AUTORES
- Ana Rita Arezes de Sousa. Enfermera Hospitalización Hospital Universitario Miguel Servet.
- Natalia Barrena López. Enfermera Hospitalización Hospital Universitario Miguel Servet.
- Sara Barrena López. Enfermera Hospitalización Hospital General de la Defensa Zaragoza.
- Andrés Bonilla Gracia. Enfermera Hospitalización Hospital Universitario Miguel Servet.
- Evelyn Daniela Oto Mullotaipe. Enfermera Hospitalización Hospital Universitario Miguel Servet.
- Laura Peña Barrero. Enfermera Hospitalización Hospital Universitario Miguel Servet.
RESUMEN
Los trastornos alimentarios son enfermedades mentales complejas, multicausales, que suponen un problema relevante de salud pública en los países desarrollados y cuya incidencia y prevalencia se incrementan dramáticamente en la adolescencia. Por consiguiente, en los países occidentales con sistemas sanitarios públicos, la atención primaria tiene una posición privilegiada para la detección e intervención precoz en estos trastornos, previniendo así su cronicidad y mejorando el pronóstico. No obstante, ésta sigue siendo una cuestión pendiente.
PALABRAS CLAVE
Trastornos alimentarios, adolescencia, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón, DSM-5, epidemiología, prevención, atención primaria, diagnóstico precoz.
ABSTRACT
Eating disorders are complex mental illnesses with multiple factors involved in their development, which represent a relevant public health problem in developed countries and whose incidence and prevalence increase dramatically in adolescence. Therefore, in the Western world with public healthcare systems, primary care has a privileged position for the detection and early intervention in these disorders, thus preventing its chronicity and improving prognosis. However, this remains a pending issue, and it is necessary to train these professionals so that they are capable of providing effective interventions.
KEY WORDS
Eating disorders, adolescence, anorexia nervosa, bulimia nervosa, binge eating disorder, DSM-5, epidemiology, prevalence, primary health care, early detection.
DESARROLLO DEL TEMA
En las últimas décadas se ha incrementado la presión social sobre el aspecto físico, sobre todo de los y las adolescentes, a los que se proponen modelos de identificación en los que la forma corporal adquiere un valor en sí misma, y con ellos la posibilidad de desarrollar un trastorno de la alimentación1. En la adolescencia, además, tienen lugar una serie de cambios importantes para el desarrollo óptimo que suponen un reto añadido2.
Estos trastornos se caracterizan por ser afecciones en que los patrones de consumo de alimentos o de la conducta sobre el control del peso, se ven muy alterados y frecuentemente tienen consecuencias graves en el estado de salud física y mental de quienes los padecen3.
Atendiendo a la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSM-5, se ha producido un cambio en la nominación y definición de los trastornos alimentarios, así como en la concepción de estas psicopatologías4.
Así pues, de acuerdo al DSM-5, los trastornos alimentarios se clasifican en: Anorexia Nerviosa (AN), Bulimia Nerviosa (BN), Trastorno por Atracón (TA), otro Trastorno Alimentario o de la Ingesta de Alimentos Especificado, entre otros, siendo estos los más frecuentes y de mayor interés3,4.
Hasta la fecha, se desconoce la etiología de estos trastornos; sin embargo, se acepta que son multifactoriales3, sumándose la predisposición genética, los antecedentes familiares psiquiátricos y/o de trastornos alimentarios, así como aspectos biológicos, ambientales, socioculturales y psicológicos5. Cabe destacar que las experiencias adversas como el abuso aumentan la vulnerabilidad para este tipo de trastornos6.
En cuanto a la epidemiología, el aumento de la prevalencia de los trastornos alimentarios (4-5% en mujeres jóvenes y adolescentes), relacionada con el incremento de la incidencia (2,02%)7, ha llevado a que estos sean considerados una “epidemia” en sociedades occidentalizadas8. En España, presentan rangos de prevalencia en la población de mayor riesgo (mujeres entre 12 y 21 años) del 4,1-6,4%, disminuyendo hasta el 0,27-0,90% en los varones adolescentes9.
El diagnóstico es eminentemente clínico, se basa en la entrevista psiquiátrica, pudiendo ser apoyado por pruebas psicométricas. Los criterios diagnósticos utilizados corresponden a las taxonomías DSM-5 o la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10)10.
En relación al tratamiento es necesario un abordaje conjunto e interdisciplinar. El abordaje psicológico que ha obtenido mejores resultados es la terapia cognitivo-conductual, y el tratamiento farmacológico puede ser de ayuda administrado conjuntamente con la psicoterapia6.
En definitiva, los trastornos alimentarios son problemas de salud graves, con muchas complicaciones físicas asociadas, tendencia a la cronificación y altas tasas de comorbilidad, que los convierte en un importante problema de salud pública9,10.
