Trastornos del estado de ánimo en ancianos institucionalizados: ansiedad y depresión.

14 septiembre 2023

AUTORES

  1. Andrea Casbas Bazán. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Máster oficial en Gerontología Social por la Universidad de Zaragoza. C.S Alagón.
  2. María Carmen Valero Gimeno. Hospital Clínico Universitario.
  3. Silvia Bruna Benito. Auxiliar Administrativo. Hospital Clínico Universitario.
  4. Mª Pilar Gabas Ballarin. Licenciada en Medicina y Cirugía. Especialista en Medicina de familia y comunitaria.
  5. Paloma Dura Galiana. Graduado en Medicina, Especialidad en Medicina Familia y Comunitaria. C.S Alagón.
  6. Natalia Gascón Vera. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Graduada en Fisioterapia por la Universidad de Zaragoza. Máster en Cooperación Internacional por la Cátedra de Cooperación Internacional de Unizar. Experto en Cooperación Internacional para la Enfermería por la UCAV. C.S Alagón.

 

RESUMEN

Introducción: los trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión se han convertido en un importante problema de salud pública a nivel mundial, considerándose uno de los principales problemas de salud mental de los adultos mayores, y a menudo infradiagnosticados e infratratados. La prevalencia de estos trastornos aumenta si cabe todavía más en el caso de ancianos institucionalizados, por lo que el presente estudio se plantea como objetivo conocer la prevalencia de ansiedad/depresión que existe en los mayores de una residencia de un medio rural durante el año 2020.

Material y métodos: estudio descriptivo transversal, realizado en 2020 en la residencia Casa Amparo de la Inmaculada Concepción, Alagón (Zaragoza), en el cual participaron 52 residentes que cumplieron distintos criterios de inclusión. Para dar respuesta a nuestro objetivo se utilizó la escala de ansiedad y depresión de Goldberg (EADG) y una encuesta que analiza variables sociodemográficas, clínicas y de hábitos tóxicos y saludables.

Resultados: los resultados arrojan datos de prevalencia de ansiedad del 50%, siendo mujeres en un 69,2% de los casos y hombres en un 30,8%. En el caso de depresión probable, la prevalencia fue del 21,2%, en su gran mayoría sexo femenino, un 90,9%, siendo varones en un porcentaje del 9,1%.

PALABRAS CLAVE

Ansiedad, depresión, ancianos, institucionalizados, residencia.

ABSTRACT

Introduction: mood disorders such as anxiety and depression have become a major public health problem worldwide, being considered one of the main mental health problems of older adults, and often underdiagnosed and undertreated. The prevalence of these disorders increases even more in the case of institutionalized elderly, so the objective of this study is to find out the prevalence of anxiety/depression that exists in the elderly in a rural residence during the year 2020.

Material and methods: cross-sectional descriptive study, carried out in 2020 at the Casa Amparo de la Inmaculada Concepción residence, Alagón (Zaragoza), in which 52 residents who met different inclusion criteria participated. To respond to our objective, the Goldberg Anxiety and Depression Scale (EADG) and a survey that analyzes sociodemographic, clinical, and toxic and healthy habits variables were used.

Results: the results show data on the prevalence of anxiety of 50%, being women in 69.2% of the cases and men in 30.8%. In the case of probable depression, the prevalence was 21.2%, the vast majority being female, 90.9%, with a percentage of 9.1% being male.

KEYWORDS

Anxiety, depression, elderly, institutionalized, residence.

 

INTRODUCCIÓN

Una de las áreas en que la Enfermería, como ciencia que estudia el cuidado del ser humano en su dimensión biopsicosocial, deberá y debe centrar su atención es en el adulto mayor, no sólo por la realidad palpable de la prevalencia que este grupo etario tiene y tendrá en el mundo y en especial, en nuestro país, sino también por el enorme coste que representará este tipo de atención 1.

Actualmente existe un crecimiento en el segmento de la población “anciana”, que genera una gran preocupación social por precisar mayor atención y recursos sanitarios, unido a una disminución de su capacidad económica e inferioridad de condiciones motivada por la falta de adaptación ante las nuevas situaciones. España ha experimentado en los últimos años uno de los procesos de envejecimiento más rápidos del mundo: el número de ancianos ha crecido casi siete veces y los octogenarios se han multiplicado por trece, se espera que en unas décadas los mayores de 65 años pasen a representar del 10% del total actual al 21% 2, 3.

Esta etapa de la vida se ha caracterizado frecuentemente por un conjunto de problemas reales objetivables, tales como el declive físico, la pérdida de personas queridas, preocupaciones económicas y familiares, etc., que conforman un conjunto legítimo de fuentes de preocupación.

Evidentemente, este tipo de pensamientos provoca ansiedad y malestar psicológico, lo que interfiere en la sensación de bienestar deseable para cualquier ser humano 4, 5.

