AUTORES
- Diego Antón Peláez (Hospital Royo Villanova). Servicio Aragonés de Salud.
- Irene Catalán Pedraz (Centro de Salud La Jota). Servicio Aragonés de Salud.
- Víctor Gracia Alonso (Centro de Salud Muniesa). Servicio Aragonés de Salud.
- Pablo Abinzano Baraza (Centro de Salud Épila). Servicio Aragonés de Salud.
- María Sisas Navarro (Hospital Universitario Miguel Servet). Servicio Aragonés de Salud.
- Sara Caballero López (Hospital Royo Villanova). Servicio Aragonés de Salud.
RESUMEN
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una serie de trastornos psicológicos que cada vez afectan a más personas y a sus familias.
Se caracterizan por una gran preocupación por la imagen corporal que se traduce en problemas con el peso, la alimentación y el ejercicio físico. Se pueden clasificar en anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón.
Tienen un difícil tratamiento porque los pacientes no tienen conciencia de la enfermedad dificultando así la adherencia al mismo.
Por desgracia, con la pandemia por COVID-19 los pacientes con estos trastornos y las personas vulnerables a ellos pueden verse afectadas con más severidad y desarrollar los comportamientos propios de las TCA.
Es nuestro deber conocer como la pandemia y el confinamiento derivado ha afectado a este grupo de personas más vulnerables para elaborar estrategias de tratamiento que sean útiles en posibles pandemias del futuro.
PALABRAS CLAVE
Anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón, COVID-19.
ABSTRACT
Eating Disorders (ED) are a series of psychological disorders that increasingly affect more people and their families.
They are characterized by a great concern for body image that translates into problems with weight, eating and physical exercise. They can be classified into anorexia nervosa, bulimia nervosa, and binge eating disorder.
They have a difficult treatment because patients are not aware of the disease, thus making it difficult to adhere to it.
Unfortunately, with the COVID-19 pandemic, patients with these disorders and those vulnerable to them may be more severely affected and develop ED behaviors.
It is our duty to know how the pandemic and the resulting confinement have affected this most vulnerable group of people in order to develop treatment strategies that are useful in possible future pandemics.
KEY WORDS
Anorexia nervosa, bulimia nervosa, binge-eating disorder, COVID-19.
INTRODUCCIÓN
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos psicológicos graves que conllevan consecuencias para la salud física y psicológica tanto de aquellos que los sufren como del entorno social1,2.
Las personas que lo padecen muestran una fuerte preocupación con relación a su imagen corporal, el peso y la alimentación. Las alteraciones alimentarias subsecuentes pueden causar enfermedades importantes que, en casos extremos, pueden provocar la muerte (normalmente por suicidio o desnutrición) 2.
En la sociedad actual el estado físico toma una gran importancia en la vida de las personas, los estándares de belleza son cada vez más estrictos haciendo que el cuerpo ideal sea cada vez más delgado. Además, la creciente popularidad de las redes sociales hace que ciertas personas más vulnerables necesiten de la aceptación de otros constantemente. En la mayoría de los casos eso se consigue con un “like” en una publicación, y tener un cuerpo ideal que case con los estándares de belleza es la forma más sencilla de lograrlo.
Todo esto promueve la proliferación de los TCA que se están convirtiendo en problemas sociosanitarios cada vez más relevantes por la gravedad, repercusión social y las dificultades para el diagnostico y el tratamiento. Por eso se deberá abordar desde una perspectiva multidisciplinar (médicos, enfermeros y psicólogos especializados en TCA). Ahora bien, la falta de conciencia de enfermedad de la persona afectada hará que no vea la necesidad de tratamiento ni sus beneficios, dificultando la adherencia al mismo y por tanto las probabilidades de éxito2. Actualmente un 25% de los pacientes de TCA evolucionan hacia la cronicidad debido a que el tratamiento no tiene el efecto deseado1.