De este modo, en los países occidentales con sistemas sanitarios públicos en los que Atención Primaria (AP) constituye la entrada del paciente al sistema, su privilegiada posición de primera línea debería jugar un papel clave en la prevención y detección temprana con el objetivo de cambiar el curso clínico y pronóstico de estos trastornos11,12.
Sin embargo, la realidad es que AP no cumple con su papel por diversas causas, y no se sienten seguros con estos pacientes, percibidos como enfermos difíciles, consumidores de tiempo y que deben ser tratados específicamente por salud mental9.
Progresivamente, los trastornos alimentarios han ido generando un creciente interés social e investigador, ya que el impacto en toda la esfera biopsicosocial de las personas afectadas está siendo devastador. La OMS los ha ubicado entre las enfermedades mentales de prioridad para los niños y adolescentes dado el riesgo para la salud que implican13,14.
En el mundo occidental constituyen la tercera causa de enfermedad crónica en niños y adolescentes, llegando a una incidencia del 5%16. La prevalencia media es de 1/200 en adolescentes de raza blanca. Si bien su aparición es más común entre las mujeres, últimamente se detecta un incremento en varones, siendo su proporción actual de 1:617.
Cada año, en Aragón, las unidades de psiquiatría del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa y del Hospital Ntra. Sra. de Gracia de Zaragoza atienden una media de 700 pacientes con trastornos alimentarios. En los últimos años, la incidencia ha ido en aumento, registrando su mayor pico en 2015, con más de 120 casos nuevos. Sin olvidar que un 70% van asociados a enfermedades como la depresión, la ansiedad o los comportamientos compulsivos, entre otros18,19.
A la importancia de estas cifras se une la baja calidad de vida, la tendencia a la cronicidad, y el riesgo de mortalidad prematura, debido a complicaciones médicas o incluso al suicidio. Tanto es así, que la AN es el trastorno psiquiátrico relacionado con mayor mortalidad20.
Ante esto, se hace necesario un abordaje correcto de éstos trastornos, así como su prevención y detección temprana, y es aquí donde AP adquiere un papel fundamental y determinante; de hecho, algunos autores opinan que estos pacientes sólo han de ser remitidos a un especialista en determinadas situaciones muy concretas21. Sin embargo, en la lectura de la bibliografía relacionada se ha podido comprobar que esto sigue siendo una cuestión pendiente.
Gil Canalda MI, et al.22 refieren que la detección temprana es baja debido a causas como: “poca información y conocimiento que generalmente posee el profesional de AP, escasa concienciación ante estos trastornos, falta de tiempo real para poder realizar actividades preventivas en la consulta, escasa frecuentación de los adolescentes a las consultas de AP, y su resistencia a reconocer estos problemas”. Más concretamente, en enfermería, la frecuentación promedio es de 3,5 visitas/año en el grupo de 0 a 4 años, descendiendo hasta 1,6 y 1,2 consulta/persona y año en los grupos de 10 a 14 y de 15 a 19 años, e iniciando un ascenso progresivo a partir de los 45 años23.
Del mismo modo, Aguilar Hurtado24 apunta a que dicha detección en la práctica resulta dificultosa dado que, por un lado, no se especifica cómo debe realizarse, y por otro, la atención al grupo poblacional de adolescentes resulta complicada. En March JC et al.25 se determina que para los profesionales sanitarios existe una falta de formación específica y sensibilidad especialmente en AP, falta de recursos humanos y materiales, así como una falta de coordinación interniveles e interservicios.
CONCLUSIONES
Los trastornos alimentarios por su repercusión en la salud y la calidad de vida, el coste económico y social, hacen necesaria una actuación integral que aborde el problema desde la promoción, la prevención y la detección precoz.
De manera que, por su accesibilidad, continuidad de la atención y múltiples posibilidades de contacto, atención primaria puede y debe desempeñar un papel relevante en torno a estos aspectos detectando factores de riesgo y situaciones de vulnerabilidad, y para ello es prioritario formar a estos profesionales en el trabajo con adolescentes y en los trastornos alimentarios, brindándoles herramientas que les sean útiles y apoyen su intervención.
BIBLIOGRAFÍAS
- González-Juárez C, Pérez-Pérez E, Martín Cabrera B, Mitja Pau I, Roy de Pablo R, Vázquez de la Torre Escalera P. Detección de adolescentes en riesgo de presentar trastornos de la alimentación. Aten Primaria. 2007;39(4):189-94.
- Jiménez Ortega AI, González Iglesias MJ, Gimeno Pita P, Ortega RM. Problemática nutricional de la población femenina adolescente. Nutr Hosp. 2015;32(1):5-9.
- Hernández-Muñoz S, Camarena-Medellin B. El papel del gen del transportador de serotonina en los trastornos de la conducta alimentaria. Rev Colomb Psiquiat. 2014;43(4):218–24.
- Vázquez Arévalo R, López Aguilar X, Ocampo Tellez-Girón MT, Mancilla-Diaz JM. Eating disorders diagnostic: from the DSM-IV to DSM-5. Rev Mex Trastor Aliment.2015;6:108-20.
