Calidad asistencial y seguridad del paciente

3 junio 2023

 

AUTORES

  1. Marta Alquézar Becerril. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Lozano Blesa. Sector III Zaragoza.
  2. Paula Betés Pola. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. Sector II Zaragoza.
  3. Celia Albericio Gil. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. Sector II Zaragoza.
  4. Marta López de la Manzanara Calvo. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. Sector II Zaragoza.
  5. Andrea Gracia Olivera. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Lozano Blesa. Sector III Zaragoza.
  6. Blanca Guadalupe Ocaña Cereceda. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. Sector II Zaragoza.

 

RESUMEN

La calidad y la seguridad del paciente son principios fundamentales y un componente clave de la atención sanitaria. Pese a todos los esfuerzos dirigidos a garantizar e incrementar la calidad y seguridad de la práctica clínica, las intervenciones sanitarias son una actividad acompañada de riesgos y de incertidumbre por lo que deben de estar orientadas a eliminar, reducir y mitigar los resultados adversos evitables.

PALABRAS CLAVE

Seguridad del paciente, calidad de la atención de salud.

ABSTRACT

Quality and patient safety are fundamental principles and a key component of healthcare. Despite all the efforts aimed at guaranteeing and increasing the quality and safety of clinical practice, healthcare interventions are an activity accompanied by risks and uncertainty and should therefore be oriented towards eliminating, reducing and mitigating avoidable adverse outcomes.

KEY WORDS

Patient safety, quality of healthcare.

DESARROLLO DEL TEMA

Existen multitud de definiciones sobre la calidad asistencial, para la Organización Mundial de la Salud (OMS) consiste en “asegurar que cada paciente reciba el conjunto de servicios diagnósticos y terapéuticos más adecuados para conseguir una atención sanitaria óptima, teniendo en cuenta todos los factores y los conocimientos del paciente y del servicio médico, y lograr el mejor resultado con el mínimo riesgo de eventos iatrogénicos y la máxima satisfacción del paciente con el proceso”1,2.

Donabedian (1980), definió la calidad de los cuidados como la capacidad de alcanzar el mayor beneficio posible deseado teniendo en cuenta los valores individuales y de la sociedad. La dificultad para definir la calidad de los cuidados es atribuida a la singularidad que presentan los cuidados y los servicios de salud. Además, los cuidados son intangibles, invisibles y heterogéneos, varían en el tiempo y se dirigen a pacientes variados y de gran diversidad, evolucionando al mismo tiempo que el contexto social, político, económico, científico y tecnológico2.

La seguridad clínica o seguridad del paciente pertenece a una de las dimensiones de la calidad asistencial, que ha ido adquiriendo una relevancia importante en los últimos años, convirtiéndose actualmente en una prioridad para los sistemas sanitarios. Según la OMS, define la seguridad del paciente como “ausencia, para un paciente, de daño innecesario o daño potencial asociado a la atención sanitaria”1-4.

Pese a todos los esfuerzos dirigidos a garantizar e incrementar la calidad y seguridad de la práctica clínica, los cuidados son una actividad acompañada de riesgos y de incertidumbre, que entraña riesgos potenciales. Los cuidados ofrecidos a la población dentro del sistema sanitario son actividades cada vez más complejas que combinan factores humanos, del entorno y del sistema. La existencia de múltiples factores que condicionan las decisiones de la práctica clínica, el proceso asistencial y el resultado de los cuidados puede ocasionar daño e incluso muerte del paciente2.

Se considera efecto adverso suceso que provoca un daño en el paciente. En la actualidad, los efectos no deseados, secundarios a la atención sanitaria, representan una causa de elevada morbilidad y mortalidad, cuyas consecuencias repercuten en la salud de los pacientes y llevan asociado un elevado impacto económico y social. Estudios internacionales han demostrado que aproximadamente entre un 4 y un 17% de los pacientes que ingresan en hospital sufrirán un accidente imprevisto e inesperado, siendo alrededor del 50% prevenibles2-4.

Las intervenciones de atención sanitaria se realizan con el propósito de beneficiar a los pacientes, pero también se enfrenta al desafío de una amplia gama de problemas de seguridad. No existen prácticas sanitarias que estén completamente libres de riesgo, por tanto, es necesario asumir como objetivo minimizar los riesgos inherentes a la asistencia. Ese riesgo se expresa en diferentes fenómenos producto de la interacción entre la afectación o no del paciente, su vulnerabilidad, la existencia de equivocaciones humanas o fallos del sistema. Un modelo clásico en el que se observa gráficamente el papel que juegan los factores predisponentes como son los errores humanos o los fallos en el sistema es el modelo del queso suizo ideado por J. Reason2, 4.