En España existe una tasa de prevalencia de TCA en adolescentes del 4,1-4,5%, siendo un 0,3% en anorexia, 0,8% en bulimia y 3,1% en TCA no especificado2. Estos trastornos afectan más al sexo femenino, aunque no son exclusivos del mismo, ya que cada vez más hombres los padecen2.
Pueden aparecer en cualquier edad pero la adolescencia es la etapa de mayor riesgo, siendo la mayor incidencia entre los 12 y los 18 años, aunque hay casos cada vez en edades más bajas, alrededor de los 8 años2.
Los TCA se pueden clasificar en:
-Anorexia Nerviosa
Caracterizada por una preocupación obsesiva por la alimentación y miedo extremo a ganar peso provocando un excesivo control del mismo. Los pacientes sienten el deseo de seguir bajando peso debido a la alteración de la percepción y reconocimiento corporal.
Dentro de la Anorexia Nerviosa podemos distinguir Anorexia Restrictiva (dirigida a restringir la alimentación y normalmente acompañada de abuso de la actividad física) y Anorexia Purgativa (utilización del vómito, laxantes o diuréticos para conseguir reducir el peso) 1.
-Bulimia Nerviosa:
La Bulimia es caracterizada por la presencia de atracones alimentarios donde se pierde el control comiendo una gran cantidad de alimentos en un periodo breve de tiempo. Esto viene acompañado de un sentimiento de culpa que, junto con el miedo a aumentar el peso, precipita maniobras compensatorias como el vómito, restricción alimentaria o ejercicio físico extremo.
Es difícil su detección por el hecho de que se consigue mantener el peso dentro de la normalidad1.
-Trastorno por Atracón:
Caracterizado por presencia de atracones con las mismas características del visto en la bulimia, pero sin maniobras compensatorias, lo que produce un aumento del peso que no debe confundirse con sobrepeso u obesidad ya que el tratamiento deberá ser distinto1.
La Anorexia Nerviosa ya está presente en la literatura médica en el año 1500. En el siglo XVII Richard Morton describe con detalle los signos y síntomas de la Anorexia Nerviosa bajo el nombre de “consumición nerviosa”, haciendo referencia a la pérdida de peso, amenorrea e hiperactividad sin encontrar alteraciones físicas a las que atribuir dichos signos y síntomas y achacándolos a la tristeza y las preocupaciones.
A finales del siglo XIX dos autores describen con gran detalle cuadros de Anorexia Nerviosa atribuyendo el origen a la histeria y denominándolos “apepsia histérica” y “anorexia histérica” descartando cualquier tipo de causa física.
En 1914, Simmonds, establece una nueva hipótesis sobre la causa de la Anorexia Nerviosa, la disfunción hipofisaria, tras realizar estudios necrópsicos. Esto supone un cambio en la perspectiva etiopatogénica que se tenía de la enfermedad pasando a ser categorizada como causalidad orgánica. En 1938, Sheehan, hace una diferenciación entre Anorexia Nerviosa y caquexia hipofisaria aunque la primera se sigue considerando de origen endocrinológico hasta los años 50.
El hecho de ser una enfermedad psicosomática y somatopsíquica ha hecho que distintas ramas de la medicina elaboren hipótesis causales, de lo más físico a lo más psicológico. El caso de Ellen West es un ejemplo de la difícil ubicación de la Anorexia Nerviosa, siendo diagnosticada de melancolía, esquizofrenia simple y de “trastorno endógeno psiquiátrico y endocrinológico” por diferentes autores.
En el Simposio de Gottingen, 1965, se expusieron tres conclusiones:
- La enfermedad está relacionada con los trastornos de la pubertad.
- El conflicto es corporal y no estrictamente de la función alimentaria.
- La etiopatogenia y la clínica son diferentes de los conflictos neuróticos.
Más adelante se subrayó la distorsión de la imagen corporal, se concentraron las hipótesis físicas con las sociales y psicológicas y finalmente se estableció el modelo actual de Anorexia Nerviosa.
