Trastorno por evitación-restricción de la ingesta de alimentos.

10 septiembre 2023

AUTORES

  1. Ana Velasco Iruretagoyena. Enfermera. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.
  2. Lucía López Muguerza. Enfermera pediátrica. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.
  3. María Montserrat Albert Also. Enfermera pediátrica. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.
  4. Sandra Tundidor Sebastián. Enfermera pediátrica. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.
  5. Alicia Garzón Montero. Enfermera pediátrica. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.
  6. Laura Vázquez Alvira. Enfermera. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza.

 

RESUMEN

El trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por patrones restrictivos en la cantidad y/o la calidad de la ingestión de alimentos, no relacionados con la insatisfacción corporal típica de otros trastornos alimentarios. Su prevalencia es mayor entre la comunidad pediátrica, por lo que el desarrollo de los niños que lo padecen puede verse afectado; así como la calidad de vida y el bienestar del núcleo familiar, al ser los padres (o tutores) los cuidadores principales.

PALABRAS CLAVE

Trastorno de la ingesta alimentaria evitativa/restrictiva, trastornos de ingestión y alimentación en la niñez, trastornos de alimentación y de la ingestión de alimentos, trastornos de la conducta infantil

ABSTRACT

Avoidant/restrictive food intake disorder is an eating disorder characterized by restrictive behaviours in the quantity and/or variety of food intake, without any body disturbances typically seen in other eating disorders. Its prevalence is higher among the pediatric population, so that the development of children with this disorder can be affected, as well as their families’ quality of life, being the parents the main caregivers.

KEY WORDS

Avoidant restrictive food intake disorder, feeding and eating disorders of childhood, feeding and eating disorders, child behavior disorders.

INTRODUCCIÓN

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales de etiología multifactorial con una alta prevalencia, especialmente en países desarrollados1. Cuando se escucha hablar sobre trastornos alimentarios, generalmente se tiende a pensar en enfermedades de la edad adulta, como la anorexia o la bulimia nerviosas. Sin embargo, el término TCA incluye un amplio abanico de trastornos que no solo afectan a personas adultas y adolescentes, sino también a pacientes pediátricos en edad escolar y preescolar. Los criterios diagnósticos para estas enfermedades vienen recogidos en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE 11) y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM V)2. Este último define los trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos como “alteración persistente en la alimentación o en el comportamiento relacionado con la alimentación que lleva a una alteración en el consumo o en la absorción de los alimentos y que causa un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial”. En la actualidad, existe poca claridad y son escasos los estudios respecto a los TCA en la infancia en comparación con el nivel de conocimiento sobre ellos en adultos y adolescentes3. Esto es debido, posiblemente, a la frecuencia y normalización de las dificultades en la alimentación infantil, que tienden a considerarse parte del normal desarrollo del niño4,5: hasta un 45% de los niños con desarrollo normal presenta algún tipo de dificultad alimentaria en algún momento, pero la mayoría son temporales y se resuelven espontáneamente y sin repercusiones clínicas5. Sin embargo, en algunos niños estas dificultades alimentarias pueden agravarse y producir déficits nutricionales, pérdida de peso y retraso en el desarrollo físico y psicosocial6. De estos casos graves, el 30% se atribuye a causas orgánicas (disfagia, enfermedades gastrointestinales, etc.), mientras que el 70% se considera de etiología psicológica o mixta (TCA)5,7. Entre estos trastornos alimentarios en niños destaca el trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (TERIA).

OBJETIVOS

  • Realizar una búsqueda bibliográfica acerca del trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos.
  • Contribuir a aumentar el conocimiento sobre el trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos entre los profesionales sanitarios.

METODOLOGÍA

Con el fin de recoger información para la actualización del tema escogido, se ha realizado una búsqueda bibliográfica a través de distintas bases de datos científicas, como PUBMED, EMBASE y SCIELO. Para ello, se han seleccionado artículos científicos publicados entre los años 2010 y 2020, tanto en español como en inglés. Finalmente se han seleccionado 19 artículos.

