AUTORES
- María Pilar Collados Pérez-Hiraldo. Graduada en Enfermería. Servicio Aragonés de Salud. Unidad de Cuidados Intensivos. Hospital Clínico Lozano Blesa. España.
- Jara Cardiel Bergasa. Graduada en Enfermería. Servicio Aragonés de Salud. Centro de Salud Sástago. España.
- Ander Esteban Lezcano. Graduado en Enfermería. Servicio Aragonés de Salud. Centro de Salud Rebolería. España.
- Eva Benito-Ruiz. Graduada en Enfermería. Enfermera Especialista en Pediatría. Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos. Hospital Universitario Miguel Servet.
- Paula Guerrero Fuertes. Graduada en Enfermería. Servicio Aragonés de Salud. Centro de Salud San José Centro. España.
- María Mora Fernández. Graduada en enfermería. Servicio Aragonés de Salud. Hospital Universitario Miguel Servet. España.
RESUMEN
El ser humano es un ser sexuado, desde que nace hasta que muere. A pesar de ello, las personas mayores son catalogadas como seres asexuales y sin deseo, especialmente a la mujer de edad avanzada. Esto se reconoce como disfunción sexual. En el presente artículo se establecen causas por las que la mujer es más proclive a desarrollar alguna disfunción sexual con el paso del tiempo, la relevancia de su correcto abordaje y como valorar la función sexual de la mujer.
PALABRAS CLAVE
Salud de la mujer, envejecimiento, sexualidad femenina, disfunción sexual.
ABSTRACT
The human being is a sexual being from birth to death. Despite this, older people are classified as asexual and without desire, especially elderly women. This condition is known as sexual dysfunction. This article establishes the causes why women are more likely to develop a sexual dysfunction over time, the relevance of its correct approach and how to assess the sexual function of women.
KEY WORDS
Women’s health, aging, female sexuality, sexual dysfunction.
INTRODUCCIÓN
La sexualidad humana se ve influida por gran cantidad de factores como las relaciones interpersonales, la enfermedad, el contexto y la historia personal… por lo que su valoración se puede contemplar como un campo muy complejo y subjetivo1.
Freud conceptuaba el sexo como una poderosa fuerza biológica, mientras que Malinowski subrayaba su vertiente psicológica y cultural2. Otros autores plantean la sexualidad como las características biológicas y socioculturales que permiten comprender el mundo y vivirlo3. Durante siglos se contempló la sexualidad exclusivamente como método de reproducción de manera que a las personas mayores se les negó el disfrute de la sexualidad, ya que su etapa reproductiva había caducado1,4. Por ello se tiende a describir la vejez como carente de sexo, en declive respecto a la actividad e interés sexual4.
Sin embargo, desde el inicio hasta el final de la vida, el ser humano es un ser sexuado, siendo la expresión de la sexualidad lo que se modifica a lo largo del ciclo vital. A pesar del cambio de mentalidad sobre la sexualidad, hacia las personas mayores se mantienen los juicios de valor, considerándose como seres asexuales y sin deseo, lo que genera aún más dificultades para resolver sus incertidumbres5.
Al calificar a nuestros mayores como personas con falta de deseo o asexuales estamos usando términos compatibles con lo que se encuentran en la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) al explicar la disfunción sexual (DS): “dificultad durante cualquier etapa del acto sexual (el deseo, la excitación, el orgasmo y la resolución), que impide al individuo o pareja el disfrute de la actividad sexual”.
Uno de los estudios más detallados se realizó sobre una muestra representativa de Estados Unidos. La edad de la muestra fue entre los 18 y 59 años y se obtuvieron los siguientes resultados respecto a varias alteraciones sexuales: 3% de dispareunia masculina, 15% de dispareunia femenina, 10% para problemas del orgasmo en el hombre, 25% para problemas del orgasmo en la mujer, 33% para el deseo sexual hipoactivo en la mujer, 27% para la eyaculación precoz, 20% para alteraciones de la excitación femenina y 10% para alteraciones eréctiles en el varón. Se evidenció una mayor prevalencia de alteraciones sexuales en mujeres respecto a la de hombres6. También otros estudios establecen que, a lo largo de su vida, cerca del 40% de las mujeres presenta algún problema sexual7. La DS más extendida en las mujeres es la falta de deseo sexual, catalogada como deseo sexual hipoactivo por el DSM-IV8 y como trastorno del interés y excitación sexual femenina en el DSM-V9.