La Bulimia es un trastorno bastante menos conocido históricamente por la facilidad para ocultarlo. Las primeras referencias datan de 1708 y se han intensificado los trabajos publicados en los últimos 50 años y sobre todo los últimos 10. Sin embargo las conductas purgativas se conocen desde la antigüedad, los romanos usaban el vómito para poder continuar con la ingesta de alimentos.
Desgraciadamente los TCA están a la orden del día, lo que hace 20 años era una rareza clínica hoy es algo normal que se está convirtiendo en una epidemia3.
La pandemia ha afectado a la salud mental de la población y eso puede verse reflejado en el agravamiento de comportamientos relacionados con el TCA, bien exacerbando la patología ya existente o provocando el trastorno en personas sanas pero vulnerables4,5.
Esto puede deberse a diferentes aspectos en los que ha influido la pandemia en nuestra vida.
Primero, el confinamiento derivado ha cambiado la organización de la vida diaria al no haber un horario fijo para las actividades o por no poder distinguir entre el trabajo o estudio y el hogar pudiendo provocar cambios en comportamientos de los TCA. También la prohibición, en algunos territorios, de salir a la calle a realizar actividad física puede limitar el ejercicio y conducir a una mayor preocupación por la forma y el peso. Además el estrés ocasionado por la situación puede traducirse en falta de sueño que a su vez puede afectar a los TCA4.
El apoyo social y profesional que reciben los pacientes también se ha visto perjudicado por las medidas de distanciamiento social y los tratamientos pueden no ser accesibles4,5, aunque sí que aumentó el uso de la telemedicina6.
Segundo, el hecho de quedarse más tiempo en casa por el distanciamiento social ha aumentado el uso de los medios de comunicación y las redes sociales, exponiendo a las personas a contenido relacionado con la dieta y la imagen pudiendo aumentar el riesgo de TCA4,5. Además el mayor uso de las video llamadas para el trabajo o estudio puede contribuir a aumentar la preocupación por la apariencia4. Aunque es probable que al evitar las relaciones sociales en persona se haya disminuido la presión a la que se ven sometidas los individuos con TCA y eso haya mejorado los comportamientos relacionados con el TCA7.
También se tiene constancia del efecto negativo que tiene la exposición a eventos mundiales estresantes en la salud mental de las personas, aumentando el riesgo de TCA4.
Tercero, el miedo al contagio puede hacer que los individuos se preocupen de la calidad de los alimentos y de su capacidad para ser un vehículo de contagio. Los individuos podrían adoptar dietas para aumentar la inmunidad y evitar contagiarse, aunque estas dietas bien podrían estar mal compuestas y ser restrictivas o carecer de algún grupo alimentario necesario y provocar el efecto contrario al deseado4.
Los patrones restrictivos podrían aumentar por el temor a salir de casa para comprar4. Asimismo pueden acrecentarse por el sentimiento de culpa por las existencias limitadas de alimentos, pero, por el contrario, el tiempo libre en casa y el acceso a la comida pueden desencadenar atracones5.
Conocer cómo ha afectado la pandemia de COVID-19 y el confinamiento derivado de la misma al desarrollo y exacerbación de los TCA.
Conocer estrategias para el tratamiento de pacientes con TCA o población vulnerable durante épocas de confinamiento.
METODOLOGÍA
Diseño: Se realizó una revisión sistemática de documentos científicos dedicados a los TCA y el COVID-19.
Estrategia de búsqueda: Se llevó a cabo una búsqueda de información general sobre los TCA y su historia en internet y en páginas web de asociaciones y clínicas especializadas en tratamiento de los TCA.
Para el contenido más específico sobre el tema escogido se realizó una búsqueda en PubMed.
Criterios de inclusión y exclusión: Se incluyeron todo tipo de estudios. Se utilizaron tanto documentos en los que no había una investigación per se como aquellos que sí que presentaban datos reales.
Extracción de datos: De los 85 artículos que aparecieron en la búsqueda se excluyeron 77 por no ser relevantes o por repetir la misma información. Se seleccionaron 8 estudios con datos relevantes para el estudio.