Desde un enfoque cognitivo-conductual, la ansiedad son respuestas cognitivas y conductuales del organismo, que se desencadenan ante una situación de amenaza o peligro físico o psíquico. La ansiedad patológica puede ser una respuesta inicialmente apropiada, como la normal, pero que por su persistencia en el tiempo o por su intensidad se sigue de un deterioro físico significativo y de una disminución progresiva en su efectividad y rendimiento en su actividad diaria. En ocasiones, la ansiedad patológica no se asocia a un acontecimiento o a un cambio externo y surge de forma espontánea sin causa orgánica subyacente ni otra enfermedad mental asociada 6, 7, 8.

La depresión en los adultos mayores es considerada como un indicador que está asociada al deterioro cognitivo y a la fragilidad del organismo, caracterizado por sensaciones de tristeza e inutilidad, tendencia al llanto, ánimo abatido y apatía. Además, se caracteriza por manifestaciones físicas como: dolores corporales, cefaleas, tensión muscular, falta de apetito etc., la mayoría de estas reacciones también pueden ser ocasionadas por la presencia de enfermedades agudas o crónicas, por síntomas de la soledad, por las condiciones y estilos de vida… Sin un abordaje integral, los síntomas ansiosos – depresivos pueden durar semanas, meses o años 6, 7, 9.

Considerada como la principal causa de sufrimiento emocional y disminución de calidad de vida, los trastornos de ansiedad y depresivos son cambios que se producen con frecuencia en los ancianos, cobrando mayor importancia debido a la comorbilidad, la polimedicación y la situación social de muchos de ellos (soledad, pérdida de autonomía, institucionalización…) lo que representa un problema de salud pública de gran magnitud 10,11.

Otro aspecto que se debe tener en cuenta es el riesgo de suicidio el cual, si bien existe en las depresiones a cualquier edad y en otras enfermedades mentales, es mayor en las personas de más de 65 años. Los dos factores que se relacionan más con el suicidio en estas personas son las enfermedades físicas y la partida de seres queridos, además de presentarse con mayor frecuencia en los varones viudos. La tasa de suicidio en el hombre es cuatro veces más alta que en la mujer, sin embargo, los intentos de suicidio son más comunes en las mujeres que en los hombres. Las tasas de suicidio aumentan con la edad y es más alta entre las personas de entre 60 y 80 años de edad. Por lo tanto, el diagnóstico precoz de la depresión y la tentativa de suicidio es esencial 9,12.

En el anciano, la prevalencia de depresión difiere según los diversos autores en un 6-20%, dependiendo del diagnóstico y la metodología usada, pero estas variaciones son mucho mayores cuando comparamos diferentes grupos de adultos mayores, por distintos países, grupos socioeconómicos, condiciones de vida, etc13, 14.

Las prevalencias más bajas se dan en países del norte de Europa y EE. UU y las más altas en el sur de Europa Estudios realizados en nuestro país presentan valores entre el 2 y el 28% en la población adulta, como, por ejemplo, 14% en el estudio Psicotard, realizado en mayores de 65 años de la comunidad o el Estudio epidemiológico de los trastornos mentales en España, publicado en 2006, revelando que el trastorno mental más frecuente en nuestro país es el episodio depresivo mayor, con un 3,9% de prevalencia-año y un 10,5% de prevalencia-vida. En los ancianos institucionalizados en centros geriátricos, la prevalencia de depresión puede aumentar hasta un 20 – 27% 14, 15, 16, 17, 18.

Así, la OMS declara que la depresión se convertirá en la primera causa más importante de discapacidad de todo el mundo para el 20201.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que entre un 50 y un 80% de los pacientes con diagnóstico primario de trastorno depresivo tienen niveles altos de ansiedad y hasta un 65% de quienes sufren un trastorno de ansiedad presentan síntomas depresivos 17, 19.

Los trastornos de ansiedad presentan una alta prevalencia en el paciente anciano en todos los estudios recientes, entre un 10 y un 20%. Los trastornos de ansiedad más frecuentes en el anciano son los de ansiedad generalizada (7,3%), seguidos de los fóbicos (3,1-10%); siendo poco frecuentes el trastorno obsesivo-compulsivo (0,6%) y el de angustia (0,1%). En las mujeres se ha observado una probabilidad mayor de tener un trastorno de ansiedad (30,5% de prevalencia a lo largo de la vida) 5,7, 17, 19.

Sin embargo, a pesar de la existencia de criterios claros y un consenso sobre su manejo, el diagnóstico de cuadros ansioso – depresivos no es fácil en el anciano, dada su habitual presentación atípica (los signos y síntomas pueden resultar de una variedad de enfermedades físicas tratables que coexisten con estos trastornos, pseudodemencias, quejas de tipo somático, negación de la sintomatología depresiva, etc.) y la visión cultural de la vejez como algo triste. La depresión en la tercera edad no es una consecuencia normal del envejecimiento, sino una enfermedad que debe detectarse y tratarse igual que en otras fases de la vida, pero por desgracia, si la depresión se diagnostica poco, en el anciano se hace aún menos, con grados de subdiagnóstico del 32-50% y de infratratamiento del 37-50%, solo diagnosticandose los cuadros más graves 2, 3, 15, 16, 18, 19, 20.

