AUTORES
- Carmen Cecilia González García. Enfermera en el Hospital Universitario Miguel Servet.
- Jorge Pérez Sánchez. Enfermero En Hospital Universitario Miguel Servet.
- Paula Arnas Rodríguez. Enfermera En Hospital Universitario Miguel Servet.
- Eva Espada Gracia. Enfermera En Hospital Universitario Miguel Servet.
- María Valverde De La Flor. Enfermera En Hospital Universitario Miguel Servet.
- Sofia Teribia Arbella. Enfermera de Atención Primaria de Tudela.
RESUMEN
La enfermedad de Alzheimer es la primera causa de demencia en nuestro país que causa graves problemas tanto a nivel de ámbito sanitario como en el ámbito familiar y personal, mientras que la depresión es uno de los trastornos mentales más comunes, que alcanza a todos los niveles de la comunidad. Ambas patologías están profundamente relacionadas, siendo las teorías de factor de riesgo o síntoma pródromo las más extendidas. Debido a esto es importante establecer una relación entre ambas con el fin de abordar ambas patologías. Mediante esta revisión bibliográfica se pretende evaluar mediante revisión bibliográfica, si el trastorno depresivo es considerado por la comunidad científica como factor de riesgo o consecuencia de la enfermedad de Alzheimer.
PALABRAS CLAVE
Enfermedad de Alzheimer, depresión, riesgo, pródromo.
ABSTRACT
Alzheimer’s disease is the leading cause of dementia in our country that causes serious problems both in the health field and in the family and personal sphere, while depression is one of the most common mental disorders, which reaches all levels of the community. Both pathologies are deeply related, with theories of risk factor or prodrome symptom being the most widespread. Because of this it is important to establish a relationship between the two in order to address both pathologies. This literature review aims to evaluate by means of a bibliographic review whether depressive disorder is considered by the scientific community as a risk factor or consequence of Alzheimer’s disease.
KEY WORDS
Alzheimer’s disease, depression, risk, prodrome.
INTRODUCCIÓN
La enfermedad de Alzheimer es la primera causa de demencia en nuestro país, mientras que la depresión es uno de los trastornos mentales más comunes. Ambas patologías están profundamente relacionadas, siendo las teorías de factor de riesgo o síntoma pródromo las más extendidas. El constante aumento de la esperanza de vida a nivel mundial ha abierto las puertas a la aparición de nuevos problemas de salud que conciernen a la creciente población mayor. Esto hace que la salud y la calidad de vida de esta población se transformen en un reto para los sistemas sanitarios, siendo necesarios la implementación de unos criterios diagnósticos y tratamientos eficaces, que se sometan a continua evaluación y a los avances de las investigaciones.
OBJETIVO
Evaluar si el trastorno depresivo es considerado por la comunidad científica como factor de riesgo o consecuencia de la enfermedad de Alzheimer; artículos publicados entre el año 2014 al 2019, artículos que tuviesen acceso abierto y artículos escritos en inglés y en español.
METODOLOGÍA
Se realizó una búsqueda bibliográfica utilizando las bases de datos PubMed, Web Of Sciece y Scopus, siguiendo los criterios de inclusión.
RESULTADOS-DISCUSIÓN
De los artículos encontrados se seleccionaron finalmente 19 aplicando los criterios de inclusión.
La relación entre la depresión y la patología de Alzheimer ha inquietado a la comunidad científica durante años, sin embargo, aún no se conoce con exactitud la relación entre ambas patologías. Tras revisar la literatura científica disponible hasta la fecha, hemos encontrado teorías dispares1,2,3,4
Estadísticamente se hace notable la necesidad de abordar ambas patologías ya que se estima que la proporción de depresión en pacientes con EA es de entre el 30 y el 50 por ciento, considerándola una de las comorbilidades más frecuentes 5. A pesar de esto, diferentes estudios se contradicen a la hora de explicar la relación entre ambas1,2,3,4. En este sentido, se han descrito diferentes hipótesis que explican la relación entre ambas enfermedades siendo las más extendida aquellas que consideran la depresión como un factor de riesgo o como un síntoma pródromo de padecer EA1,2. También se han considerado que los síntomas depresivos en pacientes con EA sean consecuencia de la percepción por parte del paciente de la merma de sus capacidades en los estadios más tempranos5.
La diferenciación entre trastorno depresivo y EA está dificultada, debido a que uno de los primeros síntomas de la EA se corresponde con síntomas depresivos. Así mismo, el trastorno depresivo en adultos mayores puede estar caracterizado por pérdida de memoria y despistes muy parecidos a los que se manifiestan al comienzo de la EA o al deterioro cognitivo leve5.