- Dueñas Disotuar Y, Murray Hurtado M, Rubio Morell B, Murjani Bharwani HS, Jiménez Sosa A. Trastornos de la conducta alimentaria en la edad pediátrica: una patología en auge. Nutr Hosp. 2015;32(5):2091-97.
- Castro-Fornieles J. Panorama actual de los trastornos de la conducta alimentaria. Endocrinol Nutr. 2015;62(3):111-13.
- Sánchez Socarrás V, Aguilar Martínez A, Vaqué Crusellas C, Milá Villarroel R, González Rivasa F. Diseño y validación de un cuestionario para evaluar el nivel de conocimientos generales en trastornos del comportamiento alimentario en estudiantes de ciencias de la salud. Aten Primaria. 2016;48(7):468-78.
- Peláez Fernández MA, Raich Escursell RM, Labrador Encinas FJ. Trastornos de la conducta alimentaria en España: Revisión de estudios epidemiológicos. Rev Mex Trastor Aliment. 2010;1:62-75.
- Garcia-Campayo J, Cebolla A, Baños RM. Trastornos de conducta alimentaria y atención primaria: el desafío de las nuevas tecnologías. Aten Primaria. 2014;46(5):229-30.
- Fernández Rojo S, Grande Linares T, Banzo Arguis C, Félix-Alcántara MP. Trastornos de la conducta alimentaria. Medicine. 2015;11(86):5144-52.
- Del Rey Calero J. Manejo de la salud y atención primaria. An R Acad Nac Med (Madr). 2009;126:35-49.
- Graell Berna M, Villaseñor Montarroso A, Faya Barrios M. Signos de alerta en los trastornos de la conducta alimentaria en Atención Primaria. Del nacimiento a la adolescencia. En AEPap ed. Curso de Actualización Pediatría 2015. Madrid: Lúa Ediciones 3.0; 2015:423-30.
- Calero Marín de Villodres P. Anorexia y bulimia: Guía de cuidados enfermeros en trastornos de la conducta alimentaria. Hospitalización completa. Vol 24. 3ª ed. Madrid: Index Enferm; 2015.
- Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962015000200017 (último acceso 20 agosto).
- López C, Treasure J. Trastornos de la conducta alimentaria en adolescentes: descripción y manejo. Rev Med Clin Condes. 2011; 22(1):85-97.
- Grupo Zarima-Prevención de la Unidad Mixta de Investigación del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza y Consejo Nacional de la Juventud de Aragón. Guía Práctica: Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria. 2ª ed. 2014.
- Disponible en: https://imagenysalud14.files.wordpress.com/2014/09/001_prevencion_tca-aragc3b3n.pdf (último acceso 20 agosto).
- Gómez del Barrio JA, Gaite Pindado L, Gómez E, Carral Fernández L, Herrero Castanedo S, Vázquez-Barquero JL. Guía de Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria y el Sobrepeso. Cantabria: Gobierno de Cantabria, Consejería de Sanidad y Servicios Sociales; 2012.
- Romanillos Vidaña T. Trastornos de la conducta alimentaria y medios de comunicación. FMC. 2014;21(9):517-9.
- Instituto de Investigación Sanitaria Aragón [Internet]. Zaragoza: Berné; [5 abr 2017; citado 20 agosto 2022].
- Disponible en: http://www.iisaragon.es/buenas-practicas-en-la-prevencion-de-la-anorexia-y-la-bulimia/
- Instituto Aragonés de la Juventud. Informe 2010: Población Joven en Aragón. 171-173.
- Portela de Santana ML, da Costa Ribeiro Junior H, Mora Giral M, Raich RMª. La epidemiología y los factores de riesgo de los trastornos alimentarios en la adolescencia; una revisión. Nutr Hosp. 2012;27(2):391-401.
- González Gmelch A, González Isasi A, Beneyto Naranjo C, González Noguera C, Salesansky Davidovsky A, Gamero Arias L, et al. Protocolo de actuación en los trastornos de la conducta alimentaria. Canarias: Gobierno de Canarias, Consejería de Sanidad; 2009.
- Gil Canalda MI, Candela Villanueva JP, Cecilia Rodríguez M. Atención primaria y trastornos de la alimentación: nuestra actitud frente a ellos (I). Aten Primaria 2003;31(3):178-80.
- Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Promoción, prevención y atención a los problemas de salud. Informe anual del Sistema Nacional de Salud; 2016.
- Aguilar Hurtado E. Atención al adolescente y detección de las alteraciones del comportamiento alimentario: tenemos que dar un paso al frente. Aten Primaria. 2007;39(1):7-13.
- March JC, Suess A, Prieto MA, Escudero MJ, Nebot M, Cabeza E, Pallicer A. Trastornos de la Conducta Alimentaria: Opiniones y expectativas sobre estrategias de prevención y tratamiento desde la perspectiva de diferentes actores sociales. Nutr Hosp. 2006;21(1):4-12.