Debemos pues reflexionar sobre la importancia de fomentar investigaciones para establecer metodologías diagnósticas en los adultos mayores tanto para los trastornos ansiosos como la depresión y fortalecer las terapéuticas de intervención que se ajusten a esta etapa de la vida 1.

La patología ligada al deterioro de la función mental ha crecido en términos epidemiológicos en una proporción paralela al envejecimiento de la población. No sólo origina un problema a nivel sanitario al empeorar el grado funcional sino también económico, aumentando el gasto sanitario en un 53%. La carga económica de la depresión en España se ha analizado en diferentes estudios internacionales y nacionales. En el año 1998 el coste anual de la depresión se cifró en 745 millones de euros, pero según la reciente estimación de Sobocki el coste actual ascendería a 5.005 millones de euros anuales, con una distribución por categoría de recursos muy parecida a la europea: costes indirectos (incapacidad temporal, invalidez, mortalidad prematura…), 71%, y costes directos (gastos de farmacia, hospitalización, consultas…), 29%. A su vez, multiplican las visitas ambulatorias y, a pesar de sus negativas consecuencias, se ha descrito poco en los ancianos, quedando justificada la necesidad de investigar el campo de la función mental en las personas mayores 3, 10, 15, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27.

 

OBJETIVOS E HIPÓTESIS

Objetivos:

  • General:
    • Conocer la prevalencia de ansiedad/depresión que existe en los mayores de la residencia Casa Amparo de la Inmaculada Concepción en Alagón (Zaragoza) durante el año 2020.
  • Específicos:
    • Identificar la relación que presenta la variable sexo en la aparición de cuadros de ansiedad/depresión en los ancianos institucionalizados.
    • Determinar la relación que existe entre la variable presencia de dolor y el nivel de ansiedad/depresión que poseen los ancianos de la residencia.
    • Estudiar la asociación existente entre la realización de ejercicio físico y el estado de ansiedad/depresión en los ancianos institucionalizados.

Hipótesis:

  • Los ancianos de la residencia Casa Amparo tienen una elevada prevalencia de ansiedad/depresión.
  • Las mujeres de la Residencia Casa Amparo presentan mayor ansiedad y depresión que el sexo masculino.
  • Los ancianos que presentan dolor crónico poseen mayores niveles de ansiedad/depresión que aquellos residentes sin dolor.
  • Los ancianos institucionalizados que realizan ejercicio físico cuentan con menores niveles de ansiedad/depresión que aquellos que no lo realizan.

 

MATERIAL Y MÉTODO

Diseño del estudio:

Para dar respuesta a nuestros objetivos, se desarrolló un estudio descriptivo transversal durante enero a mayo de 2020, que analizó a través de encuestas y escalas, la aparición de ansiedad/depresión en personas mayores institucionalizadas en relación a una serie de variables sociodemográficas, clínicas y hábitos tóxicos y saludables.

Contexto geográfico y temporal del estudio:

El trabajo se realizó en la residencia Casa Amparo de la Inmaculada Concepción, centro de atención integral a personas mayores situado en Alagón (Zaragoza), durante los meses de enero a mayo del año 2020.

Población de estudio:

De un total de 93 residentes, participaron 52 personas, siendo los criterios de pérdida o exclusión los siguientes:

  • Imposibilidad de responder las preguntas de las escalas por motivos de deterioro cognitivo moderado o grave.
  • Encontrarse en fase de una enfermedad terminal.
  • Negativa a realizar las escalas.

Como criterios de inclusión, se tuvo en cuenta:

  • Ser mayor de 65 años.
  • Está institucionalizado en la residencia Casa Amparo de la Inmaculada Concepción de Alagón (Zaragoza).
  • Motivación para participar en el estudio.

Consentimientos para la realización del estudio:

Los datos necesarios para la realización del estudio se recogieron tras la obtención del permiso de la directora de la residencia, bajo la protección y confidencialidad de los datos de los pacientes. Posteriormente, todos nuestros participantes fueron informados tanto de forma verbal como escrita, a través de un Consentimiento Informado (anexo 1) en el que autorizaba expresamente su incorporación en el estudio.

Fuentes de información utilizadas:

Las fuentes de información utilizadas para la recogida de datos se pueden dividir en dos partes. Por un lado las entrevistas individualizadas guiadas por una encuesta (elaborada por la autora, véase anexo 2) que reúne las variables independientes que se quieren estudia (sociodemográficas, clínicas y de hábitos tóxicos y saludables) y por otro, el paso de la Escala de Goldberg (EADG) (anexo 3) que orienta el diagnóstico hacia la ansiedad o depresión (o ambas en casos mixtos).

