AUTORES
- Yolanda Chacón Hernández. Graduada en Enfermería por la Universidad San Jorge. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
- Ana Híjar Jiménez. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
- Lorena Cecilia Ramos. Graduada en Enfermería por la Universidad de Valencia. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
- Esther Rangil Gil. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
- Aitana Alba Pérez. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
- Sandra Per Morón. Graduada en Enfermería por la Universidad de Huesca. Enfermera en el Hospital Royo Villanova, Zaragoza, España.
RESUMEN
En los pacientes con insuficiencia cardíaca (IC) la depresión es una comorbilidad frecuente asociada a un peor pronóstico de vida y una elevada mortalidad. Esto se debe fundamentalmente a una función deficiente y una menor adherencia al tratamiento.
A pesar de todo, la depresión sigue siendo un trastorno infradiagnosticado e infratratado en pacientes con IC. Mediante una adecuada historia clínica, el uso de sencillas escalas para el diagnóstico de la depresión y un tratamiento eficaz se consigue mejorar la calidad de vida de los pacientes con IC.
PALABRAS CLAVE
Depresión, insuficiencia cardíaca, prevalencia, pruebas diagnósticas.
ABSTRACT
In patients with heart failure (HF), depression is a frequent comorbidity associated with a worse life prognosis and high mortality. This is mainly due to poor function and reduced adherence to treatment.
Nevertheless, depression remains an under diagnosed and undertreated disorder in patients with HF.
An adequate clinical history, the use of simple scales for the diagnosis of depression and effective treatment can improve the quality of life of patients with HF.
KEY WORDS
Depression, heart failure, prevalence, diagnostic tests.
INTRODUCCIÓN
Se habla de insuficiencia cardíaca (IC) cuando la capacidad ventricular del corazón está alterada y no es capaz de bombear suficiente sangre para abastecer al resto de órganos, músculos y tejidos del cuerpo1.
Se caracteriza por presentar cansancio, dificultad respiratoria y dolor al realizar actividades cotidianas. Es la etapa final de muchas enfermedades cardíacas como enfermedad de las arterias coronarias, hipertensión arterial, miocardiopatías o valvulopatías.
Afecta especialmente a las personas de mayor edad. Por ello es la primera causa de hospitalización, mortalidad y gasto sanitario en varios países desarrollados1,2.
Por su parte, la depresión es el trastorno afectivo más frecuente en este grupo de edad. Consiste en una combinación de elementos que interfieren con la capacidad de las personas para realizar sus actividades habituales. Afecta a la calidad de vida del individuo y al desarrollo de su vida social. Es un trastorno infradiagnosticado que provoca frecuentes rehospitalizaciones3,4.
Los trastornos de depresión son una comorbilidad frecuente y debilitante asociada a los pacientes con insuficiencia cardíaca (IC)5. Su prevalencia en este grupo de población triplica al de la población general y previsiblemente, esta aumente a lo largo de los próximos años, incrementando el coste económico2-9.
Entre ambas patologías existe una relación de causalidad bidireccional en la que intervienen tanto factores psicológicos y conductuales como factores biológicos. Dichos factores interaccionan entre sí de forma exponencial empeorando la evolución de las enfermedades del corazón, aumentando las hospitalizaciones y elevando la mortalidad2-9.
Los pacientes con IC alternan períodos de estabilización con períodos de hospitalización, por lo que los síntomas depresivos se modifican a lo largo de la enfermedad. Además, ambas comparten síntomas similares, por lo que el diagnóstico de depresión en los pacientes con IC puede resultar dificultoso2-9.
OBJETIVO
El objetivo de este trabajo es describir el impacto de la depresión sobre los pacientes con IC así como la repercusión del diagnóstico precoz en el pronóstico y la calidad de vida del paciente con IC.
METODOLOGÍA
Para la realización de este artículo se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica a través de los Descriptores En Ciencias de la Salud “DeCS” que serían: Insuficiencia Cardíaca, depresión, prevalencia y diagnóstico. Las palabras clave se han asociado con operadores booleanos OR y AND. Las bases de datos fueron: PubMed, Elsevier y Google Académico.
Se revisaron los títulos y resúmenes de estas búsquedas y se incluyeron investigaciones y artículos a texto completo, en español e inglés de los más representativos.