En ambas patologías se observa un déficit en la realización de pruebas relacionadas con la retención de información a corto plazo, sin embargo, actualmente no se dispone de herramientas para realizar un diagnóstico precoz exacto. Por ejemplo, el Short Cognitive Evaluation Batttery (sin versión en español) solo obtuvo una sensibilidad del 63% y una especificidad del 96% al diferenciar enfermos de EA de pacientes con sintomatología depresiva diagnosticada6,7.
La necesidad de diferenciar entre ambas enfermedades se ha convertido en una parte primordial del cuidado a los mayores, tanto para los profesionales de medicina como de enfermería. En la actualidad, se hace necesario una metodología que permita a ambos profesionales un diagnóstico precoz sencillo, sin necesidad de hacer uso de pruebas diagnósticas complejas. Un estudio realizado por Metzger y colaboradores propuso un modelo de diferenciación utilizando la relación entre la marcha y la realización de tareas duales en pacientes depresivos y en pacientes con estadios preclínicos de Alzheimer8. En este estudio se obtuvieron resultados favorables en cuanto a la posibilidad de discernir entre individuos afectados por depresión o deterioro cognitivo leve, midiendo la disminución relativa en la velocidad de la marcha durante la realización de otra tarea cognitivamente demandante y la velocidad de la marcha basal. Se demostró que el parámetro de la disminución relativa de la velocidad está mucho más aumentado en pacientes con deterioro cognitivo leve, proponiendo el uso de estos parámetros como estrategia de diferenciación8. Este estudio demostraría la posibilidad de la creación de recursos de diagnóstico diferencial que podrían ser utilizados por los profesionales de enfermería tanto en ámbito primario como hospitalario y que facilita la administración precoz de tratamientos y la derivación temprana a especialistas relacionados con ambas patologías.
Distintos trabajos y revisiones han vinculado la depresión como un pródromo de la EA y con la demencia en general3,9. En un estudio realizado en 2014, Rassmussen y asociados obtuvieron unos resultados que demostraban una mayor presentación de depresión en pacientes en estadios tempranos de la EA, lo que sugería que los síntomas depresivos eran pródromos de la EA, cuya fase temprana puede alargarse desde uno a 10 años3.
Posteriormente en 2015, otro estudio relaciona la sintomatología depresiva subumbral, como la anhedonia y la apatía, con un menor volumen del hipocampo y con la aparición de neurodegeneración en la zona temporal bilateral y parietal. Estas áreas de la anatomía cerebral se ven atrofiadas en los primeros estadios de la EA, por lo que se podría indicar que las alteraciones que se producen en el cerebro al comienzo de la EA podrían producir un abanico de síntomas depresivos9.
En la misma línea, en 2016, una investigación realizada por Byun y colaboradores relacionaba la depresión de aparición tardía con la amiloidosis cerebral y lesión neuronal. Estas dos alteraciones son clave para la aparición de la EA 10. Los resultados de este estudio muestran por tanto una probable relación entre la depresión tardía y las alteraciones cerebrales típicas de la EA en pacientes en el estadio de deterioro cognitivo leve. En este periodo es donde se harían visibles los cambios en la funcionalidad y estructura del cerebro producidas por la patología. Este estudio por tanto concluye, que el paciente con depresión tardía padece o podría padecer una patología de Alzheimer subyacente10. Estos resultados coinciden con los observados en un informe anterior publicado por Mirza y asociados que proponen a la depresión tardía como pródromo de la demencia, al encontrar relación entre ambas a corto plazo11.
Apoyando aún más esta idea, los estudios realizados por Dillon y asociados, mostraron que pacientes afectados por la EA y con sintomatología depresiva presentaban una edad de inicio de la enfermedad mayor que con otros tipos de depresiones (a partir de los 65 años). Así, la depresión de inicio tardío se asociaría con deterioro cognitivo y un mayor riesgo de procesos degenerativos, considerándose uno de los primeros síntomas de demencia 12. En esta misma línea, en un estudio de 2014 publicado por Rushing y asociados se encontró que existía mayor riesgo de padecer EA en aquellos pacientes que tenían síntomatologia depresiva más leve al comenzar el estudio que al momento de su conclusión13.
Por otro lado, varios estudios han respaldado la relación entre la depresión y la aparición de demencia como factor de riesgo4,14. Kabul y asociados realizaron un estudio en un grupo de adultos mayores con sintomatología depresiva de varios niveles, pero sin síntomas de demencia, con el fin de averiguar la correlación entre el desarrollo de los síntomas con la aparición de demencia durante un periodo de varios años. En este estudio, se describe que aquellos sujetos con trayectorias depresivas graves y sin síntomas de mejoría, tenían casi el doble de probabilidad de desarrollar demencia que aquellos con sintomatología leve. Teniendo en cuenta que la EA es la primera causa de demencia, se podrían extrapolar estos resultados al efecto de la depresión en la EA4.