Se trata de un test heteroadministrado, con una sensibilidad del 83,1% y especificidad del 81.8%.Tanto la subescala de ansiedad como la de depresión constan de nueve preguntas, siendo obligatorias las cuatro primeras. El resto se hacen si en la subescala de ansiedad hay ≥ 2 respuestas positivas y en la subescala de depresión si hay ≥ 1 respuestas positivas. La puntuación es independiente para cada escala y cada ítem es un punto, sea cual sea su orden. En las subescalas se pide a la persona que reflexione si durante las dos últimas semanas ha presentado alguno de los síntomas que se citan. Los puntos de corte se sitúan en cuatro o más para el estudio de ansiedad y en dos o más en el de depresión, con puntuaciones tanto más altas cuanto más severo sea el problema28.

Se ha elegido esta escala debido a la sencillez y claridad de las preguntas, lo cual facilita el trabajo y la comprensión por parte de las personas mayores, evitando el cansancio que puede producir para ellas el paso de numerosas escalas con múltiples preguntas.

Cabe destacar también las Historias Clínicas informatizadas como fuente de recogida de datos, revisadas en aquellos casos en los que exista ausencia de respuesta o dudas acerca de la respuesta que han generado los adultos mayores.

Definición y medida de las variables estudiadas:

Variable dependiente:

  • Presencia de ansiedad/depresión: variable cualitativa dependiente, obtenida tras el paso de la Escala de Goldberg. Para su análisis se categorizó según los puntos de corte de la siguiente manera:
    • Subescala de ansiedad:
      • Ansiedad probable: Sí (≥ 4 ítems positivos) / No (< 4 ítems positivos).
    • Subescala de depresión:
      • Depresión probable: Sí (≥ 2 ítems positivos) / No (< 2 ítems positivos).

Variables independientes:

  • Variables sociodemográficas:
  • Edad: variable cuantitativa de obtención directa que refleja la edad, medida en años, que tiene el residente en el momento en que se pasa la encuesta. Para que pueda ser tratada de forma cualitativa, se categorizó en grupos de edad: 65–74 años / 75–84 años / ≥ 85 años.
  • Sexo: variable cualitativa dicotómica, con dos opciones de respuesta: hombre / mujer.
  • Número de hijos: variable cuantitativa discreta, que mide el número de descendientes que tiene el residente. Para que sea tratada cualitativamente, la variable se categorizó de la siguiente manera: 0 hijos / 1 – 2 hijos / > 2 hijos.
  • Estado civil: variable cualitativa nominal que mide la condición particular de una persona en relación a sus vínculos personales con otra: soltero / casado / viudo.
  • Nivel educativo: variable cualitativa ordinal que mide el grado de educación que ha recibido el sujeto en su vida: sin estudios / estudios primarios / estudios secundarios / estudios universitarios.
  • Tiempo de estancia en la residencia: variable cuantitativa continua, medida en años, que lleva el residente institucionalizado en el centro en el momento en que pasa la encuesta. Se categorizó en tres grupos para ser tratada como variable cualitativa: < 12 meses / 12 – 24 meses / > 24 meses.
  • Número de visitas de familiares o amigos: variable cuantitativa discreta, que mide el número de veces al mes que un residente recibe una visita de un amigo o familiar. Para convertir la variable a cualitativa, se categorizó así: < 5 veces / 5 – 10 veces / > 10 veces.
  • Variables clínicas:
  • Antecedentes personales de ansiedad/depresión: variable cualitativa nominal obtenida a través de la observación de la Historia Clínica y/o a través de entrevista oral. Dos opciones de respuesta Sí / No.
  • Antecedentes familiares de ansiedad/depresión: variable cualitativa nominal obtenida a través de la observación de la Historia Clínica y/o a través de entrevista oral. Solamente son considerados los familiares de primer grado. Dos opciones de respuesta Sí / No.
  • Síntomas somáticos inespecíficos: variable cualitativa nominal, obtenida en la entrevista con el sujeto y definida como la presencia de síntomas como mareos, cefaleas, parestesias y/o dolor torácico en las últimas 2 semanas desde que se pasa la encuesta. Categorizada en Sí / No.
  • Presencia de dolor crónico: variable dicotómica, obtenida por información verbal tras la entrevista con la persona. Se tendrá en cuenta la aparición de dolor que dura más de seis meses. Opciones: Sí / No.
  • Presencia de enfermedades crónicas: variable cualitativa nominal, obtenida a través de la Historia Clínica y definida como la presencia de al menos una enfermedad crónica tal como artrosis, hipertensión arterial (HTA), enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), dislipidemias, diabetes, insuficiencia cardíaca, neoplasia, enfermedad neurológica y/o pluripatología. Se categorizó en dos opciones de respuesta: Sí / No.
  • Hábitos tóxicos y saludables:
  • Consumo de alcohol: variable cualitativa, obtenida tras la entrevista individual y definida como la frecuencia de consumo de alcohol por la persona. Se considerará afirmativa cuando se declara haber consumido alcohol de una a cuatro veces en los últimos 7 días. Dos opciones de respuesta: Sí / No.
  • Consumo de tabaco: variable cualitativa, obtenida por observación directa y tras la entrevista individual y definida como el hábito de fumar al menos un cigarrillo al día. Dos opciones de respuesta: Sí / No.
  • Consumo de ansiolíticos y/o antidepresivos: variable cualitativa, obtenida a través de la Historia Clínica informatizada, en la que se pueden recoger datos sobre el tratamiento actual. Categorizada de forma dicotómica: Sí / No.
  • Ejercicio físico: variable cuantitativa, categorizada para analizarla de forma cualitativa, según el tiempo que los adultos mayores dedican a caminar al día (respuesta afirmativa si caminan 30 o más minutos al día) y obtenida tras la entrevista, considerándose las respuestas: Sí / No.
  • Ocio: variable cualitativa, obtenida a través de la observación directa y la entrevista individual, que mide la realización de al menos una actividad de ocio (televisión/radio, costura, lectura, jardín/huerta y otras) fuera de las horas de Terapia Ocupacional. Dos opciones de respuesta: Sí / No.