A su vez los datos obtenidos por Berman LA, en 2001, muestran que según el censo de población de Estados Unidos 9.7 millones de mujeres norteamericanas de entre 50 y 74 años de edad describen quejas de disminución de la excitación, dolor con el coito y dificultades en lograr el orgasmo. La incidencia de quejas respecto a la función sexual femenina aumenta con el envejecimiento, la menopausia y diversos factores de riesgo médicos10.
METODOLOGÍA
Se ha efectuado una revisión sistemática de publicaciones científicas sobre la DS femenina en Google Scholar, Dialnet, Scielo y PubMed. Obteniéndose información respecto las causas de la DS, las razones por las que es más probable con la edad y su posible detección por parte del personal sanitario.
RESULTADOS
Son numerosas las patologías que pueden producir alteraciones sexuales: esclerosis múltiple, lesiones medulares, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer, diabetes mellitus, hipotiroidismo, hipertensión, accidente cerebro vascular, infecciones uretrales, lesiones genitales, complicaciones postquirúrgicas (episiotomía), endometriosis, prolapso de órganos pélvicos, neoplasias5.
La sequedad vaginal y la disminución de la lubricación son los factores más comunes y relevantes en la DS femenina. Según Larrázabal, afecta al 35% de las mujeres mayores de 60 años, produciendo malestar, irritación, picores, sensación de quemazón durante el coito, aumento del riesgo de lesiones e infección, anorexia sexual, además de un gran dolor durante el coito para los dos componentes de la pareja sexual. La falta de lubricación no sólo se debe a factores fisiológicos como la menopausia, sino que también se puede ver producida por motivos psicoafectivos (aprensión al dolor referido, no presentar deseo sexual en ese momento) y patológicos (Diabetes Mellitus).
A destacar dos de las complicaciones de la diabetes que se exacerban con la edad: la neuropatía diabética y las complicaciones micro y macrovasculares. Se disminuye la sensibilidad al estímulo sexual y se limita la vascularización del cuerpo cavernoso del clítoris, reduciéndose su estimulación. También la disminución del flujo sanguíneo aumenta la sequedad de la pared vaginal minimizando la producción de flujo lubricante, viéndose aumentada la dispareunia11.
Respecto a la DS de base hormonal, la menopausia y la insuficiencia ovárica prematura son las causas más frecuentes. El descenso de los niveles de estrógenos generalmente provoca la pérdida del deseo sexual, sequedad vaginal y la ausencia de excitación sexual. Los estrógenos repercuten en la excitación ya que favorecen la congestión vascular y las secreciones vaginales. Por lo que su disminución o ausencia genera una disminución del flujo sanguíneo en el tejido cavernoso del clítoris, de la vagina y la uretra, lo cual puede derivar en fibrosis del clítoris y de la vagina12. Por otro lado, el descenso de los niveles de andrógenos en la mujer desemboca en un deterioro de la función sexual, menor sensación de bienestar, pérdida de energía y efectos negativos sobre la masa ósea13.
Sumándose a estos cambios y patologías se prescriben fármacos que también pueden alterar la función sexual, tanto potenciándola (apomorfina, dopamina) como inhibiéndola (betabloqueantes, diuréticos, benzodiacepinas)11.
A pesar de las posibles dificultades que produce el paso del tiempo sobre la sexualidad, se ha demostrado ampliamente que la edad no es un impedimento para sostener comportamientos sexuales. En España, Palacios-Ceña et al informaron en 2012 que un 62,3% de los varones y un 37,5% de las mujeres mayores de 65 años se definen como personas sexualmente activas. También se demostró que las DS son más frecuentes en las mujeres, o por lo menos más declaradas, sobre todo en edades superiores a los 50 años. Pero a pesar de ello, siguen manteniendo una vida sexual activa14.