RESULTADOS
Prevalencia de la depresión en los pacientes con IC:
Según los estudios revisados, la tasa de prevalencia de la depresión en la población con insuficiencia cardiaca (IC) es del 25%, superando el 50% en los pacientes en fases avanzadas de la enfermedad. Los síntomas depresivos menores están presentes en más del 30% de los pacientes con IC5.
A los cinco años del diagnóstico, el 23,1% de los pacientes con insuficiencia cardíaca habían desarrollado depresión o ansiedad.
La depresión está presente entre el 11% y el 42% de los pacientes con IC ambulatorios y entre el 13.9% y el 75% de los pacientes hospitalizados.
La mortalidad en los pacientes con IC que presentan depresión se multiplica por 4 con respecto a los pacientes que no presentan depresión2.
Su presencia es mayor en mujeres, raza blanca, ancianos, pacientes con grado disfuncional III-IV de la NYHA (indicador de la gravedad de los síntomas), con peor calidad de vida y la presencia de hospitalización previa por insuficiencia cardiaca en el último año4-7.
En los estudios analizados, los datos no difirieron según la etiología, fracción de eyección o el tratamiento4-5.
Relación entre la depresión y la IC.
La relación de causalidad entre los dos trastornos es bidireccional.
La depresión presenta factores psicológicos y conductuales como el aislamiento, la adherencia a hábitos saludables y al tratamiento, y factores biológicos como la activación neurohormonal, mediadores de la inflamación, hipercoagulabilidad o el mecanismo autorregulador del flujo sanguíneo cerebral, que la convierten por sí misma en un factor de riesgo independiente en la arteriopatía coronaria y el desarrollo de IC. Por ello, la depresión se relaciona con un mayor riesgo de mortalidad cardiovascular4-6.
Por su parte, la hipoperfusión originada en el contexto de una IC y el estrés que conlleva una enfermedad crónica en la que además se pierde progresivamente la autonomía, tienen una relación causal en la aparición de la enfermedad ansioso-depresiva4-6.
A lo largo de la enfermedad, los pacientes con IC pueden presentar variedad de síntomas depresivos como distimia (alteración del estado de ánimo), duelo (como reacción a la pérdida de autonomía), trastorno de adaptación con estado de ánimo depresivo (reacción ante una situación limitada en el tiempo, por ejemplo, tras un infarto agudo de miocardio) o el trastorno de depresión mayor (TDM) con una mayor gravedad de los síntomas asociados con la depresión3.
Existen síntomas como el enlentecimiento psicomotor, la «torpeza mental», la pérdida de peso, la fatiga, la debilidad, la anorexia, la disnea o el temblor entre otros, que están presentes tanto en la IC como en la depresión.
Determinadas manifestaciones clínicas de la depresión como la pérdida de apetito, la pérdida de peso, la merma de ganas de luchar y vivir y el incumplimiento de las pautas médicas, están relacionadas con un peor pronóstico vital en los pacientes con IC2-6,8.
Por último, se ha evidenciado que la mejora de los síntomas depresivos repercute en una mejora de la calidad de vida, al aumentar la adhesión a las pautas médicas y los hábitos más saludables5.
Diagnóstico de la depresión en el paciente con IC:
En los estudios consultados, se demuestra que muchos de los pacientes con IC no habían sido diagnosticados y tratados de su enfermedad psiquiátrica.
Por este motivo, la American Heart Association (AHA) recomienda el cribado sistemático de la depresión en los pacientes con IC2-8.
Es importante diferenciar la presencia de síntomas depresivos del diagnóstico de TDM (Trastorno de Depresión Mayor).
El método con criterio más utilizados para el diagnóstico de la depresión es el Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales (DSM-V: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) de la American Psychiatric Association según el cual, se requiere la presencia, durante al menos 2 semanas, de síntomas depresivos mayores (estado de ánimo deprimido o pérdida de interés) combinados con al menos cuatro síntomas asociados (cambio de peso o apetito, cambio en el comportamiento del sueño, deterioro psicomotor, fatiga, inutilidad o culpa, deterioro de la concentración, pensamientos de muerte o suicidio)2-9.