Las claves de este modelo se pueden resumir en: los accidentes ocurren por múltiples factores, existen defensas para evitar los accidentes, pero múltiples errores “alineados” permiten que los accidentes o eventos adversos ocurran, la revisión del sistema permite identificar cómo los fallos “atraviesan” las defensas.

En definitiva, si queremos analizar por qué se ha producido un error y/o evento adverso, el enfoque es estudiar las condiciones latentes de los errores y centrarse especialmente en qué causó el accidente y no tanto en quién lo causó2.

La prevención de los sucesos adversos tiene una triple finalidad2:

  • Disminuir el riesgo de que aparezcan.
  • Abordarlos precozmente.
  • Evitar su reaparición.

 

La cultura de la seguridad es el resultado de valores, actitudes, percepciones, competencias y patrones de conducta de los individuos y grupos, que desempeñan su actividad en un determinado hospital, centro de salud… Actualmente, la cultura predominante en los escenarios en que se presta asistencia sanitaria se caracteriza2:

  • Silencio y ocultación de fallos y errores que ocurren, debido al temor a sanciones y pérdida de crédito y prestigio profesional.
  • Predominio del individualismo sobre el trabajo en equipo.
  • Confianza excesiva en dispositivos y tecnologías médicas.
  • Despersonalización de la asistencia, que se acompaña de una atención centrada en el profesional y la tecnología, más que en el paciente.

 

Es preciso un cambio cultural encaminado a conseguir que los errores no sean considerados fallos personales, sino como consecuencia de la interacción de múltiples factores2.

En la práctica asistencial, un error es un acto de equivocación por comisión u omisión en la práctica de los profesionales sanitarios que puede contribuir a que ocurra un suceso adverso. La atención a la salud es una actividad compleja y todos los profesionales pueden equivocarse2-4.

Por su magnitud deben destacarse los errores relacionados con el uso de medicamentos, entendido como cualquier suceso evitable relacionado con el uso inadecuado de los medicamentos mientras la medicación está bajo control de personal sanitario, paciente o consumidor. Se incluyen los relacionados con el etiquetado, envase, distribución, administración y uso del medicamento. Del concepto de excluyen las reacciones adversas a medicamentos, producidas cuando los medicamentos se utilizan de manera apropiada2.

Existen dos formas de afrontar el error 2:

  • Asumir que los sucesos adversos son consecuencia de los errores de los profesionales.
  • Considerar que dichos errores son el efecto previsible de una serie de condiciones latentes o fallos del sistema en que trabajan.

 

La frecuencia de errores y fallos precisa de actuaciones complementarias sobre las personas y el entorno en el que los profesionales sanitarios desempeñan su actividad.

Condiciones que pueden reducir la aparición de errores son las siguientes2:

  • Evitar interrupciones frecuentes durante el trabajo.
  • Limitación de las horas de trabajo continuado.
  • Cuidar los aspectos de confort en el ambiente de trabajo: iluminación adecuada, control del ruido, orden, limpieza.
  • Mejorar la comunicación verbal entre el equipo y los pacientes y sus familias.
  • Evitar, siempre que sea posible, órdenes y anotaciones escritas a mano, y en cualquier caso firmar de modo legible.
  • Conocimiento preciso de datos, equipos y determinados dispositivos, tratamientos de urgencia y entrenamiento supervisado, previo a la realización en solitario de determinados procedimientos.
  • Diseñar equipos, dispositivos, normativas y procedimientos de trabajo sencillos y adaptados a los conocimientos y habilidades de los profesionales.
  • Estandarización de los mismos en todos los servicios de un hospital (ventiladores, desfibriladores, bombas de perfusión).
  • Desarrollo de un entorno proclive al aprendizaje continuo, comentando los errores y analizando las causas y consecuencias de los mismos. Aceptar que pedir ayuda a otros miembros del equipo no es un signo de debilidad, falta de experiencia o formación insuficiente.