RESULTADOS

El término TERIA fue introducido en el DSM V reemplazando al “trastorno de la ingestión alimentaria de la 5 infancia o la niñez” del DSM IV. En la versión anterior (DSM IV), el trastorno se restringía a niños menores de 6 años; mientras que con la nueva actualización (DSM V) se elimina la restricción en la edad. Se trata de una patología con patrones de alimentación evitativos o restrictivos en volumen y/o variedad, en ausencia del componente de preocupación por el físico y fobia al aumento de peso típicas de la anorexia nerviosa8,9. Esta restricción alimentaria no puede atribuirse a una enfermedad orgánica, a la falta de alimentos disponibles ni a ninguna práctica cultural; y conlleva pérdida de peso, deficiencia nutricional, dependencia de la alimentación enteral o suplementos orales y/o alteración del funcionamiento psicosocial2. Por tanto, estos pacientes se diferencian de los comúnmente llamados “comedores selectivos” en que estos últimos presentan un peso adecuado a su edad10. La prevalencia del TERIA no está clara, puesto que la mayoría de estudios se han realizado en clínicas de trastornos alimentarios y no en la población general. Sin embargo, sí se puede afirmar que, aunque el TERIA pueda encontrarse en pacientes de cualquier edad, suele diagnosticarse en escolares y preadolescentes11. Además, un estudio en varios colegios suizos estimó una prevalencia de 3.2% entre los niños de 8-13 años12. Por otro lado, diversos autores señalan que entre los pacientes con TERIA existe una mayor proporción de varones, son más jóvenes y tienen una mayor duración del trastorno comparado con la anorexia o bulimia nerviosas13. En cuanto a la etiología, el TERIA se considera un trastorno multifactorial y heterogéneo14, puesto que existen distintas formas de presentación del mismo. En algunos individuos, la restricción alimentaria se debe a la aversión a ciertas características organolépticas de los alimentos, como la textura o el olor. Estos pacientes suelen evitar ciertos grupos de alimentos, como por ejemplo las frutas o las verduras, lo que puede conllevar diversos déficits nutricionales, aunque el peso corporal sea el adecuado. En otros, existe una falta de interés por la comida o falta de apetito, que suele asociarse con pérdida de peso o un peso anormalmente bajo. Por último, ciertos pacientes muestran miedo a posibles consecuencias adversas de la acción de comer, como vómito (emetofobia), ahogamiento (fagofobia) o dolor abdominal. A menudo estos pacientes han sufrido un trauma relacionado con la comida, que resulta en la evitación de ese alimento y similares, o incluso de cualquier alimento sólido en los casos más extremos. Es importante recalcar que en un paciente pueden observarse más de una de estas características, e incluso todas ellas14,15. Entre las posibles repercusiones clínicas y complicaciones del trastorno destacan los déficits nutricionales, variables según el tipo de restricción alimentaria de cada paciente: déficit de hierro, proteico, vitamínico, etc. Además, estos pacientes presentan mayor riesgo de amenorrea, bradicardia, prolongación del intervalo QT y alteraciones electrolíticas como hipocalcemia16. Puesto que se trata de un diagnóstico “nuevo”, no existe un tratamiento cuya efectividad haya sido empíricamente demostrada17. Sin embargo, dada su etiología multifactorial, se requiere la actuación de un equipo multidisciplinar en el que pueden colaborar pediatras, nutricionistas, psicólogos18… Asimismo, la familia también es un elemento importante y varios casos clínicos publicados hacen uso de una terapia familiar en la que la familia es la encargada de alimentar e incentivar la introducción de nuevos alimentos15. En los casos en los que el paciente muestre alguna de las alteraciones clínicas previamente descritas, puede requerirse de hospitalización, suplementos alimenticios, alimentación por vía nasogástrica o incluso a través de gastrostomía14. Además, se ha descrito la eficacia de ciertos fármacos como parte del tratamiento: benzodiacepinas para reducir la ansiedad, ciproheptadina para estimular el apetito y olanzapina a bajas dosis para reducir la ansiedad, aumentar el apetito y facilitar el aumento de peso19.

El personal sanitario puede dar una serie de pautas para los cuidadores de niños con TERIA. Como medidas generales, el cuidador será el que decida qué alimentos se van a consumir, dónde y cuándo, pero el niño decidirá qué cantidad se come. Además, no se debe utilizar la comida como recompensa ante buen comportamiento. Nunca hay que enfadarse con el niño, ni persuadir, gritar o chantajear. En su lugar, se recomienda ignorar los llantos o berrinches y no animar al niño en exceso, por ejemplo, haciendo volar aviones con la cuchara. En cuanto al lugar para comer, deberá estar libre de distracciones (comedor o cocina), con la televisión apagada durante la comida. El niño permanecerá sentado en la mesa durante el tiempo que dure la comida y se intentará que sus comidas coincidan con las de los padres o cuidadores para fomentar la comida como momento familiar. El niño deberá empezar a comer en los primeros 15 minutos tras servir los alimentos, y la comida no deberá durar más de 30-35 minutos. Como medidas para estimular el apetito, se recomienda dejar pasar al menos 4 horas entre comidas, utilizar solo agua para calmar la sed y evitar los alimentos saciantes pero poco nutritivas. Ante la neofobia alimentaria (miedo a probar alimentos nuevos) se recomienda ofrecer un alimento un mínimo de 10 veces, en momentos distintos, antes de decidir que finalmente lo rechaza. Se debe reforzar la ingesta de nuevos alimentos mediante elogios y refuerzo, y se pueden intentar distintas estrategias de ofrecimiento: primero, invitar a probar el alimento. Si no hay respuesta ni rechazo, repetir la invitación. Si sigue sin haber respuesta, tomar un bocado del alimento e invitar a hacer lo mismo. Por último, si sigue sin haber respuesta ni rechazo, guiar físicamente al inicio de la acción (poner en la mano), pero nunca llevar la comida a la boca ni introducirla a la fuerza6,17.

 

CONCLUSIONES

El TERIA es una patología que, como se ha descrito, puede conllevar consecuencias físicas y psicosociales. Por tanto, va a afectar a la calidad de vida, así como a su desarrollo físico, psicológico y académico.

Dado que los padres (o tutores) son los principales cuidadores del niño y van a acompañarlo durante todo el proceso de su enfermedad, son un elemento clave para la curación de la misma. Dado que entre las funciones de la Enfermería destacan el cuidado y la educación para la salud, es la candidata ideal para educar a los padres/tutores acerca de los cuidados de sus hijos en relación a su enfermedad.

 

BIBLIOGRAFÍA

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