Análisis estadístico:

Una vez recogidos y clasificados los datos mediante el programa Microsoft Office Excel 2007©, estos fueron importados a una matriz con formato propio del programa Statistical Package for the Social Sciences© (SPSS), para entorno Windows©, en su versión 15.0.

Para el análisis descriptivo univariante se realizaron tablas de frecuencia, ya que todas las variables estudiadas fueron categorizadas para ser tratadas de forma cualitativa. Posteriormente se estudiaron las variables en tablas de contingencia, que permitieron calcular la asociación estadística mediante la prueba Chi – cuadrado de Pearson.

 

RESULTADOS

La Residencia Casa Amparo cuenta con un total de 93 residentes, de los cuales 52 de ellos cumplieron nuestros criterios de inclusión. De esta forma, nuestra muestra está constituida por sujetos con edades comprendidas entre los 65 y los 96 años, con una media de edad de 80,3 años, de los cuales 24 (46,2%) son hombres y 28 (53,8%) mujeres.

En la distribución de las variables sociodemográficas estudiadas, cabe destacar que el 73,1% de la muestra son viudos y el 76,9% presenta estudios primarios.

En la distribución de las variables de hábitos tóxicos y saludables, destacando que el alcohol solo es consumido por un 1,9% de la muestra (una sola persona) y el tabaco por el 13,5%.

Del total de la muestra de 52 residentes, presentaron ansiedad probable el 50% de ellos (26 adultos mayores), mientras que en el caso de depresión probable, la prevalencia fue del 21,2% (11 adultos mayores).

Análisis de las variables independientes:

Análisis de las características sociodemográficas de los ancianos institucionalizados:

  • Edad:

En cuanto a los resultados obtenidos de ansiedad probable, para las variables sociodemográficas, podemos destacar que los ancianos fueron en su mayoría aquellos con edad igual o superior a 85 años (50% de los casos), mujeres en un 69,2% (18 residentes de sexo femenino), viudos en un 73,1% (19 personas), con estudios primarios en un 80,8% (21 personas). En un 65,4% de los casos (17 personas) de ansiedad, el tiempo de estancia en la residencia era largo, mayor a los 24 meses, y en cuanto al número de visitas de familiares y/o amigos al mes, recibían menos de 5 visitas al mes en un 57,7% de los casos (15 personas).

En el caso de la aparición de cuadros ansiosos, se observa, como hemos dicho antes, que son mujeres en un porcentaje de 69,2% y hombres en un 30,8%. La prueba de Chi – cuadrado de Pearson nos muestra una p < 0,05 (en este caso p = 0,026), por lo que podemos afirmar que existe asociación estadísticamente significativa entre la variable sexo y la aparición de sintomatología ansiosa.

Los ancianos de la residencia Casa Amparo que mostraban depresión probable, fueron en un 45,5% aquellos con edad mayor o igual a 85 años (5 personas), en su gran mayoría mujeres, un 90,9% (10 residentes), siendo hombres en un porcentaje del 9,1% (1 residente) viudos y con estudios primarios en un 81,8% de los casos (9 personas). El tiempo de estancia en la residencia de los ancianos que presentaban depresión, era largo, mayor a los más 24 meses en un 54,5% de los casos (6 personas), recibiendo menos de 5 visitas de familiares y/o amigos al mes en un 90,9% de los casos (10 personas).

Así, los ancianos de la residencia con cuadros depresivos fueron en su gran mayoría mujeres, un 90,9% de los casos y hombres en un 9,1%. Es así como la prueba de Chi – cuadrado de Pearson arroja datos con una p = 0,005, pudiendo afirmar también que existe asociación estadísticamente significativa entre la variable sexo y la aparición de sintomatología depresiva.