 

Para mejorar la seguridad clínica depende de un aprendizaje continuo sobre cómo interaccionan los diferentes componentes del sistema y supone desarrollar sistemas y procesos encaminados a reducir la probabilidad de aparición de fallos y errores, aumentar la probabilidad de detectarlos cuando ocurren o mitigar sus consecuencias2,4.

Su impacto tanto en términos económicos para el sistema sanitario, como de pérdida de confianza del paciente y profesionales son de tal relevancia que ha hecho que surgiese una preocupación excepcional por paliar o minimizar este riesgo, por gestionarlo, configurándose una nueva línea de trabajo que, enmarcada fundamentalmente en las estrategias y políticas de calidad, se dirige a mejorar la atención sanitaria en lo que a Seguridad del Paciente se refiere4.

La presencia de riesgos para el paciente en la actividad asistencial, junto con la probabilidad de producir errores, por lo que se hace necesario una adecuada gestión de los riesgos.

En nuestro País, los responsables de salud de las distintas Comunidades Autónomas y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en su papel de coordinación y cohesión del Sistema Nacional de Salud (SNS), han situado la seguridad del paciente en el centro de sus políticas sanitarias. El Ministerio de Sanidad y Consumo ha iniciado una línea de trabajo estratégica en seguridad de pacientes que está en consonancia con las iniciativas ya emprendidas por la OMS (Alianza Mundial para la Seguridad de Pacientes)2.

La mejora de la seguridad de los pacientes atendidos en los centros sanitarios del SNS se constituye en uno de los grandes ejes de actuación del Plan de Calidad para el Sistema Nacional de Salud, estableciéndose como uno de los elementos clave de la mejora de la calidad. Se propone, entre otros aspectos, promover y desarrollar el conocimiento y la cultura de seguridad del paciente entre los profesionales en cualquier nivel de atención sanitaria, así como diseñar y establecer un sistema nacional de notificación de efectos adversos2.

Para ello, es necesario conocer los riesgos relacionados con los cuidados. La Joint Commission International (2006) anunció seis riesgos internacionales de cuidados relacionados con la seguridad del paciente2:

  • Identificación correcta de los pacientes.
  • Comunicación efectiva.
  • Errores de la medicación.
  • Sitio equivocado, paciente equivocado y procedimiento quirúrgico equivocado.
  • Infecciones adquiridas por la atención asistencial.
  • Lesiones del paciente por caídas.

 

Tras la identificación del problema, se procede al análisis de este mediante la evaluación de indicadores. Los indicadores son un conjunto estructurado de acciones que miden y evalúan de forma periódica y planificada aspectos relevantes de la asistencia. El sistema de evaluación de calidad mediante indicadores sigue los principios de la evaluación y mejora de la calidad2,5:

  • Establecer la práctica considerada como correcta (diseño del indicador y determinación del estándar o nivel deseado de cumplimiento).
  • Compararla con la que estamos realizando.
  • Establecer los motivos por los que tenemos problemas y aplicar los cambios necesarios para mejorarlos, comprobando posteriormente si son eficaces.

 

Tras la medición de indicadores, una vez acotados los problemas, es importante conocer las causas del problema antes de intentar buscar soluciones. Si se actúa sin haber notificado las causas puede ser que se consigan eliminar momentáneamente los efectos pero, probablemente, el problema volverá a manifestarse. Una vez identificadas y analizadas las causas a tratar, deberá buscarse las mejores soluciones o medidas correctoras que deberán introducir para evitar que vuelvan a producirse2.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Caballero Gálvez, S. García Camacho, C. Sianes Blanco, A. Seguridad clínica en hospitalización de cirugía cardiaca. Enfermería Global 2011; 1-21.
  2. Aranz, JM. Aibar, C. Gestión Sanitaria. Calidad y Seguridad de pacientes. Madrid: Díaz de Santos, 2008.
  3. Coordinación del Programa de Seguridad del Paciente. Plan de Acción para la mejora de la seguridad del paciente de la Región de Murcia. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, 2012.
  4. Reyes Revuelta, JF. Bermúdez Mingorance, MJ. Conceptos básicos sobre seguridad clínica. Definición e importancia del problema. Enfermería del Trabajo 2011, 1: 221-228.
  5. Gestión Asistencial de los Servicios de Urgencias. Seguridad clínica de los pacientes en los Servicios de Urgencias. Monografías de la sociedad española de medicina de urgencias y emergencias 2007; 1 (3).

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