Está claramente demostrado cómo la erotofilia (actitud positiva respecto a todo lo sexual y erótico) se asocia a un mejor funcionamiento sexual. Así pues se sabe que una actitud positiva hacia las fantasías sexuales se relacionan positivamente con una mayor frecuencia de estas y que la ausencia o baja frecuencia de pensamientos sexuales es asociada a las disfunciones sexuales15-17.
El correcto abordaje de la vida sexual es esencial para evitar su empeoramiento o sus consecuencias. La principal afectación se ve en la calidad de vida. Se ha demostrado científicamente que la buena funcionalidad sexual supone una mejora para la salud tanto a nivel físico como a nivel emocional. Otros estudios han demostrado que una vida sexual sana y activa es un magnífico antídoto contra los problemas mentales y existe evidencia científica de una estrecha relación recíproca entre las disfunciones sexuales y los estados depresivos, al igual que la mejora de uno de ellos produce un impacto positivo sobre el otro18.
Pero para realizar un buen juicio clínico de una DS hay que tener en cuenta la multifactorialidad de la patología, sobre todo el efecto del paso del tiempo.
En consecuencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se posiciona muy reglamentaria a la hora de indicar sobre las actuaciones profesionales de la salud que van a manejar la sexualidad: “…Es necesario adquirir actitudes sanas respecto a la sexualidad… El conocimiento por parte del profesional de la salud de su propia sexualidad y el enfoque racional de sus propios problemas sexuales le ayudarán a ocuparse de los problemas de otras personas… Las actitudes punitivas o negativas, las afirmaciones ligeras y los métodos inapropiados en relación con las cuestiones sexuales pueden dañar gravemente la apreciación que el enfermo haga del valor de su propia vida sexual”19.
Para la valoración de la función sexual femenina se validó un test por Rosen y cols, denominado “Índice de Función Sexual Femenina” (IFSF). Se trata de un cuestionario autoadministrado en el que se valoran 6 dominios: el deseo, la excitación, el orgasmo, el dolor, la lubricación y la satisfacción. En su estudio reflejó su confiabilidad, consistencia interna y su posibilidad de aplicación en mujeres en un amplio rango de edad20. Posteriormente fue validada al castellano por Blümel JE21.
El IFSF consta de 19 preguntas que evalúan la función sexual respecto a las últimas cuatro semanas. Se agrupan en: deseo (ítems 1 – 2), excitación (ítems 3 – 6), lubricación (ítems 7 – 10), orgasmo (ítems 11 – 13), satisfacción (ítems 14 – 16) y dolor (ítems 17 – 19). Cada pregunta tiene 5 ó 6 opciones, asignándoles un puntaje que va de 0 a 5. El puntaje de cada dominio se multiplica por un factor y el resultado es la suma aritmética de los dominios, a mayor puntaje, mejor sexualidad. De acuerdo a los autores un puntaje menor o igual a 26 se considera en riesgo de DS. De esta manera, a mayor sea el resultado mejor función sexual presentará la mujer22,23.
CONCLUSIÓN
Nuestros mayores presentan una vida sexual activa pero las patologías, los cambios hormonales y fisiológicos asociados a la edad y el tabú social respecto a la sexualidad en edades avanzadas aumentan la posibilidad de que la mujer sufra alguna disfunción sexual.
La disfunción sexual repercute en la socialización, estado de ánimo, somatización… es decir, el estado general de salud de nuestros pacientes y sus parejas, por lo que la funcionalidad sexual debe ser concebida como parte del modelo integral de salud (entendiendo a la persona como ser bio-psico-social).
A su vez, dada la magnitud de las cifras, se podría considerar la disfunción sexual como un problema de salud pública, debiendo ser contemplado como un elemento más a valorar por el equipo de atención primaria. El cuestionario “Índice de Función Sexual Femenina” podría ser de ayuda a la hora de diagnosticar desde la consulta. De esta manera, sería posible mejorar el abordaje de la función sexual femenina por parte de los profesionales, la comprensión por parte de las usuarias y mejorar tanto la calidad de vida de nuestros pacientes como la calidad de la asistencia sanitaria en materia sexual.
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