Para los resultados de las variables clínicas, destacaremos que los residentes con ansiedad probable que sí presentaban antecedentes personales de ansiedad y/o depresión constituyen el 92,3% del total (24 personas), con antecedentes familiares un 65,4% (17 personas), presentaban síntomas somáticos en su mayoría (76,9%, 20 personas) y estaban diagnosticados en un 61,5% de los casos (16 personas) de alguna enfermedad crónica.

La prueba de Chi – Cuadrado de Pearson confirma que existe asociación entre la variable presencia de dolor crónico y la aparición de ansiedad (p = 0,001), puesto que todos los ancianos que presentaban dolor crónico, padecen de síntomas ansiosos (9 personas).

En el caso de los resultados obtenidos para las variables clínicas, destacaremos que los residentes con depresión probable que sí tenían antecedentes personales de ansiedad y/o depresión constituyen el 100% de los casos (11 personas), contaban con antecedentes familiares en un 81,8% de los casos (9 personas), presentaban síntomas somáticos en su gran mayoría, un 90,9% de los casos (10 personas), dolor crónico un 54,5% de los ancianos con depresión probable (6 personas) y alguna enfermedad crónica un 72,7% de los casos (8 personas).

Confirmamos que existe asociación estadística para la presencia de dolor crónico y la aparición de síntomas depresivos, con una significación asintótica de 0,000, (p < 0,05), puesto que aquellos ancianos que presentaban depresión, tenían dolor crónico en un 54,5% de los casos.

Hablando de los hábitos tóxicos y saludables, destacamos que los residentes de Casa Amparo con ansiedad probablemente no consumían alcohol en ningún caso y solo eran fumadores en un 3,8% de los casos (1 persona). Estaban tratados con algún tipo de ansiolítico y/o antidepresivo en un alto porcentaje (92,3%, 24 personas), no realizaban ejercicio físico en un 88,5% de los casos (23 personas), ni actividades de ocio en un 61,5% (16 personas).

Un 11,5% de los ancianos que presentaron ansiedad probable, realizaban ejercicio físico, no siendo así en un 88,5% de los casos. En este caso, Chi – cuadrado de Pearson muestra una significación asintótica de 0,000, por lo que existe asociación estadísticamente significativa entre las variables ejercicio físico y ansiedad probable.

Los residentes con depresión probable, no consumían en ningún caso alcohol ni tabaco. Todos ellos (100%, 11 personas), estaban tratados con ansiolíticos y/o antidepresivos y no realizaban ningún ejercicio físico. Tampoco realizaban actividades de ocio en un 81,8% (9 personas).

En el 100% de los casos de ancianos que revelaron probable depresión, no hacían ejercicio físico. La prueba de Chi – cuadrado en el caso del estudio de esta variable y su relación con la aparición de depresión probable, da como resultado una p < 0,05 (p = 0,001), por lo que afirmamos también que existe asociación estadísticamente significativa probable.

 

DISCUSIÓN

Los trastornos del estado de ánimo en adultos mayores son patologías con un gran impacto en la actualidad, debido al gran aumento de la esperanza de vida a nivel mundial y a las comorbilidades crónicas que esto trae consigo. Es por ello muy importante realizar un diagnóstico oportuno, que genere tratamientos e intervenciones adecuadas en los factores de riesgo desencadenantes de ansiedad y depresión en una población tan vulnerable como ésta. Es por esta razón, por la que se ha realizado el estudio en ancianos institucionalizados, debido a que existen menos trabajos y conocimiento de estas patologías y sus factores asociados en el medio residencial.

Los resultados de prevalencia de ansiedad y depresión extraídos de este trabajo confirman nuestra hipótesis inicial. En lo que respecta a la prevalencia de ansiedad, nuestros resultados arrojan cifras del 50%, lo cual difiere de otros estudios encontrados. La prevalencia de sintomatología ansiosa en ancianos institucionalizados ha sido poco recogida en trabajos científicos. Algunos estudios epidemiológicos han puesto de manifiesto que la prevalencia de los trastornos de ansiedad es menor en el anciano que en el adulto. El estudio ECA (National Institute of Mental Health Epidemiologic Catchment Area) realizado en cinco universidades de EE.UU para valorar la incidencia y prevalencia de los distintos trastornos psiquiátricos en una población de unos 20.000 habitantes residentes en las áreas correspondientes a dichas universidades y que incluyó pacientes institucionalizados, arrojó una prevalencia de trastornos de ansiedad en mayores de 65 años del 5,5% 29.

Flint et al publicó en 1994 un artículo de revisión basado en ocho trabajos comunitarios con selección aleatoria de las muestras, y que incluía el estudio de los trastornos de ansiedad en personas mayores de 60 años, la prevalencia general osciló entre el 0,7 y el 18,6%. Sin embargo, estudios como el de Davis y et al (2002) o el de Lenze (2005) encuentran tasas más altas que las referidas en estudios previos, alcanzando el 20 – 29% en adultos mayores 30.