Análisis de datos: Los datos se han dividido en las suposiciones realizadas por algunos autores con ayuda de estudios referidos a los TCA pero con temática diferente al COVID (centrados más en la salud mental) y en datos reales de estudios realizados por los diferentes autores.
En el estudio realizado por Andrea Phillipou et al. los investigadores contaron con 5469 participantes de los cuales 180 tenían antecedentes de TCA y que fueron analizados por separado para poder abordar los objetivos de estudio.
Se realizó una encuesta en el territorio australiano el 1 de abril de 2020. Dicha encuesta contaba con preguntas cuantitativas y cualitativas con respecto a los efectos de la pandemia así como preguntas de autoevaluación psicosocial.
En las encuestas realizadas para los 180 pacientes con antecedentes se observaron aumentos en la restricción de alimentos (64,5%), atracones (35,5%), purgas (18,9%) y ejercicio (47,3%).
En el grupo de población general aumentaron los comportamientos de restricción (27,6%), atracón (34,6%) y ejercicio (34,8%). También hubo una disminución del ejercicio en el 43,4% de los encuestados. No hubo cambios en comportamientos de purga8.
En otro estudio, realizado por Giovanni Castellini et al., se evaluó a 74 pacientes con anorexia nerviosa o bulimia nerviosa y a 97 pacientes sanos que formaban el grupo control. El estudio fue realizado el 22 de abril de 2020.
Los pacientes con TCA experimentaron un aumento del ejercicio físico compensatorio; los pacientes con bulimia también aumentaron los atracones.
Fueron los pacientes de bulimia nerviosa los que más sufrieron el encierro derivado de la pandemia mostrando una reagudización de los atracones durante el encierro y con una sintomatología postraumática más grave que la de los pacientes de anorexia nerviosa y los individuos de control9.
En el estudio de Sandra Schelegl et al. los pacientes de anorexia nerviosa que informaron de un empeoramiento de los síntomas, pero hubo grupos de considerable tamaño que no estaban de acuerdo con que sus síntomas hubieran empeorado.
Por otro lado, la calidad de vida de la mitad de los pacientes se deterioró y se informaron síntomas de ansiedad y depresión.
A pesar de la disminución del acceso a tratamiento sólo uno de cada cinco pacientes consideró que su tratamiento se vio profundamente afectado por la pandemia10.
Los tres estudios escogidos tienen como conclusión el empeoramiento general de los síntomas de los comportamientos de TCA, tanto en pacientes ya diagnosticados como en personas sanas.
Estos hallazgos son particularmente importantes ya que sugieren que incluso en las primeras semanas de la pandemia, las personas con un trastorno alimentario existente ya estaban informando de cambios en las conductas de alimentación y ejercicio que pueden ser reflejo de una exacerbación de los síntomas de TCA8.
Esto puede deberse a una serie de factores, incluida la disponibilidad de alimentos específicos, así como al aumento del estrés, la ansiedad y los síntomas depresivos como resultado del distanciamiento social y la situación mundial por la pandemia.
En general, los hallazgos de los estudios sugieren que existe la posibilidad de consecuencias psicológicas y de salud adversas en la población general debido a la reducción potencial del ejercicio y al aumento de los atracones y conductas restrictivas desde la pandemia de COVID-19. Críticamente, se informó una exacerbación de los síntomas de la enfermedad en personas con trastornos alimentarios dentro de las etapas iniciales de la pandemia. Por tanto, es fundamental que proporcionemos un mayor apoyo psicológico a las personas con trastornos alimentarios durante este tiempo8.
En otro estudio se detectó que incluso dentro de grupos solo formados por pacientes con TCA diagnosticado tan solo el 25% de los pacientes empeoraron, dando a entender que hay personas más vulnerables que otras dentro del grupo de TCA y son estos los que hay que identificar y tratar con la mayor rapidez posible11.
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