OCDE, en 52 países, estimó que en el futuro se producirán alrededor de 3 millones de muertes prematuras (entre los 30 y los 70 años) debidas al sobrepeso.
  • Disminución de la esperanza de vida: Se ha estimado que la obesidad y sus enfermedades relacionadas reducen la esperanza de vida en unos 2,6 años lo que provocará una disminución desde los 83,4 años de esperanza de vida de nuestro país a 80,8 en la próxima década.

La magnitud de los problemas de salud derivados de la obesidad infantil ha hecho que la OMS iniciarse en el año 2002 varios planteamientos dirigidos a sus países miembros; Propuso una serie de recomendaciones para que fueran incluidas en sus políticas públicas y lanzó propuestas generales para que fueran aplicadas en las diferentes áreas en las que los niños desarrollan sus actividades; Una de esas áreas es la escuela, reconocida por muchos autores como uno de los entornos más importantes que pueden dar forma e influir en los hábitos relacionados con la salud de los niños27,28.

Concretamente, alguna de las sugerencias que la OMS planteó para aplicar en las escuelas consistían en promover una alimentación adecuada mediante educación sanitaria, programas de alimentación en los centros escolares, restricción de la venta de alimentos en las escuelas, desarrollo de programas que fomenten la salud y el bienestar, educación de los niños sobre el origen de los alimentos, promover la actividad física y hacer partícipes a los padres27,28.

Siguiendo las recomendaciones de esta organización, resulta de especial relevancia destacar el papel que la enfermera escolar puede tener en el desarrollo y cumplimiento de dichas sugerencias. La edad escolar es considerada como el periodo clave para definir estrategias que permitan desarrollar competencias y habilidades para la vida. El nacimiento de la enfermería escolar surge con el propósito de preparar al alumnado para una vida independiente en sociedad y educarlo en los valores de la dignidad, la tolerancia y la igualdad, así como integrar a los menores que por inmadurez física y mental necesita protección y cuidados especiales28. El objetivo principal de estos profesionales es mejorar la calidad de vida del alumnado, atendiendo a sus necesidades y problemas de salud, prevención de enfermedades y accidentes, así como promover la salud de toda la comunidad educativa, en una actuación coordinada dentro del equipo escolar. La salud escolar implica la atención integral del individuo con sus aspectos físicos, psíquicos y sociales para favorecer su bienestar y desarrollo integral29.

 

Como complemento a estos objetivos, existen leyes que enmarcan las funciones de la Enfermera Escolar:

  • La Ley 44/2003, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, en su artículo 7 y dentro del ámbito de actuación dice: «… a los diplomados en Enfermería les corresponde la dirección, evaluación y prestación de los cuidados de enfermería orientados a la promoción, mantenimiento y recuperación de la Salud, así como la prevención de las enfermedades y discapacidades.»
  • El Decreto 1231/2001 de Ordenación de la actividad profesional de Enfermería, en su artículo 52 dice que «…se considerará que el ejercicio de la profesión de enfermería abarca, a título enunciativo, el desarrollo de funciones asistenciales, investigadoras, de gestión y de docencia30.

Las actuaciones y tareas de la enfermera escolar se pueden establecer de acuerdo con las cuatro funciones reconocidas de la enfermería profesional: asistencial, docente, investigadora y de gestión. Para desarrollar la prevención de la obesidad infantil en los centros educativos cabría destacar las actividades que comprende la función docente de este profesional:

  • Promover la salud y adquisición de hábitos saludables y habilidades que favorezcan las conductas saludables a través de los programas de Educación para la salud (EpS), dirigidos a toda la comunidad escolar.
  • Formar a madres, padres y asociaciones de APAS sobre los problemas frecuentes en el centro educativo (enfermedades transmisibles, prevención de accidentes…) cómo prevenirlos y en general, fomentar unos hábitos saludables desde el ámbito familiar participando en la Escuela de Padres.
  • Colaborar en la formación de profesionales y trabajadores de la comunidad educativa (personal de comedor, educador, maestro, equipo directivo, etc.) desarrollando seminarios y talleres sobre hábitos de vida saludables.
  • Trabajar colaborativamente con el equipo docente y el claustro de profesores para integrar la salud en todas las materias de manera transversal.
  • Educar a alumnos que padecen enfermedades crónicas, y al resto de la comunidad educativa, sobre el autocuidado.
  • Realizar recomendaciones dirigidas a madres-padres, y personal docente y no docente sobre los procesos patológicos más comunes en la infancia y cómo prevenirlos.
  • Explicar el proceso de la enfermedad, beneficios y ventajas de algunas pruebas diagnósticas, buen uso del sistema sanitario, etc.
  • Aportar a la comunidad educativa una visión de la salud como un bien positivo que hay que cuidar cuando la persona está sana.