Con resultados más próximos a los nuestros encontramos el estudio realizado en asilos de México, por Canto Pech HG (2004), que obtiene datos de ansiedad leve del 46,6% y de ansiedad moderada del 13,3% 27.

La prevalencia de sintomatología depresiva es muy diversa dependiendo del tipo de estudio y la metodología usada. La hallada en nuestro trabajo es del 21,2%, cifras similares a las que reporta Van der Pol (1999) o el estudio EURODEP, en el que participaron nueve países europeos, entre ellos España, utilizando un diseño homogéneo y una metodología adaptada específicamente al anciano, encontrando diferentes tasas de prevalencia entre el 8,8 y el 23,6% 30.

Por el contrario, otros estudios aportan datos de prevalencia de depresión más altos, como el de Sarró Maluquer (2013), con un 34,5%, Pando Moreno et al (2001), con un 33%, Zunzunegui et al (1998), con un 37% o Escobar Bravo et al (2012), con tasas de prevalencia del 36,2%, este último caso en población abierta y domiciliar 13, 15, 16.

Es ampliamente repetido en la literatura de la salud mental una mayor presencia de manifestaciones ansioso – depresivas en el sexo femenino. Y esta investigación así lo respalda, confirmando otra de las hipótesis iniciales del trabajo: las mujeres de la residencia presentan mayor ansiedad y depresión que los varones.

La distribución por sexos de este trabajo es igual a los demás estudios consultados, con cifras superiores a las encontradas por ejemplo por Zunzunegui et al 19,6% en varones y 45,9% en mujeres) o Minicuci et al (49% en mujeres). Por el contrario, no se observaron diferencias significativas entre sexos en los estudios de Urbina Torija et al (2007), Sarró Maluquer et al y Campos J (2004) 2, 5, 6, 10, 11, 15, 16, 18.

A pesar de existir este consenso mundial sobre la alta vulnerabilidad de las mujeres, los mecanismos que subyacen a la diferencia de género siguen siendo poco claros. Las posibles explicaciones de estas diferencias se han buscado en aspectos biológicos, genéticos, características sociodemográficas, psicosociales y de comportamiento, sin embargo, aún no se ha encontrado una explicación definitiva16.

Sabemos que las hormonas afectan directamente las sustancias químicas del cerebro que regulan las emociones y los estados de ánimo, pero las investigaciones que se han realizado al respecto no aportan un apoyo empírico claro16.

Según las teorías feministas, la limitación en la condición social de las mujeres puede contribuir a sus altas tasas de depresión. Existen estudios que afirman que uno de los factores más relevantes que parecen proteger frente a la sintomatología depresiva es el nivel de estudios. En estas generaciones, la igualdad de oportunidades para estudiar era casi inexistente, la rígida separación de roles sociales en la que las actividades de ellas se limitaban al ámbito doméstico en el que sus responsabilidades estaban vinculadas a su papel como esposa, madre, tía y abuela, las hacía abandonar los estudios pronto. Esto sugiere un mayor riesgo de presentar síntomas ansioso – depresivos 16,19.

Algunos investigadores plantean la hipótesis de que las diferencias de género en la depresión pueden ser debidas a sesgos por la mayor disposición de las mujeres a expresar sus emociones y reconocer sus sentimientos negativos. Los hombres experimentan la depresión de manera distinta que las mujeres y pueden enfrentar los síntomas de diferentes modos. Ellos tienden más a reconocer que sienten fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en las actividades que antes resultaban placenteras y que tienen el sueño alterado; mientras que las mujeres tienden más a admitir sentimientos de tristeza, inutilidad o culpa excesiva16,18.

Otra línea de investigación sugiere que los atributos de la personalidad (por ejemplo, el neuroticismo) y los estilos de afrontamiento (por ejemplo, rumiación) pueden contribuir a la diferencia de género en la depresión.

Este trabajo demuestra también una relación significativa entre la presencia de dolor crónico y la aparición de sintomatología ansioso – depresiva, confirmándose así nuestra hipótesis inicial. La ansiedad y la depresión, en el contexto del dolor crónico, son mucho más que simples estados de ánimo de anciano, formando parte activa de la experiencia emocional del propio dolor. Frecuentemente el anciano refiere como dolor lo que en realidad corresponde a un cuadro de ansiedad o depresión motivado por alguna alteración en su vida familiar o social21,22.

Los resultados de Molina Linde (2013) coinciden con los nuestros y sugieren que, en la medida en que la intensidad del dolor aumenta, crecen también las respuestas emocionales asociadas a la depresión y ansiedad en las personas mayores hospitalizadas, disminuyendo así su calidad de vida. Estos datos sustentan los planteamientos de Monti y Kunkel (1998), quienes indican que la ansiedad y la depresión están comúnmente asociadas entre ellas, y a su vez, al dolor crónico.