Además, existen otros trabajos que respaldan la teoría previamente expuesta. En un estudio realizado en 2015 por la Dr. García García y asociados se testó la hipótesis de que la depresión severa aumenta el riesgo de EA, mediante un estudio longitudinal en una muestra de individuos de más de 55 años cognitivamente sanos. Se comprobó que la incidencia de EA era casi el doble en los sujetos que tenían un diagnóstico de depresión que aquellos no depresivos, y casi la duplica en los casos de sujetos con depresión severa14.
Resultados similares han relacionado la conversión de pacientes con deterioro cognitivo leve y diagnóstico de depresión a EA. En 2016, un estudio longitudinal realizado por Sacuiu y asociados describió en sujetos con deterioro cognitivo leve diagnosticado, la asociación entre la sintomatología depresiva grave y los niveles de atrofia cortical y la posterior conversión a EA 15. Los resultados de este estudio asocian la sintomatología depresiva con una aceleración de la atrofia cortical en la corteza prefrontal además de afectar a la corteza entorrinal, regiones asociadas con la EA. Igualmente se observó un incremento de la incidencia de EA en el grupo de sujetos con sintomatología depresiva. Es decir, se sugiere por tanto que la depresión puede ser un factor de riesgo en la conversión del deterioro cognitivo leve a EA 15.
En cuanto a la posible conexión fisiopatológica entre ambas patologías, un informe de 2018 realizado por Caraci y colaboradores propuso a la vía de señalización de TGF-β1, como un factor común a la depresión y la EA. Lo sitúa entonces como una de las razones por la que el trastorno depresivo podría acabar derivando en EA, especialmente en aquellos pacientes con deterioro cognitivo leve instaurado. La TGF-β1 es una citoquina antiinflamatoria que tiene un efecto neuroprotector sobre la neurodegeneración inducida por el péptido β-amiloide, teniendo un papel relevante en el proceso de la memoria y la plasticidad sináptica. Se ha demostrado que en pacientes con trastorno depresivo mayor los niveles de esta citoquina en plasma están disminuidos y presentan relación con la severidad de los síntomas y la resistencia al tratamiento2. De hecho, la alteración de las rutas metabólicas dependientes de TGF se ven alteradas en la fase temprana de la EA contribuyendo a la inflamación y el deterioro cognitivo, que posteriormente aparecen en el transcurso de la enfermedad 2. En este sentido, diversos estudios reflejados en este informe defienden que el tratamiento prolongado con antidepresivos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) reducen el riesgo de aparición de EA, además de aumentar los niveles de TGF-β. Por lo tanto, se podría sugerir que el tratamiento farmacológico relacionado con esta vía de señalización prevendría la transición de depresión a EA 2. Arrojando luz sobre este tema, en 2017 por Xian y colaboradores realizaron un estudio con un modelo animal de CUMS (chronic unpredictable mild stress), el cual provoca la aparición de sintomatología depresiva y anhedonia, con el fin estudiar la función de la vía glinfatica y su posible relación con la depresión derivando en EA. La aparición de sintomatología depresiva provocó en los ratones el incorrecto funcionamiento de la circulación del sistema glinfatico, y por tanto facilitó la aparición de las placas de β-amiloide, marcador clave de la aparición de EA.
Por lo tanto, los resultados del estudio demostraron que el CUMS impedía el funcionamiento del sistema glinfático que conducía a la acumulación de β-amiloide en el parénquima cerebral, lo que provocaba una posterior neurodegeneración y aumento del riesgo de aparición de EA16.
Otras posibles explicaciones a la relación entre ambas patologías han sido propuestas en diversos estudios e informes. Por ejemplo, el exceso de glucocorticoides como el cortisol, que aparece en el trastorno depresivo mayor parece producir daños en el cerebro o potenciar la acción dañina de moléculas como la β-amiloide. Esto produce la disminución del volumen del hipocampo que se observa en el trastorno depresivo mayor y consecuentemente provoca el déficit neurológico que se manifiesta en EA (25). Por otro lado, se ha observado que el trastorno depresivo mayor provoca neuroinflamación, considerándose la inflamación como factor clave del desarrollo de la EA. Esto respalda nuevamente la teoría de la depresión como factor de riesgo17.
En definitiva, varios informes recogen estudios que muestran estos resultados dispares. Entre ellos un estudio que demostraba un aumento de placas seniles en el hipocampo y formación de ovillos en enfermos de EA que habían padecido depresión a lo largo de su vida, señalando a la depresión como factor de riesgo. Mientras tanto, en otro estudio se recoge la relación entre la depresión de aparición tardía y el riesgo de desarrollar EA, sugiriendo que los síntomas formaban parte de un estadio primario de la EA18,19.
En este contexto, es necesario recalcar que las distintas posiciones no son excluyentes y es posible que varias vías interaccionen entre sí y se influyan mutuamente, dificultado enormemente obtener una explicación única en cuanto a la relación entre la depresión y la EA17,18.
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