El desarrollo de un programa de Educación para la Salud resulta esencial para que los alumnos adquieran hábitos de vida saludables que se mantengan en la etapa adulta.

A pesar de todos los esfuerzos realizados, el concepto Educación para la Salud no se ha consolidado. La falta de continuidad en la formación de los más pequeños trae consigo consecuencias tan graves como el incremento de la obesidad infantil, mayor precocidad en consumo de tabaco, alcohol y drogas, aumento de enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, etc29.

Para intentar resolver estos y otros problemas, se plantea la incorporación en los centros educativos de la enfermería escolar como un servicio continuo hacia la población que más posibilidades tiene de modificar malos hábitos y de incorporar costumbres saludables. Cabe destacar que el enfermero/a escoloar presta sus servicios durante toda la jornada escolar y no solo puntualmente dentro de un programa establecido y organizado por organismos externos que pueden estar o no relacionados con el entorno sanitario31.

Las actividades que desarrollar por el enfermero/a escolar para prevenir la obesidad y el sobrepeso infantil deberían dirigirse, tras contrastar datos de prevalencia de dicha enfermedad, a edades comprendidas entre los 6 y 9 años; Las razones quedan reflejadas por claros repuntes de sobrepeso y obesidad a estas edades y por la facilidad de adquierir nuevos conocimientos y modificar hábitos en estas etapas de la vida. También destaca la importancia de incluir a los padres y madres en estos programas ya que ellos forman una de las esferas más influyentes sobre los infantes, por lo tanto, deben ser informados también sobre hábitos saludables; De la misma forma, los profesores formarán parte del programa y podrán recibir la misma información dirigida a prevenir este problema de salud32.

Como ya hemos visto, los niños con sobrepeso u obesidad son más propensos a sufrir enfermedades crónicas, a disminuir sus actividades, sufrir baja autoestima, etc. lo que se traduce en una peor calidad de vida que finalmente acabará influyendo en su integración social y desarrollo escolar. Lo que pretende la enfermería escolar es ofrecer una educación a los niños que les ayudará a desarrollar un conocimiento sobre esa patología, distinguir entre hábitos nutricionales saludables y no saludables, qué hacer para prevenir o disminuir los efectos negativos y controlar su enfermedad. Estas actividades se desarrollan en horario lectivo en el centro escolar y se adaptarán a las edades incluyendo más actividades participativas, imágenes, juegos y descansos en el caso de que las sesiones superan los 45-50 minutos de duración32, 33.

La educación a los padres irá dirigida a informar sobre la obesidad y sus consecuencias, hábitos nutricionales saludables y se establecerán unos minutos dirigidos a resolver dudas puesto que cuando los progenitores se involucran y están bien informados también contribuyen a prevenir el desequilibrio ponderal de sus hijos. En cuanto a las intervenciones con el personal del colegio (profesores, monitores, responsables de comedor, etc.) tienen como objetivo informar sobre la enfermedad y sus consecuencias sobre la salud de los escolares33.

 

CONCLUSIONES

Tras la revisión de diferentes estudios que reflejan datos de prevalencia, factores implicados y consecuencias sobre la salud presente y futura de la obesidad infantil, resulta relevante destacar una realidad que todos conocemos, aunque a veces pase desapercibida, y es la importancia de educar a la población infantil para prevenir futuras dolencias y pérdidas de salud en la etapa adulta.

El incremento paulatino de las enfermedades crónicas en la población infantil supone un considerable cambio en las necesidades de salud de esos niños; Adoptar hábitos de vida saludables, conocer sus enfermedades y la manera de prevenirlas o de manejarlas es una responsabilidad que la enfermera escolar, por sus capacidades y funciones, debe asumir desarrollando actividades en los centros escolares, en especial, la Educación para la Salud. Su presencia, completando al equipo educativo, supone para los padres y madres de los alumnos una garantía para el cuidado de sus hijos, una ayuda para ellos mismos a la hora de resolver dudas o de precisar información, así como un factor reductor de estrés y ansiedad.

 

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