Así, un estudio realizado en México en 2007 con personas mayores de 50 años, evidenció que el dolor es una problemática frecuente en adultos mayores, asociándose a condiciones como la artritis, enfermedad pulmonar, caídas, hipertensión, depresión, etc… y otra investigación del mismo año confirma la alta prevalencia de síntomas físicos dolorosos en pacientes mexicanos con trastorno depresivo mayor25,26.

Utilizar instrumentos que permitan detectar, evaluar y tratar el dolor, facilita un adecuado manejo del mismo en la población anciana, y por tanto, esto permitiría disminuir las respuestas emocionales de ansiedad y depresión, aumentando su calidad de vida y autonomía.

Por último, en este trabajo se encontró una relación estadísticamente significativa entre caminar más de 30 minutos y el hecho de no padecer un proceso de ansiedad y/o depresivo, lo cual confirma nuestra hipótesis. Esto concuerda con numerosos estudios como el de Barriopedro et al (2001) con una muestra de 57 ancianos muy similar a la nuestra, o la revisión de Strohle A (2009). Sin embargo, en su estudio, Bailey y McLaren (2005) no encontraron ninguna relación positiva significativa entre mejoría en la ansiedad y la depresión y la actividad física 3, 27.

Los estudios epidemiológicos sugieren que el aumento de la actividad física está asociado como medida preventiva no sólo en la cardiopatía sino en muchas otras áreas de la medicina geriátrica.

Se demuestra que la adhesión a un programa regular de ejercicios físicos podría mejorar las capacidades cognitivas en una edad avanzada, originando como resultado un aumento de la autoestima, humor, sentimiento de bienestar, y por tanto reduciendo los niveles de ansiedad y depresión 3, 11.

La reducción en los síntomas de la ansiedad y la depresión a través del ejercicio físico no está todavía demasiado clara, pero se puede explicar por el aumento de liberación de hormonas tales como las catecolaminas, ACTH, vasopresina, β-endorfina, la dopamina, la serotonina y la activación de los receptores y disminución de la viscosidad de la sangre específicas, proporcionando tranquilizante y analgésica efecto, consiguiendo un resultado relajante después del ejercicio11.

Por ello, debemos potenciar entre la población general y, en mayores de 65 años en particular, los paseos diarios de más de 30 minutos.

Esta investigación asume limitaciones importantes. Por una parte, el escaso tamaño de la muestra y la no aleatorización al seleccionarla, que puede contribuir a un aumento de errores. Por otra parte, el diseño transversal del estudio no permite establecer una relación causal, no se puede deducir de nuestro análisis que exista asociación causa – efecto, por lo que los resultados deben interpretarse con precaución. Futuras líneas de investigación serían la realización de estudios analíticos que permitan interferencia causal.

Además, hay que tener en cuenta que utilizamos una escala que no permite el diagnóstico de ansiedad o de depresión, sino únicamente seleccionar a aquellos ancianos con una mayor probabilidad de presentar estas patologías.

Cabe destacar como posible limitación también, que la institucionalización en residencias se asocia a factores que favorecen la aparición de cuadros o síntomas ansioso – depresivos y que pueden dar lugar a un aumento de la prevalencia de estos procesos, debido a los sentimientos de abandono, aislamiento o alejamiento de la red sociofamiliar habitual, cambios significativos en el estilo de vida con adaptación a un reglamento y normas que pueden condicionar la intimidad y la autonomía, originando sentimientos de minusvalía, pérdida de libertad y bajo nivel de satisfacción18.

 

CONCLUSIONES

Se ha demostrado, aunque es imposible generalizar, que los ancianos que viven en las residencias manifiestan una tendencia elevada y significativa a presentar una sintomatología ansioso – depresiva, y que esto está relacionado especialmente al sexo femenino, la presencia de dolor y la falta de ejercicio físico, entre otros factores.

Es por ello, que se revela necesario el desarrollo de modelos humanísticos e integrales que apoyen a los ancianos institucionalizados con ansiedad y/o depresión. Como profesionales de la salud, nuestro trabajo se debe enfocar en el desarrollo y la promoción de ambientes de cuidado, que aumenten y propicien su buen funcionamiento físico y emocional.

Es la institución uno de los marcos idóneos para detectar y tratar a estos pacientes, ya que al conocerlos previamente y seguirlos en el tiempo se observan y comparten con la familia los cambios en el estado de ánimo y en el comportamiento. El empleo de instrumentos estandarizados de detección de posibles casos, al menos cada seis meses, sería una buena forma de atención temprana y oportuna de la ansiedad y la depresión.

Aunque este trabajo no presenta validez externa, por el tamaño y características de la población incluida, sí ha generado resultados de gran importancia para la institución, como la detección de casos de ansiedad y depresión que eran desconocidos para el personal.

 

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