Este se lleva a cabo mediante la historia clínica, que recoge los datos acerca del estado de ánimo, tipo de pensamiento y comunicación, actitud…, y la realización de unos cuestionarios autoinformados por los pacientes tanto diagnósticos como de medición de la calidad de vida global o la percibida por los pacientes2-9.
Entre los cuestionarios diagnósticos, se encuentran: La escala de ansiedad y depresión hospitalaria, el Inventario de depresión de Beck (BDI) que permite evaluar la intensidad de la depresión, el Cuestionario de salud del paciente de 6 ítems (PHQ-2) que presenta buena precisión diagnóstica además de informar acerca del pronóstico del paciente y el Cuestionario de salud del paciente de 9 ítems (PHQ-9) utilizado para determinarla gravedad de los síntomas depresivos. Estos dos últimos están especialmente recomendados por la AHA.
Entre los cuestionarios que miden la calidad de vida global o la percibida por los pacientes, el más utilizado en España es el cuestionario Minnesota Living with Heart Failure10 que determina en qué medida la IC afecta a los aspectos físico, psíquico y socioeconómico de la vida de los pacientes, el índice de Katz que valora la capacidad para realizar actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y el índice de Lawton y Brody para las actividades instrumentales2-9.
La variabilidad de los síntomas depresivos en los pacientes con IC aconseja un seguimiento periódico y un tratamiento individualizado2-9.
Tratamiento de la depresión en el paciente con IC:
El tratamiento de esta enfermedad requiere la participación de un equipo multidisciplinario y un abordaje individualizado, tanto farmacológico como no farmacológico.
Es necesario, además, un seguimiento y control para lograr una mayor adherencia a los tratamientos cardíacos y psiquiátricos.
El tratamiento farmacológico se centra en los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), antidepresivos de primera elección al presentar menores efectos adversos y una baja toxicidad. Sin embargo, muestran numerosas interacciones medicamentosas y no existen evidencias concluyentes sobre el beneficio en estos pacientes2-9.
Los principales tratamientos no farmacológicos son: el entrenamiento físico mediante programas de rehabilitación cardiaca, la psicoterapia cognitivo – conductual (TCC) y los cuidados paliativos. Estos, han demostrado ser efectivos en mejorar la calidad de vida de los pacientes. La TCC y la terapia de resolución de problemas aplicadas como medidas preventivas, son capaces de reducir el progreso de la depresión en un 20%5.
En la actualidad existen en estudio nuevos tratamientos antidepresivos como la estimulación cerebral, los antagonistas del receptor de N-metil-D-aspartato (NMDA) y la suplementación con ácidos grasos omega-3 por lo que no se disponen de evidencias claras de eficacia y seguridad5.
El manejo de la tecnología está demostrando ser útil en el diagnóstico y el tratamiento de la depresión en la insuficiencia cardíaca, gracias a la salud móvil, los registros médicos electrónicos y los dispositivos portátiles5.
CONCLUSIONES
Según los estudios consultados, la depresión en los pacientes con IC es una comorbilidad frecuente que condiciona peores resultados médicos, mala calidad de vida y una elevada mortalidad. Entre ellas, existe una relación causal bidireccional, en la que la existencia de una predispone al desarrollo de la otra.
Existe un consenso en cuanto a que los pacientes más susceptibles de presentar ambos trastornos son: los ancianos, pacientes en situación de aislamiento social, pacientes hospitalizados o con episodios de hospitalizaciones previas por IC, y aquellos con peor salud física determinada por un peor grado funcional según la NYHA o por el grado de discapacidad en las ABVD o en las actividades instrumentales. No existe tanta evidencia en cuanto a la etiología de la IC o la FEVI.
La elevada prevalencia y el peor pronóstico relacionado con la depresión en los pacientes con IC, asociado a la existencia de métodos diagnósticos sencillos y un tratamiento eficaz, evidencian y justifican el cribado sistemático de la depresión en estos pacientes.
Además, debido a la variabilidad de los síntomas depresivos en los pacientes con IC, es importante destacar el papel de los profesionales que atienden a aquella población susceptible, a la hora de identificar modificaciones en el comportamiento, o en los signos o síntomas de la enfermedad depresiva, contribuyendo así, a un diagnóstico y tratamiento adecuado y a un mejor pronóstico final.
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